En México, lamentablemente la inflación crece incontrolablemente y con ella el número de personas cuya calidad de vida se ve terriblemente afectada. Ésta, en general, se aceleró en junio más de lo esperado y alcanzó su mayor nivel en más de 21 años. El Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) se ubicó en un 7.99 por ciento a tasa interanual, de acuerdo con cifras divulgadas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Según un análisis presentado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la inflación (conocida como el impuesto de los pobres por dañar más a quienes menos tienen) es la principal responsable de que el valor del dinero disminuya, porque sube el precio de los bienes y servicios de manera generalizada y sostenida, lo que trae consigo una reducción del poder de compra de las familias.
O sea, provoca la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores, puesto que con la misma cantidad de dinero se pueden comprar menos productos. Si la subida de los precios no se ve compensada por un incremento en los salarios, tendremos más dificultades para llegar a fin de mes. Y eso ya está calando en millones de hogares mexicanos.
Pero, por otro lado, si los salarios suben, se puede entrar en un círculo vicioso, ya que los empresarios para compensar este aumento venderán más caros sus productos, con lo que la inflación seguirá existiendo. Pero, aunque los salarios no han subido, el costo de alimentos y de otros productos de gran demanda se ha elevado.
Para muchas familias, hoy es imposible comprar incluso productos de la canasta básica y tienen que elegir qué pueden comprar para sobrellevar esta severa crisis.
Según la propia agencia de la ONU, el aumento de los precios, en especial de alimentos y energía, y vinculado, en parte, a la guerra en Ucrania, desencadenó "una crisis del costo de la vida sin precedentes en la memoria reciente" que está teniendo un "impacto devastador" en los hogares más pobres, donde cada día es más difícil que los jefes de familia lleven el alimento para dar a sus seres queridos.
Lo más preocupante, sin duda, es que la pobreza y la pobreza extrema están creciendo aceleradamente afectando a más de 71 millones de personas y la responsable es la inflación, de la que nadie escapa y no se avizoran soluciones en el corto plazo para frenarla.
Lamentablemente hay que aunar las complicadas decisiones del Gobierno federal que no ha tenido la capacidad de generar fuentes de empleo para millones de mexicanos que enfrentan una terrible situación económica y, por el contrario, sólo se han dedicado a regalar dinero a manos llenas con el único fin de tener control sobre los ciudadanos, con un fin electorero.
Es un hecho también que la complicada situación fiscal, tras los esfuerzos por contener la pandemia y el incremento de los tipos de interés, hace que numerosos Estados necesiten apoyo para contener esta crisis. Además, el riesgo de que se desate una recesión global puede agravar aún más la pobreza en todo el mundo, destaca la ONU en su informe.
Sin embargo, y contrario al efecto que ha tenido en México, la entrega de dinero de manera directa a los jóvenes y ancianos, el PNUD afirma que para frenar el aumento de la pobreza es necesario el traspaso de dinero a las familias más vulnerables como la herramienta más eficaz.
Y aunque parezca ilógico, los miles de millones que el Gobierno federal ha regalado entre la población, no ayuda a quien verdaderamente lo necesitan. Se tendría que realizar un censo para identificar a las familias que hoy padecen hambre y a ellos apoyarlos, mientras no sea así, la pobreza y la pobreza extrema seguirán creciendo.
Otra medida que tal vez funcione en el corto plazo, es el subsidiar la energía eléctrica, para que su costo no impacte entre la población, lo único en contra de tal medida es que se beneficiaría más a quienes más tienen, a los ricos.
Otro dato preocupante, son las estimaciones del Banco de México (Banxico), que tiene como objetivo prioritario “procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional”, es decir, la estabilidad de precios o una inflación baja, y, sin embargo, los billetes y monedas pierden poder adquisitivo de manera más rápida a partir del año pasado, debido a la inflación récord.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el billete de mil pesos, que es el de mayor denominación en la actualidad, ha perdido 56 por ciento de su poder adquisitivo por la inflación acumulada en el país durante la última década. Es decir, con el mismo billete de mil pesos sólo se puede comprar hoy el equivalente a 440 pesos de junio de 2012.
Hace 10 años, el billete de mil pesos alcanzaba para comprar la canasta alimentaria en zonas rurales del país, cuyo costo era de 860 pesos por persona, pero ahora cuesta más de mil 520 pesos.
Ese es el mejor indicador que la inflación desfonda los bolsillos de los ciudadanos; que cada día la carestía de la vida impacta de manera negativa en la población y que es necesario implementar medidas urgentes para frenar su avance, porque de lo contrario pudiera el país caer en una recesión que dañaría duramente a los que menos tienen.
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