MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El INE es una conquista de todos los mexicanos

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A nivel nacional e internacional se sabe que ya dura un buen rato la campaña de críticas y acusaciones no demostradas del presidente Andrés Manuel López Obrador contra el Instituto Nacional Electoral (INE). A raíz de la revocación de la candidatura de Félix Salgado Macedonio a la gubernatura de Guerrero, el mandatario federal ha llegado a calificar al INE como el “poder supremo conservador”. La prensa nacional informa que en este proceso electoral, el organismo enfrenta un ambiente tan adverso y hostil como nunca antes había enfrentado, provocado por los cuestionamientos del gobierno de la Cuarta Transformación.

El presidente lanza duras acusaciones no respaldadas con ninguna prueba fidedigna en contra del INE, cuyo propósito evidente es convencer a la opinión pública de la necesidad de que ese Instituto sea suprimido o pase a formar parte de la Secretaría de Gobernación y de esa manera someterlo a su control. Insiste en caracterizarlo como parte orgánica del antiguo sistema corrupto que lo creó como un instrumento para anular de hecho la democracia electoral y garantizar su control del poder y del Estado. Así, el INE vendría a ser parte del aparato diseñado para el saqueo permanente del erario nacional por las mafias del poder y del dinero para su propio beneficio, causando un tremendo daño al país y en particular a las clases populares.

Es un hecho que AMLO ha considerado desde el principio al INE como uno de tantos organismos con fachada de independientes que proliferaron como hongos en sexenios anteriores, sin una función específica o irrelevante para el país, pero con presupuestos millonarios que pagamos todos. Esos organismos parásitos e innecesarios deben desaparecer sostiene el presidente y entre ellos va el INE.

Pero el INE es algo muy diferente se trata de una institución cuya existencia objetivos y funcionamiento están definidos y garantizados por la Constitución y no uno de tantos organismos auto constituidos o surgidos de la inspiración o el capricho de un presidente o de algún alto funcionario con ambiciones a futuro.

El Instituto Federal Electoral, antecesor del INE es resultado de una demanda que el pueblo de México enarboló durante muchos años antes de verla convertida en realidad. La gente luchó tenazmente por esa demanda movida por su radical inconformidad frente al hecho de que fuera el propio Gobierno quien, a través de su Secretaría de Gobernación tuviera en sus manos el control absoluto de los procesos electorales, lo que volvía imposible una victoria de la oposición de izquierda o de derecha contra los candidatos del partido oficial. 

A nadie le queda duda que a juicio de la gente, la eternización del PRI en el poder era la causa de la ineficiencia de los funcionarios, de la corrupción de los políticos y de la clase empresarial, de la pobreza de las mayorías debido al desempleo y los bajos salarios, de la falta de servicios de sus altos costos y su pésima calidad principalmente la salud, la educación y la vivienda, de la perversa aplicación de las leyes, y muchas cosas más de naturaleza parecida. Pero el dominio total del PRI no surgía de su gran apoyo popular, sino precisamente de su manejo absoluto y discrecional de los procesos electorales.

Había que arrancar de las manos del Gobierno el control de los procesos electorales y la solución fue el antecesor inmediato del actual INE. Es necesario señalar que la inconformidad de la gente no era la falta de autenticidad de los procesos electorales, sino su firme decisión de cambiar de hombres y de partido en el poder con la esperanza de mejorar sus precarias condiciones de vida, de aliviar su pobreza ancestral y garantizar el alimento, la salud y la educación de sus hijos, como ocurrió en el 2018.  

Detrás de la lucha del pueblo mexicano por la autonomía del órgano electoral se hallaba su convicción de que el obstáculo principal para alcanzar esos legítimos derechos era la eternización del PRI en el poder, lo que le permitía bloquear con éxito todos los caminos para un cambio pacífico mediante el voto popular. Fue el hartazgo de la gente por los pésimos resultados de la política priista la verdadera causa que la llevó a impulsar el surgimiento del IFE, antecesor del INE.

En resumen: el INE es una conquista de todos los mexicanos y por eso tenemos el derecho y la obligación de exigirle al presidente López Obrador que respete las instituciones encargadas de aplicar las leyes. No podemos ni debemos permitirle que siga atacando al INE y menos que consume su propósito de anularlo, por alguna vía para tener el control absoluto de los procesos electorales, como hacía el PRI. Debemos estar seguros de que si López Obrador consigue lo mismo, los resultados serán peores que los sexenios priistas. 

No hay ninguna base para creer el cuento morenista de que hoy las cosas son diferentes, de que muchas cosas han cambiado con Morena en el poder, de que “no somos lo mismo que los corruptos del pasado” cuando todos estamos mirando que sus resultados son peores, que los de entonces. Tampoco es creíble el cuento de que sólo buscan actualizar y modernizar el sistema electoral para hacerlo más funcional y barato. Lo que quieren y al final lo confiesan con todo cinismo es poner al INE o al que pongan en su lugar bajo el control de la Secretaría de Gobernación, que es exactamente lo que hacía el PRI, ese es el punto fundamental, lo demás es puro engaño.

Defendamos la autonomía del INE, porque es parte de nuestro estado de derecho, pero también porque representa la única posibilidad de cambiar de hombre y de partido en el poder de manera legal y pacífica. Si el presidente López Obrador y Morena lo someten o lo suprimen, tendremos que conformarnos a una dictadura centralista. Decidámonos a luchar, no sólo por más democracia, sino por una vida mejor para todos.

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