MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Defendamos la verdad

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“Nadie ha dudado nunca del hecho de que verdad y política mantengan entre sí una mala relación, y, que yo sepa, nadie ha incluido la sinceridad entre las virtudes políticas. Siempre se ha considerado que las mentiras eran instrumentos necesarios y legítimos no sólo del oficio de político o demagogo, sino también del oficio de estadista”. Escribió la filósofa alemana Hannah Arendt en su ensayo “Verdad y política”, para explicar el uso de la mentira en la búsqueda del control absoluto.

La miseria en la que se encuentra sumergida la inmensa mayoría provoca que muchas veces la mentira sea mejor recibida que la verdad, pues ante la cruda realidad, atender aquello que nos muestra todo mucho más fácil es más persuasivo que el más elaborado argumento verídico. Un “buen político” dicen los asesores de la política moderna, es quien sabe qué es lo que la audiencia desea escuchar y ya por eso lleva una ventaja; prepara su narrativa para ofrecer lo más valioso en tiempos desesperados: esperanza.

“Morena, la esperanza de México”. Así llegó el partido gobernante al poder. ¿Pero qué estamos viendo “a mitad del camino”? A estas alturas ha quedado demostrado que el cargo codiciado durante tres campañas electorales le quedó muy grande al eterno candidato, López Obrador. A falta de resultados ha tenido que hacer uso de la mentira cada vez más cínica. Aunque hoy en día todo es verificable y, por tanto, pareciera no ser fácil mentir, esa dificultad fue resuelta hace un siglo por el propagandista nazi, Joseph Goebbels, quien dijo puntualmente: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Goebbels justificaba así todos los medios para conseguir su fin, sobre todo cuando se puso en práctica lo que él mismo bautizó como “Guerra Total”. Bajo este principio y por la falta de resultados es que López Obrador ha realizado un excesivo uso de la mentira; según la empresa SPIN Obrador llegó a su Tercer Informe de Gobierno con más 61,000 declaraciones falsas o engañosas en sus conferencias matutinas, siendo más mentiroso, en su momento, que Donald Trump.

Ha sido la pandemia la que sigue exhibiendo con más crudeza la ineptitud y las mentiras de la 4T, pues este pseudoproyecto no sólo ha costado millones de pesos, sino vidas humanas. La gran mentira de que México estaba preparado para enfrentar al Covid-19 está quedando a todas luces demostrada; por sexta ocasión en lo que va de 2022 el país ha registrado un nuevo récord de contagios en 24 horas (60 mil) y en el caso de fallecidos ya superó los 302 mil, de acuerdo con cifras oficiales. Así que sostener todavía que el sistema de salud es suficiente y que el gobierno López Obrador reaccionó mejor que nadie en el mundo es más que un absurdo, una perversidad. Al saldo mortal del virus hay que sumar las muertes derivadas de la violencia que hasta septiembre del año pasado, se han registrado 97,532 homicidios dolosos y 2,812 feminicidios.

“Por el bien de México, primero los pobres”, fue el slogan en torno al cual se construyó la narrativa morenista. Pero esta pésima administración no sólo ha cobrado la vida de decenas de miles de mexicanos, sino que ha arrinconado en la pobreza a millones, incluso a pesar de los programas sociales impulsados por el gobierno. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) ha publicado que entre 8,9 y 9,8 millones de mexicanos han caído en la pobreza debido a una disminución de sus ingresos, estimaciones que, según la institución, “muestran pérdidas importantes en los avances que se han logrado en materia de desarrollo social, amenazando la capacidad de recuperación de los ingresos de los hogares”.

Por si no bastara, sus mentiras han evolucionado a tal grado que ha venido creando una realidad alterna, al mismo tiempo que viene centralizando el poder, haciendo un uso sesgado de la historia de México para legitimarse de manera simbólica, haciendo uso a modo de personajes como Zapata y Ricardo Flores Magón. Sin embargo, muy lejos de aquellos grandes revolucionarios, hemos visto cómo desde que asumió el cargo, desde la máxima tribuna, López Obrador ha descalificado lo mismo a periodistas que le refutan sus “otros datos”, como a académicos y profesionistas que le demuestran científicamente que sus proyectos no son viables -a quienes les responde reduciéndoles el presupuesto-, tacha a todas las organizaciones sociales como intermediarias con el argumento de que piden moches para atomizar al pueblo de México con mendrugos. En fin, todos aquellos que no piensen como él son unos “conservadores”, “están en contra de la transformación del país”, “no entienden que esto ya cambió” terminando con la sentencia propia de dictadores que pronunció hace unos días: “si no estás conmigo, estás contra mí”.

La historia nos dice que las mentiras son consustanciales y necesarias para proyectos unipersonales y sectarios, su uso es necesario para todo proyecto totalitario. En ese sentido como debemos entender el plan de López Obrador por hacerse de todas las instituciones del país, en donde la única que todavía se resiste es el Instituto Nacional Electoral, tema que abordaré en mi siguiente colaboración.

Pero en proyectos realmente democráticos y revolucionarios, la mentira no tiene cabida. “La verdad debe ser respetada siempre, con independencia de las consecuencias que puedan seguirse de ella; y las convicciones propias, si son fe viva, deben encontrar en sí mismas, en la propia lógica, la justificación de los actos que se considera necesario llevar a cabo. Sobre la mentira, sobre la falsificación facilona únicamente se construyen castillos de viento que otras mentiras y otras falsificaciones pueden desvanecer”, decía el joven Gramsci, en 1916, en un artículo publicado en la sección turinesa del periódico socialista “Avanti”.

¿Cuántos mexicanos hoy todavía le creen al presidente? ¿Volverían a creer en él 30 millones de mexicanos, muchos de ellos desempleados y más pobres que antes y que han perdido familiares y amigos? Lamentablemente existen seguidores que creen -o como dijo el comediante Héctor Suárez, necesitan creer- en el presidente. Pero a pesar de eso ya no es el mismo que lo llevó al poder, día a día crece el número de decepcionados, mientras que el descrédito presidencial llega a niveles impensables y su castillo de viento está a punto de caer. Es por eso que seguirá haciendo uso de la mentira y los distractores.

Aunque la mentira como instrumento de la política está a la orden del día y a pesar de que parezca que el mundo se vuelve más incomprensible y pantanoso, como decía Gramsci, “no hay que ocultar a la clase obrera nada de lo que a ésta interesa, ni siquiera cuando tal cosa pueda disgustarla, ni siquiera en el caso de que la verdad parezca hacer daño en lo inmediato; significa que hay que tratar a la clase obrera como se trata a un mayor de edad capaz de razonar y discernir, y no como a un menor bajo tutela.” Pues “la verdad siempre es revolucionaria”, sostuvo Ferdinand Lasalle. Pero, como dijo el gran dramaturgo revolucionario, Bertolt Brecht en su texto “Cinco dificultades para escribir la verdad”: “Hace falta valor, en estas épocas, para hablar de cosas tan vulgares y pequeñas como la comida y la vivienda de los obreros, en medio de un gran vocerío que proclama que lo principal es el espíritu de sacrificio (léase austeridad)”. Defendamos la verdad, todavía estamos a tiempo, antes de que sea demasiado tarde. 

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