Los jóvenes estudiantes son un termómetro de la situación social en los países. En ese sentido, debemos recordar lo que sucedió en 1968 en el movimiento del 2 de octubre, justamente, lo que inició con una riña entre escuelas se convirtió en un movimiento contra el sistema social que puso en riesgo las Olimpiadas que se celebraron en nuestro país y que se inauguraron 10 días después del ataque a los estudiantes, pues fue el ataque directo a los estudiantes lo único que en ese momento pudo frenar al inmaduro y desarticulado movimiento estudiantil mexicano. Otro ejemplo, también de 1968 fue el conocido movimiento Mayo Francés, en el que los jóvenes estudiantes iniciaron sus revueltas en mayo y concluyeron en junio. En ellas protestaban en contra de la sociedad de consumo, en contra del capitalismo, en contra del imperialismo. Otro evento en México se suscitó en el llamado Halconazo en la ciudad de México o también conocida como la “masacre de Corpus Christi” y que pasó el 10 de junio de 1971. Las protestas de los alumnos del IPN y de la UNAM respaldaban la huelga de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nuevo León y fueron atacados violentamente con armas de fuego. Con ello sofocaron de nuevo los intentos de los estudiantes de luchar por causas justas.
En su momento, para contrarrestar esos ataques el sistema reprimió con la policía y el ejército a los jóvenes, pero también intensificó su juego perverso de la propagación de las drogas y del alcohol, así como la música psicodélica para atrapar a los jóvenes y alejarlos de las preocupaciones sociales y la búsqueda por un cambio social profundo.
El gobierno, aunque dice que “respeta” la libertad de los jóvenes de manifestarse, deja entrever que va contra las políticas del Estado norteamericano y ese “respeto” se convierte en una paliza y cientos de detenciones
Con la caída del bloque socialista, todo indicaba que no habría más movimientos estudiantiles, porque habíamos llegado a la época de las libertades y de la democracia; sin embargo, con el paso de los años, se fueron quitando la máscara los imperialistas del mundo, los dominadores, y mostraron que no había dos opciones: o el mundo se hacía a su imagen y semejanza, o nadie más podría disputarles su poder, razón por la cual ejercerían la fuerza.
La realidad, que siempre es más terca que los supremacistas, mostró su error y, sobre las bases de la economía de mercado, tan defendida por EE.UU., sobresalieron China, Rusia y junto con ellos un bloque de economías desarrolladas capaces de competirle a los imperialistas en su propio terreno: en la producción de mercancías y en el terreno militar.
Aun así, creen que tienen el mismo poder, las mismas condiciones que antes; sin embargo, la realidad ha cambiado y son otras las circunstancias.
Los países imperialistas son víctimas de sus propias contradicciones (hoy les cuesta más trabajo reclutar militares, pues hay muchos norteamericanos excedidos de peso y drogadictos). Pero ¿en qué se refleja esta condición? En la política de doble racero que siguen los supremacistas norteamericanos, pues provocan un conflicto artificial con Rusia, apoyando a Ucrania (sin ensuciarse las manos y aventando a los ucranianos a morir y a pagar las armas que les entregarán, que no son de a gratis); azuzan a sus aliados de la OTAN para rodear a Rusia y, por si fuera poco, para golpear a China se lanzan a apoyar a sectores retrógradas de Taiwán, cuando se trata de una isla que pertenece territorialmente a China y, por ende, violan los norteamericanos los tratados internacionales e irrespetan la soberanía de China; finalmente, han decidido apoyar a Israel, su enclave en medio oriente quienes otrora fueron masacrados por los nazis y, ahora, simplemente, masacran a los palestinos despiadadamente y les tratan como “razas inferiores”.
El gobierno norteamericano del presidente Biden, ha inyectado recursos económicos de “apoyo” a Ucrania (ha dado dinero al complejo militar industrial y a Ucrania le ha enviado armamento norteamericano, que como dijimos, deberá pagar el pueblo ucraniano); ha intensificado su apoyo a Taiwán y ha respaldado las acciones genocidas de Israel en contra del pueblo palestino; sus tibias condenas a lo que ha estado haciendo impunemente Israel, no han tenido mayor repercusión y sigue el ejército israelí matando niños inocentes sólo por ser palestinos; pero, eso sí, condena enérgicamente y sanciona, igual, enérgicamente al pueblo ruso por defender su soberanía sin hacer una carnicería como la que sí está haciendo Israel, repito, impunemente.
Pues bien, llegó la hora del descontento y en Estados Unidos fueron los estudiantes de las universidades privadas quienes iniciaron acciones de protesta en contra de las decisiones de su propio gobierno y pusieron un campamento en diversos campus; en otros, tomaron las bibliotecas y se atrincheraron en ellas. La respuesta de los gobiernos locales no se hizo esperar: la represión policiaca con lujo de violencia se hizo presente.
Las universidades que han participado en las acciones de protesta son el MIT, Instituto Tecnológico de Massachussets; la Universidad de Columbia en Nueva York; la Universidad de Michigan; la Universidad de Nueva York; la Universidad de California los Ángeles; la Universidad de Yale; la Universidad de Princeton, entre otras; incluso, internacionalmente la Universidad Nacional Autónoma de México.
El gobierno, aunque dice que “respeta” la libertad de los jóvenes de manifestarse, deja entrever que va contra las políticas del Estado norteamericano y ese “respeto” se convierte en una paliza y cientos de detenciones. Así es el país de las libertades y de la democracia en el mundo: el represor y agresor más terrorífico de la historia, más que lo que hizo Hitler y su nazismo.
Finalmente, no deja de ser significativo que los estudiantes protesten y lo hagan en Estados Unidos. Me da gusto, me parece bien, es un acto que refleja la existencia de descontento social en Estados Unidos y no debe resultarnos indiferente. Jóvenes valientes se atrincheraron en la biblioteca de la Universidad de Columbia; jóvenes de la Universidad de Michigan, en el estadio, en plena ceremonia de graduación, llegaron con banderas pro Palestina exigiendo se apruebe el Estado Palestino y se deje de atacar a gente inocente; en la Universidad de Princeton, se puso un campamento en huelga de hambre; algunas universidades han cancelado sus clases presenciales para evitar más protestas; otras han cancelado sus ceremonias de graduación por temor a más protestas.
Viva la juventud en lucha, valiente y decidida. Por fortuna, en México tenemos un movimiento estudiantil que cumple 25 años de lucha y es la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez, FNERRR. Las protestas en Estados Unidos no deben verse como un hecho aislado, sino como un síntoma del descontento de la sociedad norteamericana que puede ser el inicio de una serie de cambios profundos que lleven al mundo, no a una debacle nuclear, sino a la construcción de un mundo multipolar, desarrollado y justo para todos.
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