El 1º de diciembre de 2021, en el marco del festejo por su tercer año de gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció un aumento del 22 por ciento al salario mínimo para el año próximo, porcentaje que según expertos ni siquiera compensará la pérdida del poder adquisitivo del ingreso nacional promedio que ya provocó el alza inflacionaria del 7.05 por ciento reportada el pasado 15 de noviembre.
Además de los especialistas en economía, quienes consideraron el incremento de la inflación como el mayor en 20 años, comerciantes organizados calculan que el nivel de los precios llegará a por lo menos el ocho por ciento al finalizar 2021 debido a que en las festividades decembrinas el consumo generalmente es muy alto.
Al inicio de 2021, el Banco de México (Banxico) pronosticó un índice inflacionario del tres por ciento para todo el año, pero desde el primer semestre se ubicó en el 3.43 por ciento; el 15 de octubre se situó en el 6.36 por ciento –más del doble– de acuerdo con el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), que elabora el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y el 15 de noviembre avanzó al 7.05 por ciento.
Cuauhtémoc Rivera Rodríguez, dirigente de la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (Anpec), dijo el pasado 19 de noviembre que la inflación anual de 2021 será por los menos del ocho por ciento y que en la “cuesta de enero” de 2022 habrá aumentos en los precios de los productos básicos.
En su participación en la convención anual del Instituto Mexicano de Ejecutivos en Finanzas (IMEF), Jonathan Heath, subgobernador de Banxico, anticipó el 18 de noviembre que en el cierre de 2021 la inflación superará el siete por ciento: “Es un problema bastante grave, significa que estamos enfrentando la mayor inflación de los últimos 20 años”, afirmó.
El 1º de noviembre de 2021, los analistas privados consultados por Banxico, hicieron 10 ajustes al alza en su cálculo de la inflación y dijeron que al término de 2021 ésta sería de no menos de 6.60 por ciento, además de que redujeron del 6.15 al seis por ciento su previsión del crecimiento económico del país, aunque otros expertos anticipan una disminución de entre el 1.5 y el 2.5 por ciento.
La economía de la vida real
La señora María de Lourdes Cruz, habitante de Ixtapaluca, quien labora como orientadora escolar, enfrenta dentro de su hogar el problema inflacionario con base en la administración más rigurosa de las ingresos que tanto ella como su esposo aportan, a fin de que sus cinco hijos no carezcan de los alimentos y los artículos domésticos más necesarios, pero la inflación empieza a desbordarla.
“Hay productos que aumentaron de precio y son básicos. Me he dado cuenta de que con estos precios sería muy complicado llevar una dieta sana y equilibrada, porque, por ejemplo, deben consumirse muchas verduras y frutas, que han aumentado de precio. El tomate, para hacer una salsa, está carísimo. Para comprar un kilo, que ahora cuesta 60 pesos, habrá quien diga mejor compro papas, de ésas que venden en los puestos en bolsitas de 10 pesos, y un refresco, y ya comieron, ¿no?
“El jitomate ahora está en 40 pesos, pero antes lo compraba en 12 o 14 pesos; ¿qué va de esa cantidad a 40 pesos? El tomate verde estaba, cuando muy caro, a 18 pesos el kilo; y ahorita está en 60 pesos. El melón estaba como en 20 pesos la pieza y ahorita está en 45, más del doble. El pescado estaba en 100 o 120 pesos el kilo y ahorita está en 180 pesos.
“Entonces a veces se hace comida que sabemos que no nos va a nutrir, pero que es más económica. A lo mejor hago chilaquiles o arroz con tortillas. En las familias grandes como la nuestra se busca lo más económico, aunque tratando de que haya algo nutritivo en el desayuno, la comida y la cena”, dijo la señora Lourdes a este semanario.
Gethzabel Escalante Reyes, de 26 años, tiene una niña y trabaja en una cocina económica en la zona de Nezahualcóyotl; y enumeró a buzos los problemas que cotidianamente tiene con los precios cuando hace compras para su hogar: “antes, con dos mil pesos me podía surtir para 15 días, pero ahora ya no, porque todo está en aumento, y para nosotros el salario sigue igual. No nos conviene que suba el salario mínimo porque sube toda la canasta básica”.
Resaltó que los artículos de mayor demanda son los que más están subiendo de precio: “Lo que sí también está subiendo demasiado son las tortillas; el kilo estaba en 14 pesos y ahorita ya está en 20; el pan ha subido de uno o dos pesos por pieza. El gas también. Acabo de comprar el tanque (de 20 kilos), ha subido mucho. A principios de este año costaba 350, 380 pesos y ahorita ya está en 520”.
Kristobal Meléndez Aguilar, del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria, A.C. (CIEP), dijo a esta revista que la inflación “es un elemento importante que afecta a los ciudadanos: por un lado el poder adquisitivo cae y por otro, la inflación empieza a encarecer productos en diferentes medidas y se afectan los productos de la canasta básica”.
Meléndez aseveró que la inflación provoca una disminución directa de los ingresos de las personas, de tal forma que éstas requieren cada vez de más dinero para comprar lo mismo que antes. “Dentro de una política de austeridad en la que el sueldo de algunas personas no está subiendo y con mayores niveles de inflación, el efecto de esa política es mayor, porque se reduce más el salario de esas personas”.
Dependencia alimentaria
Uberto Salgado Nieto, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dijo el pasado 16 de marzo que la falta de interés gubernamental por apoyar la producción del campo, que está dirigida al consumo interno, desmoronó la autosuficiencia o soberanía alimentaria que el país llegó a tener hasta 1992. Ahora, enfatizó, el suministro nacional de los alimentos depende en un 57 por ciento de importaciones a precios del inestable dólar.
En su análisis Más del 50 por ciento del consumo de alimentos en México depende del exterior, Salgado Nieto detalla que con las reformas al Artículo 27º constitucional ejecutadas en 1992 se abrió la posibilidad de vender los ejidos de propiedad social y con ello se crearon las condiciones para la entrada y formación de grandes consorcios dedicados a la exportación de alimento y no a garantizar su suministro en el país.
“La principal consecuencia fue la pérdida de soberanía alimentaria, porque los grandes productores no se orientan a la producción de granos básicos para la dieta del mexicano, como son el maíz y el frijol, sino que producen aguacate, bayas y frutas tropicales que tienen alta demanda fuera del país.
“En 1980 se importaba el 11 por ciento de los alimentos que se consumían a nivel nacional; para 2011 ese grado de dependencia se incrementó a un 50 por ciento y actualmente, el 57 por ciento del consumo nacional, sobre todo de granos básicos, depende del exterior”, señala.
El doctor Abel Pérez Zamorano, profesor e investigador en la Universidad Autónoma Chapingo (UACh) dice en su artículo Inflación en alimentos, fracaso de la estrategia agrícola que los principales factores del incremento inflacionario en el país se deben al aumento en los precios internacionales de los productos alimenticios del campo y a la caída de la producción agrícola nacional.
Detalla que en 10 años los precios mundiales de las mercancías básicas han alcanzado niveles máximos, como es el caso de los granos, que aumentaron el 32.8 por ciento y los aceites vegetales el 60 por ciento. Esto perjudica mucho a México, porque es un gran importador de alimentos y muy vulnerable a los efectos inflacionarios.
“Entre 2006 y 2020 pasamos de importar el 70.6% del arroz al 83.3; del 54 al 61% del trigo; del 34 al 39% de la carne de cerdo; de 26 a 37% del maíz; de 15 a 22% de leche de bovino, de 13 a 21% de carne de aves (CNA, El Universal, 15 de octubre de 2021). Éramos ya un país con creciente dependencia alimentaria, y ahora la situación se agrava. Somos el segundo importador de maíz (con 18 millones de toneladas en 2020)”, resalta Pérez Zamorano.
“El monto de las compras al extranjero de frijol, maíz, trigo, café y arroz se disparó 54 por ciento durante los primeros siete meses de este año”, dice el experto en otra cita del Banxico (La Jornada, siete de octubre), anota con énfasis que las importaciones de frijol superaron el 140 por ciento y las de maíz el 70 por ciento.
Sobre la baja producción agrícola del país denuncia que la razón es “por falta de una estrategia de desarrollo del sector agrícola científicamente diseñada y de un apoyo real a la productividad y al desarrollo tecnológico (eliminación de fideicomisos del Conacyt, reducción del presupuesto a ciencia y tecnología)”.
En su análisis Pérez Zamorano califica de “artificios” la creación de la dependencia federal Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex) y de una subsecretaría de autosuficiencia alimentaria, porque la política en esta materia opera en contra.
“Del ya de por sí reducido presupuesto al campo, buena parte se destina a fines asistenciales. Precisamente esa política está haciendo crisis: repartir en papel, en billetes, una riqueza que no se produce en la realidad; y pagamos las consecuencias con importaciones más cuantiosas y caras que provocan inflación en alimentos, lo que a su vez vuelve polvo el poco dinero que las familias reciben en efectivo”, precisa el especialista de la UACh.
Además afirma que el modelo agrícola mexicano está distorsionado porque “produce mucho (somos el duodécimo productor de alimentos), y exporta, pero productos de alto valor comercial, y nos hace crecientemente dependientes en alimentos básicos. Nada de esto ha corregido la 4T”, enfatiza para luego resaltar que esto hace más urgente la habilitación de un nuevo modelo económico en el país.
Crece la tensión social
Al dar a conocer los resultados de la 16ª Encuesta Hábitos de Consumo y Pobreza, realizada por la Anpec, Cuauhtémoc Rivera alertó sobre el malestar social generado por el alza de los artículos de primera necesidad. Esto “es lo que tensa y estresa a la gente que lo que busca es algo muy elemental: llevar de comer a sus casas”.
Entre los resultados de la encuesta se revela que “al cliente promedio no le alcanza para una canasta básica”, opinión en la que coincidió el 85.7 por ciento de los tenderos de comunidades y colonias populares del país. Éstos informaron de un aumento del 30 por ciento en el número de los clientes habituales que piden fiado, equivalente al 79.83 por ciento.
Analistas consultados por buzos señalan que los incrementos en los precios de los combustibles, el gas y la electricidad doméstica han sido también factores decisivos para el alza de los precios de los alimentos y la inflación en general.
Al término del primer semestre de 2021 –con fecha de publicación del 15 de julio– el precio de la gasolina se había incrementado en un 13.2 por ciento en comparación con el mismo periodo de 2020, alza que tiró por los suelos la promesa del Presidente de que los combustibles no subirían de precio y que la inflación sería de tres por ciento en todo el año, cuando para entonces se hallaba en el 3.43 por ciento.
En este año los precios de la gasolina han mantenido su tendencia al alza. En la Ciudad de México, el 27 de julio la gasolina Magna costaba 20.89 pesos el litro; la Premium, 22.78 pesos; y el diésel 21.81 pesos. Para el 1º de diciembre de 2021, la Magna costaba 20.97 pesos; la Premium, 23.19; y el diésel, 22.01 pesos.
En 2021, el precio del gas se incrementó el 34 por ciento y la energía eléctrica el 18.8 por ciento; en este caso debido a la suspensión del programa de subsidios gubernamentales en la tarifa de verano, aplicada en las regiones del país cuyas altas temperaturas requieren del uso de ventiladores y la refrigeración de alimentos.
Entre los alimentos con mayor alza en sus precios en 2021 estuvieron el jitomate, con el 25 por ciento de aumento promedio en octubre, según el INPC del Inegi, que también destacó un incremento del 29.5 por ciento en el pollo.
Asimismo, datos de la Anpec actualizados en noviembre, indican que uno de los productos de consumo generalizado que más incrementó su precio fue el aguacate, que saltó de 35 a 70 pesos; seguido del tomate, que aumentó el 94.44 por ciento; el frijol, 54.29 por ciento; jitomate, 43.7 por ciento; cebolla, 42.8 por ciento; limón, 42.3 por ciento; papa, 40 por ciento; chile serrano, 8.33 por ciento; y huevo, 17.65 por ciento.
Según la encuesta Hábito de consumo, de la Anpec, otros factores que impulsaron la inflación fueron el alza en el costo de los transportes, con el 16.01 por ciento; así como la de los muebles y enseres domésticos, que aumentaron el 6.29 por ciento.
En su informe trimestral del dos de junio de 2021, Banxico anticipaba una inflación del 4.8 por ciento al finalizar 2021, muy por arriba del tres por ciento que había estimado para todo el año, en tanto preveía un incremento hasta del siete por ciento en el crecimiento de la economía, que era superior incluso al seis por ciento calculado por el Presidente de la República; aunque analistas consultados por este semanario anticipaban uno de entre 1.5 y 2.5 por ciento.
Aumento salarial insuficiente
La Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (Conasami) anunció, el 1º de diciembre, un incremento del 22 por ciento al salario mínimo a partir de enero de 2022, el que sin embargo tendrá que cargar con el siete por ciento de la inflación detectada en noviembre pasado, pero que según analistas y comerciantes podría llegar al ocho por ciento al finalizar el año.
El salario mínimo general pasará de 141.70 a 172.87 pesos diarios en la mayor parte del territorio nacional y en la Zona Libre de la Frontera Norte subirá de 213.39 a 260.34 pesos diarios.
Las organizaciones civiles que integran Acción Ciudadana Frente a la Pobreza (ACFP) dijeron igualmente que el 22 por ciento al salario mínimo será insuficiente y el 21 de septiembre de 2021 dieron a conocer una propuesta de aumento al salario mínimo con la que los trabajadores podrían empezar a recuperar el poder adquisitivo de sus ingresos.
La definición de la nueva cuota salarial, según la propuesta de ACFP, debería hacerse con base en la consideración de dos componentes: el porcentaje anual de incremento al costo de la canasta básica como porcentaje de referencia (el siete o el ocho por ciento) y 35 pesos más como “monto independiente de recuperación (MIR), un instrumento que la Conasami aprobaría a fin de resarcir el poder adquisitivo del salario.
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