El Triángulo Norte de Centroamérica está formado por los países de Guatemala, Honduras y El Salvador. Entre estos y Estados Unidos de América se extiende nuestro país con cientos de kilómetros de largo en la ruta más corta por tierra entre la frontera Sur y la frontera Norte. Sin embargo, la diferencia de desarrollo económico es un abismo. Según la OIT, mientras que en los Estados Unidos (EE. UU.) el salario promedio de los trabajadores es de $1,257 dólares al mes, en Guatemala es de $358, en Honduras $340 y en El Salvador $347.
Alguno podría alegar que esta diferencia se funda en las diferencias de productividad, en las diferencias de la capacidad productiva de las personas debido a los años de educación acumulados por cada individuo. Sin embargo, en los días que corren la capacidad productiva de los trabajadores está determinada no por su habilidad, destreza y creatividad, sino por los medios tecnológicos, con las herramientas, con el volumen de capital con el que pueda trabajar. En eso residen las diferencias de productividad de los trabajadores.
La economía norteamericana reporta un excedente económico anual enorme. Este es resultado no solo del gran volumen de capital acumulado en su economía sino del constante reflujo de beneficios que, producidos por trabajadores de otras latitudes del mundo, acaban en los bolsillos de las corporaciones norteamericanas. Como todo capital, el que está afincado en territorio estadounidense requiere mujeres y hombres que con su trabajo conserve y acreciente el capital invertido. Y, para que el crecimiento sea el máximo posible, el capital gastado en pagos de salarios, debe ser el mínimo. Por eso el desarrollo tecnológico ha tenido, de la mano con la empresa capitalista, un impulso histórico y ha consistido en la sustitución de la fuerza del hombre en el proceso de producción por la de la naturaleza y de la habilidad humana por la mecánica de las herramientas.
En este contexto no debe extrañarnos que a EE. UU. fluyan con regularidad olas de migrantes ilegales con el objetivo de hallar un empleo que les permita vivir bien y poder sacar adelante a sus hijos. Solo en 2019, las autoridades mexicanas reportaron 607 mil eventos de detenciones y en los Estados Unidos se hicieron solo en el mes de mayo de 2019, 80 mil detenciones solo de centroamericanos que representa el 80% del total. No hay cifras oficiales de este fenómeno pero los organismos especializados estiman, con base en el número de detenciones hechas en la frontera norte de México, que en 2021, 3% de la población hondureña ha salido de su país buscando ingresar a territorios de EE. UU; esto es, 300 mil personas. Un verdadero éxodo.
La causa principal es el hambre, la pobreza y la falta de oportunidades. La población de esos países es en su mayoría jóvenes en edad de trabajar y con familia a la que procurar y sus economías están estancadas. La mitad de su población tiene menos de 24 años, en el caso de México este indicador es de 30 años. El PIB per cápita es de menos de la mitad del de México, en el caso de Guatemala y menos de la tercera parte en el caso de Honduras. En Honduras el 75% de la población padece pobreza. Para combatir el atraso económico es necesario que haya inversión, inversión productiva.
La Cepal estimó una inversión necesaria de más de 44 mil millones de dólares. Hace unos días la vicepresidenta de EE. UU. Kamala Harris anunció una inversión de empresas privadas transnacionales en la región por un monto de 1.2 mil millones de dólares para combatir el atraso económico de la región. A la vista está que es una cantidad muy insuficiente para las necesidades de empleo que hay en la región y es apenas, el 2% de la propuesta de la Cepal. Pero los trabajadores centroamericanos, como nosotros (porque la migración mexicana ha vuelto a incrementarse también y la escalada de violencia reciente da miedo), deben entender que no será hasta que a una sola voz y como un solo hombre exijan a sus gobiernos las políticas necesarias, no habrá quien haga el milagro de hacer de nuestras naciones, unas dignas para el desarrollo de las familias de los trabajadores.
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