Nuestro país tiene una gran cantidad de recursos naturales que deberían garantizarnos una vida sin pobreza a todos los mexicanos; un alimento diario, servicios sanitarios, agua para todos. Esto nos lleva a reflexionar: si tenemos gran cantidad de recursos, ¿por qué la explotación de los mismos solo beneficia a unos cuantos?
Las poblaciones rurales se encuentran en el dilema de quedarse en sus comunidades y sufrir las carencias o emigrar a las grandes ciudades, donde los jóvenes aprovechan la oportunidad laboral mal pagada, pero donde compiten con las habilidades que permitió su alimentación, educación y situación económica. Es claro y hasta lógico que el que esté mejor preparado recibirá un mayor pago, dejando de lado a todos aquellos jóvenes y adultos segregados a empleos que no tienen una especialidad en conocimientos.
Los mexicanos ya insertos en la vida laboral sobreviven con salarios bajos ante una economía en constante alza de precios, mismos que les impiden generar un ahorro y, con él, certidumbre ante los imprevistos.
Los adultos mayores que tienen una pensión sufren la falta de medicamentos en los sistemas de salud y altos precios por parte de las farmacéuticas, que también están entrando en un juego a favor del sistema neoliberalista de libre empresa, donde el que tiene para pagar tendrá salud, y el que no esperará en las largas filas del sistema de salud popular.
El modelo económico neoliberal que actualmente predomina a nivel mundial, y de manera obsoleta en nuestro país, no da oportunidad laboral a todos y lo que da es limitado, con salarios bajos que no dan acceso a un crédito de vivienda por arriba de los 1.5 millones de pesos o a tres horas de la Ciudad de México.
En conjunto, el trabajador asalariado debe cubrir hipotecas, pasajes y alimento diario en constante encarecimiento, con una crisis económica que afecta a todos los rubros y a todos los estratos económicos.
Vivimos una era de confianza ciega en los programas sociales, que no acabarán con la pobreza y, por el contrario, nos acostumbrarán a depender cada vez más de papá gobierno.
El gobierno en turno está por poner su granito de arena al endeudamiento del gasto público, con un incremento de 28 % en el fondo de pensiones que equivale al 72 % de lo estimado en recaudación, que será muy limitado pero generará una incertidumbre porque no sabemos de dónde va a salir.
Trabajo hay y mucho, así como las injusticias a las que es sometido el estrato socioeconómico más castigado de la población y cada vez más desprotegido; con sistemas de contratación, eventuales, sin prestaciones, mal pagados y con jornadas laborales largas que ya abarcan los tres turnos; provocando desgaste, estrés y enfermedades producto de una mala alimentación y carencia de ejercicio físico.
La pobreza que existe por ingresos bajos afecta a la mitad de la población. En 1992 había 46.1 millones de personas en pobreza por ingresos y en 2020 el dato se incrementa a 66.7 millones de personas.
Existe en México una nula preocupación por el incremento salarial en los últimos 20 años; por políticas de contención salarial de parte de los gobiernos y los sindicatos, no funcionan para mejorar o que exista una justicia social.
Vivimos una era de confianza ciega en los programas sociales, que no acabarán con la pobreza y, por el contrario, nos acostumbrarán a depender cada vez más de papá gobierno.
Es una responsabilidad conjunta de gobierno y empresas el considerar acciones que beneficien al trabajador asalariado y mejorar las condiciones laborales, para así evitar una próxima crisis en los sistemas de salud.
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