Según las cifras oficiales, en México la pandemia de Covid-19 ha sido el evento más mortal en el último siglo, pero no solo eso, significó una "catástrofe humanitaria, sanitaria, social, educativa, económica”. A un año de que las autoridades mexicanas declararan el fin de la emergencia sanitaria, un grupo de expertos en áreas de la salud, medio ambiente y epidemiología, así como en las de la educación, economía y política presentaron un informe que tiene el objetivo de comprender y explicar con objetividad científica lo que ocurrió en México durante el periodo de emergencia provocada por la pandemia de Covid-19 a fin de que la sociedad mexicana sistematice su experiencia y pueda enfrentar con mejores armas situaciones similares en el futuro. Así, el 30 de abril de 2024 se presentó el Informe de la Comisión Independiente de Investigación sobre la Pandemia de Covid-19 en México.
Las cifras oficiales son abrumadoras. Entre marzo de 2020 y febrero de 2022, se registró un exceso de muertes -es decir, muertes por encima de la mortalidad normal- de más de 800 mil defunciones; esto representa una tasa de defunción de 6.4 por cada mil mexicanos, la cuarta más alta del mundo según la Organización Mundial de la Salud. En México por cada 100 hospitalizados por Covid-19, en promedio fallecieron 44; en EE.UU. en los periodos de mayor mortandad el porcentaje máximo de fallecimientos entre los pacientes hospitalizados fue de 15%. México registró el número más alto de fallecimientos de personal médico en el continente americano: 4 mil 843 médicos, enfermeras y personal de apoyo. En México las defunciones de jóvenes y adultos fue mayor que en el resto del mundo.
Se dejó morir a la población que no tenía medios para curarse. Eso es lo que podemos y debemos tener claro del informe que reseñamos sobre la gestión de la crisis sanitaria.
Según el informe esta retahíla de catástrofes pudo haberse evitado con una mejor política de control de la pandemia. El informe concluye que más de 300 mil muertes son atribuibles directamente a la mala gestión del gobierno. “Existen tres claves para comprender el fracaso de México en su respuesta a la pandemia: la permanente subestimación de la gravedad del virus, la centralización y personalización de las decisiones, y la política de austeridad” -concluye el informe.
El primero de estos elementos se evidencia primero con la estimación del daño -inicialmente se dijo que en un escenario exagerado la pandemia ocasionaría alrededor de 60 mil defunciones; pero luego, y a pesar de que la realidad exhibía el error, se reincidió en ello de manera menos ingenua; el gobierno trató de ocultar con perversión la verdadera magnitud de la catástrofe. El informe demuestra que hubo un subregistro sistemático de muertes causadas por el Covid-19 -más de uno de cada tres muertos por Covid-19 se registró con otra causa en el acta de defunción-. Asimismo, los discursos
Sobre el negativo papel de la “centralización y personalización de las decisiones” se destaca que las autoridades federales no coordinaron la respuesta de los niveles estatales y municipales de gobierno, ni del sector privado. La falta de coordinación entorpeció la instrumentación de políticas y acciones concretas como el uso de cubrebocas, realización de pruebas diagnósticas, medidas de contención de la movilidad y la vacunación en la que incluso se organizó haciendo consideraciones de tipo electoral.
Finalmente refieren a la consigna de austeridad como uno de los elementos que magnificaron la tragedia. Entre los factores que más daño provocaron está el desmantelamiento de tajo del seguro popular y la instrumentación del fallido insabi. Este factor dejó a 39% de la población sin acceso a un servicio de salud. En aras de la austeridad no se instrumentaron medidas que permitieran a los trabajadores permanecer en sus casas, tampoco se gastó en pruebas que permitieran contener el contagio y las vacunas fueron llegando a cuentagotas.
Habrá quienes al leer sobre la pandemia del Covid-19 se vean tentados a dar carpetazo, a pensar que ya pasó y, en esa medida, no vale la pena pararse a pensar en ella. Sin embargo los catastróficos efectos de la pandemia no se reducen a la gran mortandad que vino con ella, sino que la trascienden. Solo por mencionar algunos, están los efectos sobre la salud de quienes después de padecer la Covid-19 desarrollaron enfermedades crónicas que los han incapacitado para realizar tareas básicas; el impacto en el desarrollo de los más jóvenes que en México tuvieron uno de los más largos periodos de suspensión de actividades escolares y que lastrará su desempeño social; el impacto en la vida de los más de 200 mil huérfanos que dejó la pandemia. Pero, sobre todo, hay que entender que esta no fue la última pandemia que hemos de experimentar como pueblo, hay que entender que los pueblos deben sacar experiencias políticas de todo lo que le ocurre, sobre todo de las catástrofes que lo arrasan.
El informe confirma algo que ya se había exhibido, “Los más pobres murieron en una magnitud desproporcionada en esos años”, pero relaciona directamente este resultado con la pésima gestión, con la negligencia del gobierno de la 4T. Se dejó morir a la población que no tenía medios para curarse. Eso es lo que podemos y debemos tener claro del informe que reseñamos sobre la gestión de la crisis sanitaria.
En México la pandemia de Covid-19 fue más devastadora de lo que fue en el resto del mundo. Esto fue resultado de la pésima gestión que el gobierno de la 4T hizo de la crisis que negligentemente dejó a su suerte a millones de mexicanos. La 4T, ni entonces ni ahora, representa al pueblo, sus necesidades no son primero cuando implican comprometer los intereses de los empresarios, como la reactivación económica, el control de la deuda pública o la estabilidad del tipo de cambio. Los intereses del pueblo, es decir, contar con las condiciones para su desarrollo pleno, solo los puede enarbolar, exigir y defender el pueblo mismo. Pero solo lo puede hacer si se organiza y participa activamente en la lucha por el poder político del país.
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