Diálogo entre un desalmado armado hijo de Putín
y un inconforme… que parece ser que así se llamaba
- Miré amigo que si yo lo mato es por su bien, ¡Entiéndalo y no proteste!
- Pero cómo va estar bien. Eso que usted dice no le entiende nadie y menos yo, que soy el afectado, o, a ver, explíquemelo.
-No necesito explicarle nada. Usted párese ahí, frente a esa barda, porque le voy a meter media hora de tiros en la cabeza, y no proteste porque eso tampoco está bien.
-Pero cómo va a estar bien, si el afectado soy yo y usted está abusando de su poder con toda esa bola de pistoleros que tiene y que ahorita están aquí, armados hasta los dientes, y como si no fuera suficiente, usted trae ese tremendo pistolón con el que me amenaza.
-¡Ah! Con que además oponerse a lo que le voy a hacer, es usted un rebelde propagandista político en mi contra, que quiere manchar mi imagen impoluta, calumniandome de abusivo prepotente y hasta insinúa que soy asesino ¿Sólo porque lo quiero matar?
-Pues ya que usted lo dijo y me permite decírselo, le digo que de impoluto usted no tiene nada, pues en este pueblo casi todos sabemos lo que usted ha hecho casi desde que nació, y todas las inmoralidades y delitos que le conocemos, le quitan hasta el derecho de usar esa palabra para usted. En cuanto a lo de asesino, ni le quiero mover, porque si le dijera le podría citar tantos casos que nos tardaríamos tanto tiempo que se tendría que tardar muchos días para fusilarme, o ¿Acaso usted cree que ya se nos olvidó todo lo que sabemos?
-Usted no es nadie para recriminarme lo que he hecho o lo que no, a usted solo le doy el derecho de obedecerme, acatar lo que yo le diga y callarse.
-Pues mire, independientemente de que me mate yo le quiero recordar que, además de asesino, ladrón, cínico, desvergonzado, abusivo y muchas cosas más, es usted el mentiroso más grande del mundo.
-A mí lo que usted diga, piense o haga, o lo que digan otros, me tiene sin cuidado. Yo hago y trabajo para mí y lo demás no me importa.
-Eso ya lo sé y lo sabemos muchos, solo le recuerdo que en este pueblo o mundo rascuache como le querramos decir, usted le robo la mitad de sus tierras, en 1845, a la familia, esa, que le llaman de los mexicanos, que solo por citar algunos casos, usted fue, en el 2003, y le destruyó sus casas, mató familiares y se apropió de las gasolineras y todo el petróleo y combustibles que pudo, a la familia de los Iraquies y después de todo eso, mandó a ahorcar al jefe de ellos, al tal Sadam Hussein.
Que también a la familia de los libios les hizo lo mismo, en 2011 y que a su patriarca, después de que lo acabó, lo sodomizó y lo mandó asesinar a sangre fria.
Que antes de esto usted ya tenía antecedentes de su abuso contra muchos otros, pues con su dinero mandó a invadir y a robarse todo lo que pudo a la familia de los nicaragüenses en 1912, pañameños en 1989, y muchos más, muchos más.
-Ah, sí, ¿Y qué más? ¡Eh!
-Pues si me deja decirle más, usted tiene comprado a la radio local y le ordena hablar todo a su favor, que tiene bien comprados a los periodistas para que no digan todas sus fechorías y que, al contrario, hablen bien de usted; que lo mismo hace con los dueños de las televisoras a las que les paga millonadas para que lo presenten como lo que no es y justifiquen todo lo que hace.
Por eso puedo asegurar, al 100 por ciento, que, si usted me mata ahora, en las primeras planas de los periódicos que usted tiene comprados, va a aparecer, en primera plana, en letra grandota y negra, la siguiente nota: "Lo mato por su bien”.
Y luego en la explicación de esa nota dirá: “El gringo, de tan buena gente que era, mató a su adversario", quien, de manera incomprensible estaba en desacuerdo por ser un ignorante e inconsciente que no entendia que se robaba y mataba en su propio beneficio.
Así eran el diálogo entre estos dos personajes, si usted le encuentra algún parecido con lo que está ocurriendo entre una potencia mundial muy conocida y otros que se quieren defender de ser borrados del mapa, no lo piense mucho, salvo las circunstancias de tiempo, lugar u redacción estará usted en pleno derecho de pensar que no hay ningúna diferencia.
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