El pasado sábado, en el zócalo de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), celebró con sus simpatizantes el quinto aniversario de su triunfo electoral; inició su discurso mencionando que “ha sellado su pacto con el pueblo y gobierno”, agregó que “para evitar que la oposición retome el poder, los seguidores de la Cuarta Transformación no deben apartarse del ideal que es apoyar a los de abajo, aliarse siempre y sostenerse, con el pueblo”, asimismo que si se quiere cambiar la realidad, dijo, por convicción y protección política hay que ver por los pobres.
Sin embargo, hoy, los mexicanos son más pobres que hace cinco años. De acuerdo con los otros datos, el mal de la desigualdad es reflejo de una política económica regresiva, puesto que el lema emblemático de AMLO “por el bien de todos, primero los pobres”, se redujo a una frase de discurso que no se traduce en mejores condiciones de vida para 55.7 millones de mexicanos cuyas necesidades básicas están insatisfechas, en nuestro país están pasando cosas muy importantes que no son beneficiosas para la gente. Entonces, ¿a quién beneficia el pacto entre el pueblo y el gobierno?
Además de la galopante pobreza que no sede, veamos lo que sucede con el empleo laboral, en los últimos datos de la Población Económicamente Activa, resulta que la población que está en edad de trabajar y está en las condiciones de hacerlo, ascendió a 60.6 millones de personas y creció con respecto al mismo mes de 2022 en 1.1 millón. Sin embargo, de éstas 26.6 millones están en el sector formal, pero con salarios de hambre y 32.2 millones en la informalidad, con ingresos inestables, de acuerdo al informe del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en su Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), publicada hace algunos días.
Estos son algunos de los lastres sociales que López Obrador no ha querido corregir o, dicho de otra forma, ha llegado al límite su incapacidad, no tiene ni idea de qué hacer ante los problemas que enfrentamos, por eso ha preferido hacer lo que dicta su intuición, a lo antiguo y cuando se le confronta con la realidad y los desaciertos que ha generado, López Obrador se enoja y reacciona con descalificaciones, lo mismo hace cuando se le cuestiona en la deficiencia educativa, salud, infraestructura social, desarrollo tecnológico, desarrollo económico, sobre las consecuencias de tres obras mal planeadas, mal ejecutadas y a un alto costo; así del combate a la inseguridad donde hasta el día de hoy hay más muertos que en todos los sexenios que han pasado antes de Morena y de la 4T.
La Cuarta Transformación y su líder moral, siguen dando palos de ciego a diestra y siniestra, con resultados de un mal gobierno; observamos que al presidente no le interesa, ni le quita el sueño, estos datos oficiales que reflejan la cruel realidad en que viven millones de familias mexicanas sumidas en condiciones precarias, toda vez que continúa predicando sobre su México perfecto, el de la 4T, en donde según él ya acabó con la corrupción y con el neoliberalismo que impedía el progreso del país, cuando la evidencia concreta de la realidad indica, a todas luces, que el mandatario federal es protector de los corruptos y el más defensor del capitalismo.
En contraste, si queremos ver qué tanto un gobierno está realmente de lado del pueblo, de lado de los explotados, solamente basta con ver lo que propone y ejecuta en materia de política social. Un gobierno podrá decir que está a favor del pueblo trabajador, pero si no establece un sistema en el que se distribuya mejor la riqueza, donde el poder esté al servicio de las mayorías y se les garantice estabilidad y prosperidad, pero si no se distingue nada de eso, ese gobierno lo acepte o no, será uno más de los que de palabra defienden al pueblo y en los hechos lo traicionan.
Aquí se demuestra pues, que no basta con cambiar de partido en el poder para cambiar las condiciones materiales y espirituales de la gente trabajadora, el pueblo tiene que jugar un papel decisivo, para ello es necesario que el pueblo despierte, se concientice y se levante con un solo ideal, que tome el poder y que cambie el modelo económico por otro para el bien de todos, es una tarea que sólo podrá cumplir el propio pueblo cuando se decida a organizarse para arrebatarle el poder a la oligarquía imperante, porque el problema para los pobres en México empeorará.
Recordemos que, desde el inicio de esta administración federal, los impulsores de la 4T, se propusieron la meta de terminar con la corrupción porque según ellos, es la madre de todos los males del país y los demás temas relevantes y urgentes, como el desarrollo social, la seguridad, el empleo y la seguridad alimentaria, entre otros, quedaron relegados sobre prioridades secundarias; así se explica que el bienestar de la mayoría de los mexicanos no haya mejorado, sino por el contrario, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), están por debajo de la línea de pobreza por ingresos, es decir, no ganan lo necesario para alimentarse y alimentar a sus familias.
El país está de cabeza y, desafortunadamente, tenemos un presidente que no lo ve y no lo percibe, aunque López Obrador diga que pertenece a la izquierda mexicana, no está de lado del pueblo, el lema de campaña de “primero los pobres”, quedó sepultado en sus mentiras, pero como el mismo mandatario dijo, “una cosa es lo que se dice en campaña y otra cosa lo que se hace ya en el gobierno”.
A quien todavía tenga alguna duda, le recuerdo aquella frase: “por sus hechos los conoceréis”, y los hechos están diciendo claramente y día tras día que López Obrador y Morena son todo, menos los representantes y defensores del pueblo que se dicen ser.
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