Luego de las elecciones celebradas el 2 de junio, vimos cómo los municipios fueron pintándose de guinda. Ahora gobierna “el pueblo sabio”, como ellos dicen y ahora “el ¡pueblo manda!”. Son sólo frases estratégicas que han utilizado los políticos para embelesar a más de un ciudadano que confía en que en realidad es el pueblo mexicano el que puede quitar y poner según sus intereses que al pueblo convenga. Pero en la historia de México eso no ha ocurrido.
La realidad es contraria a la que nos dicen y prometen. La situación por la que atravesamos en estos momentos sólo demuestra los intereses más perturbadores que la política puede dejar al descubierto.
Los proyectos propuestos para cambiar el destino del país no funcionaron; sólo quedaron como proyectos fallidos y ahora se espera que los eche a andar el Gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo.
Seis años después de haber ganado la Presidencia de la república, Andrés Manuel López Obrador, arropado por el mismo partido, nuevamente llega al triunfo con el partido Morena. Me parece que las cosas siguen igual, salvo que ahora las entregas monetarias están a la orden del día.
Quien diga o crea lo contrario, basta revisar los rubros donde la asignación fue deficiente. Fue el caso del presupuesto a la educación.
El periódico El Economista señala:
“En un análisis del gasto de los últimos 22 años que realizó Mexicanos Primero, encontró que el actual gobierno ha destinado en promedio 1.8 de cada 10 pesos del presupuesto educativo a rubros como la implementación curricular, libros y materiales educativos, acciones de equidad e inclusión, educación socioemocional y tecnologías de la información. En cambio, en los primeros cinco años de la administración de Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón, la inversión fue de 4 y 3.9 pesos de cada 10 pesos en promedio, respectivamente.”
No olvidemos rubros importantes que quedaron fuera del umbral de asignación en el presupuesto como la cultura, el deporte, la infraestructura, entre otros rubros que resultaron minimizados con el afán de hacer entrega de dinero a manos llenas.
Todo esto fue realizado de “forma directa”, porque entre mano y mano, la corrupción se hacía presente, pero eso sólo ocurría en años anteriores al gobierno guinda.
Hoy el método parece que ha funcionado, logrando que el electorado vuelva a confiar en la política “izquierdista” que promete mejores cosas, un aparente bienestar que alcanzaremos los mexicanos con la construcción del segundo piso de la 4T.
Aun cuando la realidad nos dicta que esto no es así, que no estamos mejor que antes, que muchas de las promesas que realizó el ahora casi exmandatario, no se cumplieron.
La realidad puede ser dura y objetiva, pero los proyectos propuestos para cambiar el destino del país no funcionaron; sólo quedaron como proyectos fallidos y ahora se espera que los eche a andar el próximo Gobierno morenista, que abandera Claudia Sheinbaum Pardo.
A decir de muchos, tiene muchos proyectos que deberá echar a andar; si serán efectivos, aunque eso no lo sabemos.
¿Cuál deberá ser nuestro actuar? Precisamente, el de ver muy de cerca el funcionar del nuevo Gobierno morenista, que cumpla cabalmente las promesas realizadas, pero sobre todo que mejore la situación económica de las familias que no pueden hacerlo por sí mismas.
Que mejore el sistema de salud tan precario que existe en el país; que los aumentos al salario sean reales y que nos alcance para poder vivir bien.
Debemos exigir que se mejoren los servicios básicos en los hogares, el transporte de quienes tenemos que trasladarnos en ellos, y una lista interminable de problemas que vive la gente en el día a día. Para ello es necesaria una intervención precisa, objetiva y siempre en favor del pueblo trabajador.
Nuestro actuar es precisamente exigir al Gobierno todas estas mejorías por el bien de los mexicanos. De lo contrario, estamos destinados al fracaso de todos nosotros, incluso de quienes todavía confían en el segundo piso de la cuarta transformación.
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