Mucho he escuchado decir, de mis cercanos, familia, amigos, vecinos, colegas y conocidos, que la política es la forma más perversa de enriquecerse ilícitamente y de corromperse, y consideran que el que se dedica a la política es un ser que ambiciona poder y dinero. Y, por ende, rechazan todo lo que tenga que ver con la política, y en concreto la lucha organizada. Sin que sepan la causa, se pronuncian en contra de manifestar las necesidades públicamente y de defender los derechos, por considerarlo según sus principios e ideología, una pérdida de tiempo, pues consideran que el cambio no se puede dar por esa vía, y piensan más bien, que se trata de la voluntad de una sola persona o un solo grupo de personas. Y bajo esta perspectiva es que consideran arriesgado, osado y hasta vergonzoso hacer lo que hicimos el martes pasado en puertas de la presidencia de manzanillo: defender los derechos y dar a conocer las necesidades de los más pobres.
Al respecto quiero compartirles otra perspectiva que pudiera ayudar a comprender la necesidad de la lucha organizada. En primer lugar, creo que basta con revisar la historia de la humanidad para comprender y concluir que fue el trabajo colectivo, la fuerza de grupo, lo que hizo sobrevivir al hombre a todas las inclemencias del tiempo. Si el hombre hubiera enfrentado solo la vida precaria de los tiempos remotos, no existiéramos hoy ni ustedes y yo. Evidentemente la vida colectiva generó el desarrollo y progreso de la sociedad. El salto a la etapa del individualismo, resultó de la producción en exceso, es decir que mientras antes se producía solo lo necesario para subsistir y todo se consumía no había mayor problema; pero cuando existió la producción en exceso, la propiedad privada apareció, y con ella la palabra mía, mi, mis, y todo lo que alude solo al individuo.
En segundo lugar, la causa de que pensemos como tal, es que existe todo un sistema que trabaja a favor del individualismo, aunque no nos demos cuenta, desde donde se promueve toda una ideología que privilegia el bienestar privado y no público. Y entonces se educa al ciudadano para que valore su vida como el mayor tesoro, como si nunca fuera a terminar, se le educa también para pensar que, con buena actitud, con buena voluntad, con bondad, podrá salir adelante solo sin ayuda de nadie, que es innecesario preocuparse por el otro, que es incluso entrometido si intentara ayudar al otro a resolver sus problemas. Y el sistema que promueve esta ideología y por tanto una actitud, es bastante sutil, de manera que es imperceptible.
Por tanto, no es culpa de individuo pensar cómo piensa, ni actuar como actúa; pues le han inoculado todo un prototipo de “ser”, sin embargo, si es su responsabilidad asumir una postura crítica para encontrar las causas, las raíces, de esta filosofía de “ser”.
Así pues, el individualismo es tan arraigado entre nuestra cultura actual, que ya casi nadie se interesa por el bien común, porque lo considera una utopía; y mejor se preocupa por estar bien consigo mismo, por estar bien con “el de arriba” (entiéndase un Dios), y por la superación personal y la adquisición de poder y dinero como la máxima de la vida. Esa forma de ser, antinatural, nos ha traído hasta el episodio que hoy vivimos: pobreza extrema contra riqueza extrema, cambio climático devastador, economía colapsada, la pandemia más grande la historia, inseguridad, corrupción, y el inicio de lo que podría ser la tercera guerra mundial. La pregunta aquí es, ¿que no queda demostrado con la existencia de estos y otros tantos problemas sociales, que la voluntad del individuo no basta? ¿Que el buen ánimo, las oraciones, las buenas vibras, los abrazos y apapachos, sirven, pero no generan un cambio?
La realidad nos dice que hace falta mucho más que todo eso que menciono, hace falta regresar la mirada al trabajo colectivo, a la solidaridad, a la empatía, al humanismo, y a ponernos en acción con miras al bienestar común, que entendamos que solo el bien común permite el bien propio, y no al revés. Y para ello es necesario, salir de la cárcel mental en la que nos han metido cientos de años de sometimiento, enfrentar con valentía la verdad y actuar en consecuencia. Entender que somos más los que estamos del otro lado, somos más los buenos, somos más los pobres, somos más los trabajadores, los que construyen el mundo con su trabajo.
Por eso, es necesario practicar la lucha organizada, porque como dice Martha Harnecker en su libro de titulado ¿Qué es la sociedad?: “Las revoluciones sociales no las hacen los individuos, las personalidades, por muy brillantes o heroicas que ellas sean. Las revoluciones sociales las hacen las masas populares”. Con base en esta idea, queda refutada la idea de la superación personal y queda el espacio para la reflexión. ¿qué pasaría si todos los inconformes saliéramos a la calle a manifestar nuestra inconformidad, seguiríamos siendo uno?
Es por eso que manifestarnos en la presidencia de Manzanillo, no es un acto de hostigamiento, ni una amenaza para el gobierno, sino un grito de auxilio de los más pobres del municipio, ante la autoridad que corresponde, y lo hacemos con mucho respeto, sabiendo que es nuestro derecho, y además la única salida que nos queda, preocupados por el bienestar común.
Mi natal Manzanillo, puerto de gente trabajadora, solidaria y humana, merece mejores condiciones de vida, merece gozar un poco de lo que tanto produce con su esfuerzo y sudor. Por eso hago un llamado a la población en general a sumarse a esta causa. Y a nuestra presidenta, un respetuoso llamado para que el próximo martes 01 de marzo nos atienda, o nos programe en su agenda, y escuche de viva voz de los ciudadanos, cuáles son sus necesidades apremiantes en concreto, y juntos busquemos una alternativa de solución. Solo así podremos salir adelante, no lo digo yo, lo dice la historia, que ya lo ha demostrado. Nos vemos el martes.
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