Conozco la situación del país y he de reconocer que cada día está peor en diferentes situaciones, desde seguridad, pobreza, alimentación, agricultura entre otros sectores de la sociedad y también me he dado cuenta de que el gobierno no hace nada al respecto. Sin embargo, pocas veces he visto una emergencia tan apremiante y de consecuencias tan catastróficas como la severa sequía que actualmente azota a gran parte de México.
Los informes más recientes de los organismos meteorológicos y de gestión del agua pintan un panorama desolador. Vastas extensiones del territorio nacional se encuentran sumidas en condiciones de sequía extrema o excepcional, con niveles de precipitación muy por debajo de los promedios históricos. Los embalses y presas estratégicas tienen niveles críticos, poniendo en jaque el suministro de agua para consumo humano, la agricultura y la generación de energía.
El caso del estado de Tlaxcala es particularmente preocupante. Esta pequeña entidad, colindante con la capital del país, sufre una crisis hídrica sin precedentes. Los mantos acuíferos se encuentran severamente sobreexplotados, mientras que los principales ríos y arroyos están prácticamente secos. Campesinos y agricultores de la región se ven obligados a migrar en busca de oportunidades, poniendo en peligro toda una forma de vida rural que data de la época prehispánica.
Ante esta emergencia de proporciones épicas, uno esperaría que el gobierno federal, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena, estuviera actuando con denuedo para mitigar los estragos y diseñar soluciones integrales de largo plazo. Lamentablemente, lo que hemos visto hasta ahora es todo lo contrario: negación, inacción y una preocupante falta de liderazgo y visión.
Desde los primeros signos de esta prolongada sequía hace años, las voces de alerta de científicos, ambientalistas y sociedad civil han sido acalladas o minimizadas por un discurso oficial que parece vivir en una realidad paralela. En lugar de asumir la magnitud de la crisis y trazar un plan de acción robusto, la administración morenista se ha limitado a aventar culpas a fenómenos incontrolables como el cambio climático, restando importancia a factores críticos como la deforestación, la sobreexplotación de acuíferos y la obsoleta infraestructura hidráulica.
En Tlaxcala, como en muchas otras entidades azotadas por la sequía, los programas y obras prometidas por el gobierno federal brillan por su ausencia. Los anuncios rimbombantes de megaproyectos hídricos resultan ser meras cortinas de humo que no se traducen en acciones concretas sobre el terreno. Mientras tanto, comunidades enteras se quedan sin acceso a agua potable, poniendo en riesgo su salud y su futuro.
Me resulta inaceptable la negligencia y desdén con que la administración de AMLO ha respondido a este desastre en cámara lenta. ¿Acaso el bienestar del pueblo y la protección de nuestros recursos naturales no deberían ser las máximas prioridades de un gobierno que se autoproclamó como defensor de los más desfavorecidos?
Es momento de que Morena y su líder máximo dejen de lado la retórica hueca y las excusas baratas. Necesitamos acciones contundentes, sustentadas en la mejor ciencia disponible, que ataquen las raíces del problema: detener el saqueo de nuestros mantos acuíferos, reforestar cuencas hídricas clave, modernizar la infraestructura hídrica y gestionar los recursos con una visión de sustentabilidad a largo plazo.
En Tlaxcala y en cada rincón del país asolado por esta sequía, las comunidades exigen y merecen respuestas. Necesitan ver un compromiso real de su gobierno, no con las cámaras de televisión, sino sobre el terreno. Programas robustos de captación de agua de lluvia, tecnificación del riego agrícola, reforestación masiva y un replanteamiento profundo de nuestro modelo de gestión hidráulica, con la participación activa de los sectores productivos y la sociedad civil organizada.
Hoy alzo mi voz como ciudadano preocupado por el presente y el futuro de México. Esta crisis hídrica nos exige acción decidida, no más remilgos ni simulaciones. Es momento de que Morena y el gobierno de la Cuarta Transformación escuchen el clamor de un país sediento... sediento de agua, pero también de verdaderas soluciones.
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