Es una realidad la desigualdad económica que impera en nuestro país y lo mucho que se acrecentó durante los dos años de pandemia. El impacto en materia de economía, educación y salud es catastrófico. Pero ¿quién o quiénes podrán ponerle fin a esta desigualdad? ¿Es posible? Son preguntas que la población se hace y que es necesario responder.
Primero pondré la lupa sobre la educación y economía, factores importantes para el desarrollo de una sociedad, en segundo lugar, la importancia que debemos poner todos los mexicanos, y en tercero la necesidad de que la juventud tome conciencia de su importancia para este cambio, porque serán ellos quienes transformaran este país.
Para entrar en materia, empezaré mostrando algunos datos que nos ayudaran a ver la gravedad del problema. Se dice que en México existen mil 300 millones de jóvenes de 15 a 24 años (16.8 por ciento) que representan un cuarto de población nacional (24.7 por ciento), de estos, en el periodo 2019-2020, había una matrícula de 5 millones 144 mil 673 que estaban estudiando, 51 por ciento eran mujeres y 49 por ciento hombres; el 82 por ciento asistía a escuelas públicas y 18 por ciento a privadas. Vemos además que el abandono escolar fue de 10.2 por ciento; reprobación 12.8 por ciento y la tasa de terminación, 65 por ciento según la Secretaría de Educación Pública, 2020.
Ahora bien, si el grado de desarrollo educativo de una sociedad está asociado directamente con el crecimiento de su economía, revisemos ahora los datos de este rubro. Se habla de que en América Latina hay 130 millones de trabajadores informales y México ocupa el primer lugar. El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) revela que el desempleo total pasó de 12.3 por ciento a 17.7 por ciento; es decir, de 7 millones 742 mil personas a inicio de año creció a 11 millones 478 mil, 3 millones 376 mil más. Esto afectó más a los jóvenes de 15 a 29 años, 21.3 por ciento (3 millones 994 mil) al fin de 2020, 7 por ciento más que las personas que no están en este rango de edad; 70.5 por ciento de los que trabajan carecieron de ingreso suficiente; 8 millones 914 mil de los trabajaban no tenían seguridad social y 6 millones 787 mil jóvenes carecen de contrato estable.
Por lo tanto, la combinación de las actividades escolares y laborales puede entenderse como una respuesta de los jóvenes ante la necesidad de sobrevivencia, haciendo frente a las dificultades económicas de sus hogares.
Con todos estos datos quería llegar a explicar cómo la economía y la educación están relacionadas directamente con el desarrollo de las sociedades, lo queramos o no, pues cuando la economía crece, las condiciones para crear un sistema educativo se ven favorecidas y, recíprocamente, el desarrollo educativo, provoca a su vez que la economía sea más competitiva y que esa masa de trabajadores educados sea capaz de generar condiciones de competitividad más eficientes.
No olvidemos que las sociedades más desarrolladas son pioneras en la innovación de ciencia y tecnología, como es el caso de China. Pero en nuestro país ante la llegada del gobierno de la 4T, se le invierte menos del 0.3 por ciento.
Claro es pues que quienes debemos tomar las riendas del país somos los hijos del pueblo pobre, aplicando los cuatro puntos elementales que propone el Movimiento Antorchista: empleos suficientes para la población en edad de trabajar, salarios que garanticen cubrir la canasta básica necesaria, redistribución del gasto social y una política fiscal progresiva.
Solo de esta forma, el Estado tendrá los recursos suficientes para financiar el proyecto del que aquí hablo. Para algunos podrá parecer irrealizable, pero que no exige más allá de las posibilidades reales.
Los jóvenes deben asumir que ellos pueden y deben hacer el cambio, inteligente y sensatamente, siempre de la mano de la clase trabajadora. Debe empezar a jugar su papel de verdadero transformador de verdadero revolucionario como lo decía el Chileno Salvador Allende: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”. Es lo que hoy nuestro pueblo nos pide, requerirá mucha abnegación, valentía, pero sobre todo inteligencia para no cometer los mismos errores de quienes han tratado de hacer “transformaciones”. ¡Llego la hora! Juventud al combate.
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