Durante los tres años que lleva gobernando el presidente López Obrador, construyendo su tan cacareada “Cuarta Transformación”, la situación de las clases trabajadoras y de los mexicanos más humildes, para quienes dice gobernar en primer lugar, ha empeorado. La más reciente Encuesta de Ocupación y Empleo del Inegi reveló que 2021 fue un año muy malo para los trabajadores mexicanos.
“En el último trimestre de 2021, el número de personas que ganan entre 1 y 2 salarios mínimos [entre 175 y 350 pesos), el segundo nivel más bajo de ingresos en México, reportó 19 millones 940,225, una cifra no vista en los registros del Inegi y que representó un incremento de 2 millones 504,165 personas más en comparación con el último trimestre de 2019, previo a la pandemia. Por otro lado, el número de quienes ganan más de cinco salarios (850 pesos, más o menos) disminuyó en 712,273, al reportar solo 1 millón 299,638 personas [Ni el 1% de la población del país] con este nivel de ingresos”. (Expansión, 18 de febrero)
Además, la ENOE reveló que, en el mismo período, el número de personas que trabajan más de 48 horas a la semana (los que establece la Constitución y la Ley Federal del Trabajo) creció hasta 15 millones 527 mil personas, una inequívoca evidencia de que los bajos salarios cada día alcanza menos para sobrevivir, ya no se diga para vivir cómodamente. Además, el número de trabajadores sin acceso a seguridad social creció en poco más de 500 mil, que sumados a los más de 30 millones de mexicanos que perdieron el Seguro Popular, nos ilustra un grave problema de carencia en el acceso a los servicios de salud.
La tragedia no acaba ahí. El país también registró cifras récord en el número de mexicanos laborando en el empleo informal, pues su número ascendió a 31 millones 609 mil 319, un incremento del 7.3 por ciento superior a la cantidad registrada en el mismo período, último trimestre del año de 2020. “Cerramos 2021 con un dato que merece atención: Hay 2 millones 375,558 personas que trabajan sin recibir remuneración. Aquí hay hijos, hijas, esposos o esposas, concubinas, sobrinos o tíos que contribuyen, quizá, con su esfuerzo al negocio familiar” (El Economista, 18 de febrero)
A estos números escalofriantes todavía hay que agregar que dos millones 150 mil personas en edad de trabajar están totalmente desocupadas. Además de que, “entre la llamada Población No Económicamente Activa (unas 39 millones 722,559 personas), “7.5 millones de personas se declaran disponibles para trabajar, pero no buscaron trabajo. `Aceptarían uno si se les ofreciera´, dice el INEGI. Son 7.5 millones que no se suman a los 2 millones 150,000 desocupados, por la sencilla razón que no hicieron el esfuerzo de buscar empleo [pero que de hacerlo se agregarían en automático a la cifra, dando un total de 10 millones de desocupados].” (Ibid)
Así, entre los desocupados, los trabajadores sin pago, los que están en el empleo informal y los mexicanos con empleo formal, pero con salarios de hambre, tenemos algo así como 60 millones de mexicanos.
Fácilmente podría aducirse que son los efectos devastadores de la pandemia, sin embargo, no debemos olvidar que la economía mexicana ya venía estancándose desde antes. “Además de una inversión pública y privada detenida, que no ha podido impulsar la generación de empleo y más ingresos para las familias”, como dijo el presidente del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF), Alejandro Hernández. Son el resultado de la errada política económica de la 4T.
Política económica que, como refiere el Ing. Aquiles Córdova Morán, secretario general del Movimiento Antorchista, en su más reciente artículo, parece tratarse de “la llamada política de gasto para reactivar la economía, que consiste en elevar primero la demanda de bienes y servicios incrementando el poder adquisitivo de las mayorías y, por esa vía, forzar la elevación de la oferta y, por tanto, la de la inversión. Así se entenderían las ingentes cantidades de dinero que está destinando a sus programas sociales en detrimento de otros importantes servicios que debe prestar el Estado y de la inversión pública”. Desatendiendo la inversión productiva, a la que además es hostil el presidente, principalmente la que proviene de la iniciativa privada que no se pliega ciegamente a su proyecto de “transformación”.
El Ing. Córdova Morán agrega: “Solo con inversión [pública o privada] es posible llevar a cabo la instalación de nuevo capital productivo, que es la forma en que se materializa el incremento de la riqueza social y de la capacidad productiva, de la que dependen el empleo, mejores salarios y mayor recaudación fiscal para el Estado.” En los hechos, el presidente lleva ahuyentando a la inversión privada y recortando el gasto público durante su sexenio.
En el mismo sentido opina Alejandro Saldana, economista en jefe del grupo Ve por Más: “Para que los salarios crezcan de forma sostenida e importante tiene que venir acompañado de un incremento en la productividad de la mano de obra y esa productividad se obtiene a través de invertir en maquinaria, en equipo en tecnología, y en educación. Entonces si no hay inversión difícilmente vamos a ver un crecimiento importante y sostenido en los salarios.”
Pero el presidente López Obrador tiene otras prioridades. Lleva 17 días seguidos dedicando la mayor parte de su conferencia matutina a su pleito con el periodista Carlos Loret de Mola. No ha podido demostrar que sea falsa la información presentada en el reportaje de Mexicanos contra la Corrupción y Latinus sobre el inexplicable enriquecimiento de su hijo mayor y su nuera, cuyo estilo de vida contrasta abrumadoramente con el discurso de austeridad franciscana que pregona el presidente cada mañana, por lo que para desviar la atención, no ha escatimado en el uso de las instituciones del Estado como instrumentos de venganza política y de represión para, por ejemplo, exhibir los supuestos ingresos de Loret de Mola.
El propio periodista en su más reciente programa de Latinus del 17 de febrero reflexiona: “La reacción del presidente, merece atención aparte. El país se cae a pedazos: pandemia, inseguridad, carestía, crisis económica, etc., y el presidente cree tener derecho a desentenderse de ello y a concentrarse en usar todos los instrumentos del Estado para una venganza personal”. Una verdad irrefutable.
Así, mientras que la situación económica de las clases trabajadoras se recrudece, mientras sus ingresos cada vez son menores y se hunden en la pobreza y lacerante miseria, el presidente ocupa su tiempo y su pensamiento en pleitos y vendettas personales que de nada sirven para mejorar la situación de los millones de pobres a quienes prometió cambiarles la suerte. También en esto ha fallado, como fracasó en el combate a la corrupción, ahora probada hasta en su propia estirpe.
Para lograr una verdadera transformación de México, favorable en realidad con los más pobres, es necesaria la educación y organización de las clases trabajadoras del país y de todos los mexicanos que aspiran a una patria rica y justa, en torno a una fuerza social que les de cohesión ideológica, organizativa y de acción. Este instrumento existe de hecho, es el Movimiento Antorchista Nacional. Los antorchistas queremos una patria próspera y productiva, en donde la riqueza se distribuya de manera equitativa entre todos sus hijos.
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