Según expertos, los resultados de las elecciones del 6 de junio han obligado al presidente Andrés Manuel López Obrador a ajustar su estrategia para dar continuidad a su proyecto denominada “Cuarta Transformación”. Sabe que la previsible composición de las cámaras del Congreso en 2024 puede hacer muy complicado lograr mayorías calificadas que puedan revertir las reformas constitucionales que llegue a lograr en la última recta de su sexenio. En este contexto, si se logran efectuar dichos cambios a la Constitución, sería muy difícil que sean desechos en el futuro inmediato.
De tal manera que para dar continuidad a su proyecto, López Obrador ha puesto en marcha un plan para asegurar el triunfo, tanto presidencial como legislativo en las elecciones de 2024. Para ello, pondrá énfasis varias estrategias durante los próximos años.
Una de ellas consiste en fracturar a la alianza opositora. Analistas coinciden que el verdadero riesgo para Morena es que se logre pactar con el respaldo del PAN, PRI, MC y PRD a un solo candidato a la presidencia de la República. En este sentido, lo primero que va a tratar de asegurarse es que el partido Movimiento Ciudadano continúe con la estrategia de presentarse individualmente y que encarezca exorbitantemente su participación en una alianza, que la haga inviable. Lo segundo es tratar de fracturar al PRI.
El presidente mantiene una estrecha relación con algunos gobernadores priistas, así como, con otros personajes y estas relaciones tratarán de ser empleadas para fracturar al PRI y hacer muy difícil su permanencia en el bloque opositor. Por otra parte, sobre la base de los resultados previsibles en las elecciones estatales, el PRI podría llegar solamente con una o dos gubernaturas al 2024, así que es muy alta la posibilidad de que el priismo evalúe una alianza con Morena para asegurar su viabilidad de mediano plazo.
Asimismo, como todos los mexicanos fuimos testigos en este reciente proceso electoral, se usará la estrategia contra los candidatos opositores. Así sea un solo candidato de la oposición unificada o varios, hay la certeza de que el Gobierno federal tratará de usar todos sus recursos, incluyendo obviamente la Unidad de Inteligencia Financiera o la Fiscalía, para desacreditar a quienes quieran contender. Para los morenistas, es lo de menos que se trate de invenciones o de verdades a medias, lo verdaderamente importante es que logre pegarle a la imagen de cualquier prospecto para hacer que los votantes indecisos opten por el candidato de Morena.
De acuerdo con los resultados electorales 2021, lo que nos espera en el corto plazo es más de lo mismo, solo que corregido y aumentado con la estrategia de López Obrador rumbo al 2024. Por sus discursos mañaneros, podemos estar seguros de que para él hubo un claro apoyo a su Cuarta Transformación y la orden de los votantes de proseguir sin desmayo por el mismo camino que emprendió en 2018.
De esta manera, hoy más que antes, la oposición tiene el reto de librar una batalla continua y sin claudicaciones contra las iniciativas perjudiciales del presidente, como sabemos no será fácil porque seguirá siendo minoría. Esta batalla exige un frente único, un bloque dispuesto a asumir todos los riesgos en defensa del Estado de Derecho, nuestra Constitución y sobre todo el régimen democrático de los mexicanos.
Los antorchistas fuimos los primeros en proponer una alianza nacional para hacer frente a Morena y fuimos los únicos que insistimos en que, para ganarse a las masas populares, era necesario construir entre todos una propuesta integral que dejara claro cuáles son las prioridades nacionales y cómo se pensaba atacarlas. Un nuevo modelo de país que se comprometiera cabalmente con los marginados, pero también con toda la nación, para rescatarla del abismo de desigualdad, pobreza y dependencia económica en que se halla sumido desde hace muchos años. Nadie nos tomó en serio. La alianza fue a la campaña armada con un discurso acusatorio, pero sin la necesaria autocrítica sobre sus propios errores. Los pobres resultados del 6 de junio hablan por sí solos.
Desde mi modesto punto de vista, la raquítica ventaja no significa simpatía y aprobación de la alianza opositora. Se trata más bien del conocido voto de castigo, del repudio de los electores hacia la política del presidente y los morenistas, votos que agarró la oposición porque no había nadie más que lo hiciera. Debido a que no se propone cambiar en serio y comprometerse con los marginados y con el país, es más evidente la duda de si la bancada aliancista se mantendrá firme y unida, sin traicionar, claudicar ni negociar a espaldas de los otros aliados, para frenar el desastre nacional morenista. Ésta será su última y mejor oportunidad de posicionarse con rumbo a la elección presidencial de 2024. Pero su reto es librar una batalla continua y sin claudicaciones.
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