Chimalhuacán es, nuevamente, un basurero. Las calles están llenas de baches y maleza; los servicios públicos son disfuncionales; las aguas negras han vuelto a correr en las avenidas.
El guerrero Chimalli, un símbolo del municipio a nivel internacional, luce maltratado y descuidado; su superficie se ha llenado de óxido que puede corroer el acero y sus puertas están cerradas.
El domingo 1 de septiembre, los antorchistas festejarán 36 años de lucha en Chimalhuacán. Ese evento será un momento cumbre que marcará la situación política y social próxima.
Aun así, el municipio sigue siendo moderno; descuidado, maltratado, destruido, pero no ha perdido su condición de modernidad. La historia reciente de Chimalhuacán no se ha podido borrar a pesar de que podría estar más deteriorado, más hundido, más oscuro y miserable.
Pero su historia cuenta con un punto de inflexión, un gigante que comenzó a trabajar desde 1988 y cambió Chimalhuacán.
Pocos lugares de México deben una transformación tan radical a ese gigante como Chimalhuacán. En otras palabras, Chimalhuacán es grande por la capacidad, los resultados y el motor que fue ese gigante.
Si bien los revolucionarios sabemos que los grandes cambios sociales los hacen los pueblos, esa verdad es inherente en Chimalhuacán. El pueblo organizado (que no fue todo el pueblo) logró grandes cambios, grandes conquistas que lo colocan como un ejemplo para el antorchismo a nivel nacional.
Un municipio sumergido en total abandono, en una marginación inhumana, se convirtió en una localidad con servicios de primera, con espacios públicos de altísimo nivel.
Debemos reconocer aquí el papel de la personalidad en la historia. El movimiento de masas logra los cambios necesarios en la sociedad, pero este no puede iniciar su impulso sin la importancia que juegan los líderes en este proceso. Y no sólo uno, sino un conjunto de dirigentes que han estado presentes en todo el desarrollo.
Sin embargo, a pesar de que no fue un sólo líder el constructor, sí hubo figuras sobresalientes. Una de ellas es el biólogo Jesús Tolentino Román Bojórquez.
No se puede entender el Chimalhuacán actual sin mencionar la existencia de Antorcha, del pueblo organizado. Pero tampoco se puede entender el movimiento sin la presencia única e inalcanzable del biólogo Tolentino.
El maestro Aquiles Córdova, durante un evento en Tecomatlán, Puebla, dijo que el biólogo Tolentino merecía un monumento en Chimalhuacán por haber encabezado la transformación a gran escala que se logró en ese municipio.
Y sí, en efecto. Tolentino Román gobernó Chimalhuacán con resultados impresionantes, inconmensurables. Y aun así se fue como llegó, sin casas nuevas, sin propiedades, sin vehículos de lujo.
El biólogo no le debe nada a la población y, sin embargo, el pueblo sí le debe todo, por eso se merece un monumento, el cual no esperamos que paguen.
A pesar de que se ha hablado en demasía de las obras creadas durante el Gobierno antorchista, que incluyen al guerrero Chimalli, el planetario digital, los miles de kilómetros de redes de agua y drenaje, el transporte público de calidad, los auditorios, los deportivos, y un largo etcétera, Antorcha y el biólogo no sólo estuvieron presentes en el Gobierno.
No comenzaron a actuar cuando se ganaron las elecciones en el año 2000, sino que desde el comienzo hubo resultados.
De 1988 al año 2000, se fundaron más de 200 escuelas, desde preescolar hasta la Escuela Normal Ignacio Manuel Altamirano y ocho universidades; se entregaron unos mil 800 lotes de vivienda; se formaron seis mercados de barrio; se ganó el sistema de agua para Balcones de San Agustín; se logró la electrificación definitiva de toda la zona baja; se construyeron más de 80 kilómetros de guarniciones y banquetas, y se inauguraron 22 lecherías, entre otras cosas.
De 45 a 50 activistas, con apoyo del antorchismo nacional, lograron que en el 2000 se ganara la presidencia municipal y que todo avanzara.
El gigante que cambió Chimalhuacán no nació en el 2000 con el Gobierno, sino desde antes incluso de 1988, con resultados importantes. De ello se deduce que tampoco muere con el fin del gobierno antorchista; esto último ha traído como consecuencia que el municipio vuelva a ser un basurero, inseguro, oscuro y miserable.
El domingo 1 de septiembre, los antorchistas festejarán 36 años de lucha en Chimalhuacán. Ese evento será un momento cumbre que marcará la situación política y social próxima, ya no del municipio, sino del movimiento, del pueblo organizado y del futuro que viene.
Debe ser el momento de recuperar el orgullo, los éxitos y la verdadera historia de lo que se ha hecho en Chimalhuacán. Es momento de reconocer el esfuerzo de los antorchistas y reconocer a los liderazgos que han surgido durante estos 36 años, quienes hicieron que ese municipio brillara y fuera un lugar digno para todos.
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