Los mexicanos acabamos de vivir un proceso electoral muy importante, y considero necesario reflexionar sobre quienes buscaron ser votados para alguno de los cargos públicos, y que después del proceso electoral del 2 de julio, al no ser favorecidos con el voto del pueblo, ya no se supo nada de ellos.
En esta elección de 2024, histórica para muchos, se eligieron 20 mil 708 cargos (629 cargos de elección federal: 1 Presidencia de la república, 500 diputados y 128 senadores; 20 mil 79 cargos de elección local: 9 gubernaturas, mil 98 para los congresos locales, mil 802 presidencias municipales, 431 cargos auxiliares, mil 975 sindicaturas y 14 mil 764 regidurías).
Los excandidatos que no fueron favorecidos con el voto, ¿dónde están? ¿No decían que amaban al pueblo y que, con o sin cargo, estarían siempre ahí para ayudar al que más lo necesitara? Puro cuento barato.
Como se puede ver, no fue cualquier elección, y quienes fueron elegidos por el voto popular ahora deberán dar los resultados que prometieron en campaña o, si no, el pueblo se los deberá exigir.
Estoy seguro de que en cada estado y municipio se vieron desfilar a candidatos de los principales partidos y algunos estatales, y que todos ellos llevaban un mensaje de esperanza y de solución a todos los males que aquejan a las familias mexicanas.
Seguramente en sus discursos juraban que, si votaban por ellos, iba a haber crecimiento, empleo, calles pavimentadas, escuelas con techumbres y laboratorios, drenajes, agua, luz, transporte eficiente y de calidad; un servicio de salud mejor; que la canasta básica iba a costar menos; que ahora sí tendríamos seguridad; que regresarían las guarderías y las escuelas de tiempo completo; que los apoyos a la vivienda serían una realidad, en fin. Más que discursos, parecían una carta escrita para los Reyes Magos.
Al final, ganaron las “mejores propuestas”, y quedaron fuera miles de candidatos y candidatas que, después de la elección, ya no regresaron ni a dar las gracias por los votos recibidos.
Es aquí donde el pueblo debe detenerse y analizar a la clase de “políticos” que se quisieron vender como los “líderes natos”, “nacidos del pueblo” y que tenían todas las soluciones a todos los males del pueblo mexicano. Con esto no quiero decir que los elegidos sean los buenos; ya los hechos hablarán por ellos.
Es verdad que la política mexicana se ha convertido en un verdadero circo. Ahora vemos como candidatos a actores y actrices de televisión, a influencers, tiktokers (que están en su derecho, como todo mexicano, pero que poco o nada saben de política y muchas veces sólo los utilizan para marketing), sin olvidar a los que cada tres años se postulan para un nuevo cargo, muchas veces con otro partido.
Son a ellos a quienes el pueblo les confiere esta gran responsabilidad de sacar al país adelante, a quienes van a manejar las riendas de la nación y quienes van a manejar el erario.
Por eso nos va como nos va. Ya lo dijo Joseph de Maistre: “Cada pueblo tiene los gobernantes que se merece.”
Los excandidatos que no fueron favorecidos con el voto, ¿dónde están? ¿No decían que amaban al pueblo y que, con o sin cargo, estarían siempre ahí para ayudar al que más lo necesitara? Puro cuento barato.
Por eso es necesario que el ciudadano se adentre en la política, conozca los procesos, sea un actor activo en las elecciones. Ya es hora de que deje de ser sólo el espectador viendo cómo otros disimulan estar del lado del pueblo.
México necesita verdaderos políticos emanados de las entrañas del pueblo, gobernantes humanistas, inteligentes, honestos, con una visión diferente al modelo económico actual, que en verdad quieran el progreso para todos, que, con o sin cargo público, luchen día con día de la mano de los ciudadanos.
Cuando los haya, el pueblo educado políticamente los sabrá distinguir de entre toda la manada y los elegirá sin dudarlo. Ya tenemos algunos, pero hacen falta más, muchos más.
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