Fueron pocos los medios que publicaron los resultados que dio conocer el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, donde, según este organismo electoral, la victoria fue para Nicolás Maduro Moros, una vez computados el 80% del escrutinio de los votos, con el 51.2% en favor del gobernante venezolano, y un 44.2% del opositor Edmundo González Urrutia.
Lo que sí fue repetido hasta el cansancio es el desconocimiento del resultado del proceso electoral que el CNE venezolano y la declaratoria de ganador al candidato de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), González Urrutia, por parte de Estados Unidos (EE. UU.), al que siguieron los gobiernos de Canadá, Perú, Chile, Ecuador, Guatemala, Costa Rica, Argentina, Uruguay, República Dominicana y Panamá.
A la par, la Unión Europea (UE) hizo lo propio y declaró: "Sin pruebas que las respalden, los resultados publicados el 2 de agosto por el Consejo Nacional Electoral (CNE) no pueden reconocerse", subraya el comunicado hecho público este domingo por el Consejo de la Unión Europea (El Mundo, agosto 5, 2024).
Como se puede observar, el mundo occidental, una vez que el país hegemónico de estos, EE. UU., diera su versión respecto de las elecciones venezolanas, se volcaron en descalificaciones en contra del gobierno de Venezuela y de sus elecciones.
Como no podía ser de otra manera, la Organización de Estados Americanos (OEA), hizo lo propio, siguiendo los designios de su creador. Este organismo americano fue fundado en 1948 por iniciativa de EE. UU. Que, según reza su propósito declarado, surgió para promover "un orden de paz y de justicia, fomentar su solidaridad, robustecer su colaboración y defender su soberanía, su integridad territorial y su independencia", esto no sucede.
La historia del intervencionismo de la OEA, por instrucciones de EE.UU. es larga y hasta denigrante para quienes cumplen este mandato, pero como “el que paga manda”, como anota la CELAG, pues las instrucciones se deben cumplir.
Desde su origen, la alienación de la OEA ha sido cuestionada por el sesgo preponderantemente a los designios estadounidenses. El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) define el servilismo de la OEA: “No hay más que ver su financiamiento para entender de modo claro a quién obedece y para quién trabaja. Estados Unidos financia el 80% del presupuesto del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, que se ha convertido en los últimos años en la principal punta de lanza contra el gobierno democrático de Venezuela” (marzo 30, 2017).
Pero las elecciones de Venezuela sólo es el caso más reciente, la intromisión de la OEA en la vida de las naciones americanas, claro, las que se encuentran del Río Bravo a la Patagonia, como reza el trovador, Canadá no entra en las injerencias del organismo americano.
La intromisión en las elecciones y la vida política de Venezuela no es novedosa, en 2018 otro personaje de triste historia, Juan Guaidó, jugó el papel que hoy desempeña la dupla Edmundo González y María Corina, quienes con el apoyo de EE.UU. se declaran ganadores de la elección venezolana y el reconocimiento, por mandato, de la OEA. En 2019 fue el personaje de triste historia el que se autonombró presidente, la UE en aquella ocasión, también reconoció a este personaje como presidente y la OEA, hizo lo mismo, no sólo eso, aceptó al “representante permanente ‘designado’ por el Parlamento de Venezuela, presidido por el líder opositor, Juan Guaidó” (DW, abr. 10, 2019)
La historia del intervencionismo de la OEA, por instrucciones de EE.UU. es larga y hasta denigrante para quienes cumplen este mandato, pero como “el que paga manda”, como anota la CELAG, pues las instrucciones se deben cumplir. El alineamiento de otros países no se hace esperar, porque la presión no sólo es ante el organismo americano, también es con los gobiernos afines, por interés o por necesidad, porque la Espada de Damocles pende del brazo ejecutor del gran imperio y en caso de algún levantisco no proceda de acuerdo a lo indicado vienen las sanciones, los bloqueos o la estigmatización.
“La OEA mostró su verdadera cara tras la Revolución Cubana (1959). En 1962, en una reunión celebrada en Punta del Este (Uruguay), Cuba, miembro fundador de la OEA, fue expulsado de la organización. La declaración de la reunión afirmaba que ‘los principios del comunismo son incompatibles con los principios del sistema interamericano’. En respuesta, Fidel Castro calificó a la OEA de ‘Ministerio de Colonias de Estados Unidos’.” (tricontinental, mayo 5, 2022).
Por eso llama la atención y hasta es plausible la posición de México, respecto a las elecciones venezolanas, en voz del presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, que sale de la acostumbrada retahíla de ocurrencias, al ser consistente en su opinión respecto de la OEA. En 2021 El País cabeceó su nota “López Obrador pide la sustitución de la OEA por ‘un organismo que no sea lacayo de nadie’” (El País, jul. 24, 2021)
“¿Qué se tiene que meter la OEA? Eso es injerencismo, por eso la OEA no tiene credibilidad” (El Financiero, jul. 31, 2024) dijo respecto al caso Venezuela. Lo que venga después de la declaración mexicana ya es otra historia, pero como dice la sabia popular: “a palo dado, ni Dios lo quita”. Y remató con su negativa a asistir a la asamblea general extraordinaria de la OEA, el pasado 31 de julio, dónde se discutiría las elecciones venezolanas y conseguir condena y veto en contra del país sudamericano, situación que no se cumplió por falta de quórum.
A la OEA la calificaron como el “Ministerio de Colonias de Estados Unidos”, hace sesenta y dos años, y nada ha cambiado. La necesidad de un mundo multipolar, donde las naciones puedan decidir su rumbo, donde se pueda acudir al llamado de otra nación, sin ser vetado o condenado, en el que las naciones puedan comprar y vender sin temor a ser sancionados y resolver las necesidades de sus connacionales es urgente.
Las naciones más exitosas fuera de la órbita del imperialismo yanqui, han abrazado el resultado de las elecciones en Venezuela y la reelección del presidente Maduro y son las que están al frente de la propuesta de un mundo multipolar, están condenadas al éxito, la rueda de la Historia, no regresa a modos de producción anteriores, ni sostiene a los que, inexorablemente, deben dejar paso a nuevas estructuras sociales, a una nueva forma de vivir, para verdaderamente vivir. Al tiempo.
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