En una muestra más de la poca o nula claridad del presidente Andrés Manuel López Obrador, en su mañanera del 25 de mayo, afirmó: “cuando se habla del modelo neoliberal, he llegado a sostener que, si el modelo neoliberal se aplicara sin corrupción, no sería del todo malo. Es que se puede tratar del modelo económico más perfecto, pero con el agravante de la corrupción no sirve nada. Entonces, el fondo es ese, que impera la corrupción”.
Dicha aseveración pudiera pasar desapercibida si solo consideramos que, una vez más, pone de manera primordial a la corrupción como fuente de todos los males habidos y por haber dentro de nuestra sociedad, sin embargo, entraña algo más de fondo que todos los mexicanos debemos conocer.
Para empezar, aunque otros lo han definido mejor que yo, es necesario aclarar que, el neoliberalismo, en términos estrictamente económicos, es el modelo económico que pugna por una participación limitada del Estado en la economía, dejando las riendas de esta en manos del libre mercado, pues solo este puede ser eficaz y traerá bienestar a toda la población. Pero aún hay más. En la búsqueda imparable de la máxima ganancia, los empresarios o capitalistas adoptan una serie de medidas que incrementen la explotación, tales como el aumento de la jornada laboral, mejora de la productividad, la reducción del salario real, o el despido masivo de trabajadores para reemplazarlos por máquinas y reducir costos. Todo esto trae como consecuencia inevitable, pobreza, desigualdad, desempleo, inseguridad, insalubridad y corrupción.
Si bien es cierto, el Estado ha permitido que varios multimillonarios puedan obtener jugosos contratos a través de la corrupción, la riqueza del capitalismo no proviene de los recursos que el Estado les otorgue nada más porque sí, simple y sencillamente su enriquecimiento sigue siendo posible porque cuenta con una enorme masa de trabajadores que realizarán el trabajo dispuesto, a los cuales les paga una miseria mientras aquellos llenan sus bolsillos; cosa que pasa con o sin contratos gubernamentales.
De esta manera, la corrupción es, pues, una consecuencia y no una causa del sistema económico, es un fenómeno inherente a este; por lo tanto, para que deje de haber corrupción y los demás males como la desigualdad y la pobreza, es necesario cambiar el modelo económico neoliberal por uno más justo, más equitativo, menos depredador y cruento.
Visto de esta forma, afirmar que “si el modelo económico neoliberal se aplicara sin corrupción no sería del todo malo”, deja ver que López Obrador no tiene ni la menor idea de las causas profundas y verdaderas de los males del país, de ahí se desprende que las políticas para erradicarlos sean erróneas. Esto solo suponiendo que el presidente tenga un inocente error de concepción; no obstante, es importante recordar que él mismo ha afirmado, tajantemente, que en su gobierno ya no hay corrupción, por lo que puede entenderse que la 4T bien puede aplicar correctamente el neoliberalismo y hacerlo el modelo económico más perfecto.
De ser así, los recientes dichos de López Obrador no serían otra cosa más que la justificación anticipada del recrudecimiento o agudización del modelo neoliberal, lo que significa un grave atentado contra los intereses populares.
El pueblo tiene que aprender a leer entre líneas, tiene que aprender a descubrir a sus gobernantes como los demagogos y mentirosos que son, tiene que quitarse la venda de los ojos y, de una vez por todas, darse cuenta de que la 4T y López Obrador no son más que una nueva máscara que se puso el neoliberalismo para pasar desapercibido y subsistir, no son más que títeres que coadyuvan a la prolongación de este sistema de explotación y miseria.
No hay más, la historia nos ha dado la dura, pero aleccionadora muestra de que los pobres no podemos seguir esperando al héroe que venga a transformar nuestras condiciones para tener una mejor calidad de vida, tenemos que ser nosotros mismos los que nos organicemos y eduquemos para tomar el poder con una enorme fuerza colectiva. Esto tampoco es nada nuevo, pero bien vale siempre recordarlo.
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