Durante más de 12 años el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), emprendió una campaña, a lo largo y ancho del territorio nacional, para denunciar los múltiples males que aquejan a la patria; una y otra vez repitió que todas las desgracias de los mexicanos obedecían a la corrupción, por tanto, habría, según él, había que acabar con ella.
Desde entonces, depositó al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y al Partido Acción Nacional (PAN) en el basurero de la historia para que él llegara al Gobierno federal con su partido naciente, el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), y entonces, como por arte de magia, él acabaría con la corrupción.
Había condiciones para que su discurso convenciera, además se enfrentó a un candidato poco sólido del partido gobernante, y agréguese que tenía años recorriendo los más de 2 mil municipios del país, y que también existían graves problemas de descomposición administrativa, que finalmente propiciaron la transición gubernamental de 2018 que favoreció al otrora tres veces candidato con una copiosa votación en las urnas.
Muchas fueron las promesas que, aparejadas con los problemas anteriormente descritos, conquistaron la voluntad mayoritaria de la población. López Obrador prometió que desterraría la corrupción, que acabaría la inseguridad, que elevaría la calidad de vida de la población con atención médica de calidad y muchas otras promesas que respondían a las necesidades de los mexicanos.
Sin embargo, desde el arribo de AMLO al poder, muchas son las excusas que ha repetido hasta el cansancio para no cumplir lo que prometió; en su discurso constante de justificaciones abundan las acusaciones al pasado neoliberal como el responsable de todos los males.
Con esto ya se ha demostrado que la facilidad para construir discursos y ofertar soluciones rápidas es un error. Ya transcurre el cuarto año de su gobierno sin que se pueda materializar lo prometido, sus deseos chocan con la realidad, lo que evidencia que la autollamada Cuarta Transformación sólo es una frase estridente que carece de contenido y que aquellas promesas no corresponden con la verdad que mantiene a la mayoría de los mexicanos en una crisis en todos los ámbitos.
Veamos. La oferta de acabar con la corrupción y ahorrar 500 millones de pesos que servirían para resolver problemas de seguridad o salud no se ha concretado; por el contrario, ha quedado sobradamente probado que México ha descendido en los índices de percepción sobre este flagelo. De ello el ranking del WORLD Justicie Project da cuenta del retroceso sufrido en México al pasar del lugar 121 al 135, a ello hay que sumarle que el 70 por ciento de las compras que hace el Gobierno federal son sin licitación.
En ese mismo sentido, ya son muchas las denuncias sobre sobornos, patrimonio inmobiliario hecho al amparo del poder y a esto se agregan estratosféricas cantidades recibidas en efectivo, baste a título de ejemplo recordar los nombres de Felipa, Martin y Pio López Obrador, los de Irma Eréndira Sandoval, Ana Guevara, Manuel Bartlett y el reciente escándalo por el conflicto de interés del hijo del presidente.
El manejo de la pandemia fue verdaderamente desastroso, y no se necesita ser epidemiólogo para descubrirlo. Desde el principio, López Obrador y el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell cometieron el error de menospreciar los efectos y hablar de una simple gripita; estimaron, incluso, que en un escenario catastrófico habría 6 mil decesos, pero los datos hoy dan cuenta de la pérdida de más de 450 mil vidas. Una consecuencia fatal de que AMLO recomendaba protegerse con amuletos e imágenes milagrosas.
La inseguridad alcanza cifras alarmantes, y cada día observamos hechos más graves como lo acontecido en plaza de armas en la capital zacatecana donde dejaron 10 cuerpos frente al árbol de navidad, o la matanza en un velorio en Michoacán. La estrategia de abrazos, no balazos, ha sido un fracaso, lo evidencian las cifras; en poco más de tres años el gobierno de la transformación acumula 114 mil 713 muertes, y de mantener esa tendencia superará al total de los decesos de todo el sexenio de Calderón y Peña Nieto que registraron 120 mil 583 y 156 mil 066, respectivamente.
¿Qué hacer ante esta circunstancia?, ¿qué lecciones debemos sacar al analizar la realidad? La patria requiere con urgencia un cambio de rumbo porque el cambio de partido en el poder no ha generado el cambió de política en beneficio de la gente; por consiguiente, es necesario que entendamos que solo la hermandad del pueblo hará posible que las cosas se modifiquen en beneficio de las mayorías, de no hacerlo seguiremos de tumbo en tumbo ahondando los problemas y sólo recibiendo excusas y pretextos ante la falta de resultados.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario