Desde pequeña tuve la fortuna de vivir en comunidades rurales de la Sierra Norte de Puebla: Apapantilla, Tlaola y Chicontla. El trabajo de mi papá, como el de cientos de papás de mis amigos y compañeros, es de esos que recuerdan al de los caballeros andantes, al mismísimo Don Quijote que luchaba por "deshacer entuertos y castigar agravios". Pues bien, en esas andanzas, de pequeños nos ibamos a las comunidades en Rocinante (una camioneta verde de batea, que llevaba por nombre: avispón verde), y qué gusto nos daba acompañar a mi papá a esas salidas, porque sabíamos que a donde llegaramos, la gende de Jalpan, de Pueblo América, de Naupan, de Patla, de Jopala, de Buenos Aires, Vista Hermosa y de tantos y tantos pueblitos que visitábamos, nos recibirían con una sonrisa en el rostro; con unas tortillas echas a mano o con unas gorditas de frijol con chile; con una mirada llena de esperanza y cariño.
Algunas imágenes vienen a mi mente: campesinos vestidos de manta; huaraches cansados de andar; morrales semivacíos; sombreros de paja suelta; arrugas por la edad y por la vida, pobreza y más pobreza, pero también humildad, también corazones repletos de solidaridad y honestidad. Hombres, mujeres y niños que claman porque alguien los guíe, los encamine hacia un mejor lugar.
Muchos años después, ya no podemos acompañar a mi papá, él hace lo suyo y nosotros lo nuestro. Pero yo sigo viendo esos rostros tan fuertes y esperanzadores que vi de pequeña, en todos los rostros humildes que veo ahora.
Hoy, como parte de la Espartaqueada 2022, se presenta una compañía de teatro de reciente creación, que presentará “El telar rojo”, de Víctor Valencia. ¿Qué tiene que ver con lo que escribí al inicio? Que quienes actuan son esos rostros que recuerdo, son hombres y mujeres de colonias populares del Estado de México que, como aquellos campesinos de la Sierra Norte de Puebla, trabajan día con día para ganarse el pan. Los compañeros nos platicaban a qué se dedican algunos: venden donas, son payasitos, recolectan basura, trabajan, trabajan, trabajan… tareas distintas a las de los campesinos pero la misma escencia: son hombres y mujeres pobres, personas cuyo tiempo de vida está destinado a trabajar, ya no como un premio sino como un castigo divino, ¡si no trabajas, no comes!
Shólojov decía que se podía llamar artista a quienes encaminaban su arte en la lucha por la liberación de los oprimidos, a la lucha en favor de los desposeídos; la obra de hoy (sin entrar en un debate técnico) lo confirma: vamos a ver a verdaderos artistas, artistas populares. Problemas del pueblo, interpretados por el pueblo mismo. La participación de los compañeros colonos es conmovedora y educadora porque no solo te muestra una problemática social que aún existe, sino que también se colocan como un ejemplo a seguir, nos muestran que el pueblo trabajador encierra verdaderos talentos, que tenemos a hombres y mujeres humildes que también pueden contribuir con su arte en la transformación social; Antorcha lo valora y les da su lugar.
Hoy, en punto de las 8 de la noche, a través de la página de FB del Movimiento Antorchista Nacional, acompáñennos a ver los rostros y la capacidad artística del pueblo trabajador, pero sobre todo, vengan a ver la posibilidad que tienen todos los oprimidos del mundo de desplegar sus alas si se colocan del lado correcto, del lado de esta llama que ilumina a todos los que viven en la oscuridad a que nos conduce la injusticia social.
Tantos nombres y tantos recuerdos con el paso de los años; tantos que se han ido y tantos que quedan; de chiquita conocí a Antorcha y la quise porque mi papá nos enseñó a querer a la gente del pueblo, porque vivimos con ellos y fuimos parte de ellos sin ser originarios de ahí. Hoy no puedo evitar aplaudir todo lo que mis compañeros antorchistas logran a lo largo y ancho del país, las Espartaqueadas son un claro ejemplo.
¡Qué gran oportunidad la que los compañeros tuvieron para actuar! ¡Qué gran oportunidad la que tenemos nosotros para verlos! Están invitados, no se van a arrepentir, verán que a su mente vendrán recuerdos, experiencias, verdades, emociones y sentimientos, se darán cuenta que las Espartaqueadas son otro Quijote de La Mancha y que necesitamos a muchos más. Esta es ¡tercera llamada!
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