Es muy común que en la sociedad en la que vivimos caigamos fácilmente en el mito de la meritocracia, la idea de que quien más trabaja o más méritos acumula recibirá una recompensa mayor o, al menos, equivalente a su esfuerzo.
Según este mito, los pobres "son pobres porque quieren", porque son flojos, poco interesados, indisciplinados, etcétera. Este mito se refleja especialmente en la percepción del mexicano, a quien se le asignan características negativas que lo condenan a no destacarse y a permanecer en el ciclo de la miseria y la pobreza.
Un Gobierno que prioriza los intereses privados sobre el bienestar de los trabajadores revela una falta de compromiso con la justicia social y una distancia creciente de las necesidades reales de su pueblo.
Quienes más tienden a difundir este mito son precisamente las clases altas o medias, que nunca han tenido que levantarse de madrugada para trabajar de sol a sol como los campesinos, o nunca han enfrentado la disciplina y paciencia necesarias para salir de casa a las cuatro de la mañana y realizar un trayecto de tres horas en transporte público, como lo hacen la gran mayoría de los obreros del país.
La realidad es que estos mitos están completamente alejados de la realidad mexicana. Según la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), en su informe "Perspectiva de Empleo 2023", que analizó la carga horaria de los 38 países miembros, México es el país donde se trabaja más horas al año, con un total de dos mil 226.
Esto no se detiene aquí, ya que las 48 horas por semana que se estipulan en la ley ni siquiera se respetan.
"De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en México cerca de 4.8 millones de empleados tienen una jornada laboral superior a las 56 horas por semana; es decir, trabajan más del límite legal, incluyendo el tiempo extra permitido (...) representan el 12 % de todos los asalariados del país. Adicionalmente, cerca de 5.1 millones de trabajadores tienen jornadas de entre 48 y 56 horas semanales" (El Economista, Gerardo Hernández, 4 de julio de 2024). Millones de trabajadores mexicanos deben trabajar más de la cuenta debido a que el salario que perciben no es suficiente.
La misma OCDE indica que, a pesar de que los mexicanos son quienes más trabajan, son de los que menos salario reciben.
"El análisis hecho en la plataforma Cvapp subraya que, para alcanzar el salario base promedio de la OCDE, un trabajador mexicano tendría que laborar un 220 % más de horas que sus homólogos en otros países de la organización. Esto implica que los mexicanos deben trabajar aproximadamente 7 mil 126 horas al año para lograr un ingreso equivalente, lo que contrasta fuertemente con países como Islandia y Luxemburgo, donde se requieren menos de mil 5 horas anuales para alcanzar el mismo objetivo" (La Silla Rota, 24 de agosto de 2024).
Trabajadores que trabajan más de la cuenta y que no perciben lo suficiente para sobrevivir es la realidad de nuestro país, una realidad en la que estas jornadas tienen un impacto profundo en la salud y el bienestar de los trabajadores. El estrés, el agotamiento físico y mental, y la falta de tiempo para actividades personales y familiares son sólo algunas de las consecuencias.
Estudios han demostrado que los trabajadores que pasan demasiadas horas en el trabajo tienen más probabilidades de sufrir enfermedades crónicas, lo que, a largo plazo, no solo afecta su calidad de vida, sino también la economía del país debido al aumento en los costos de salud y la disminución de la productividad.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los datos indican que en 2016, 398 mil personas fallecieron a causa de un accidente cerebrovascular y 347 mil por cardiopatía isquémica como consecuencia de haber trabajado 55 horas a la semana o más.
Entre 2000 y 2016, el número de defunciones por cardiopatía isquémica debidas a las jornadas laborales prolongadas aumentó en un 42 %, mientras que el incremento en el caso de las muertes por accidente cerebrovascular fue del 19 %.
Esta situación, de la que cada vez son más conscientes los trabajadores de nuestro país, debería ser tomada en cuenta por el Gobierno en turno, principalmente por uno que anuncia con bombo y platillo que su prioridad son los más pobres y desprotegidos.
No obstante, frente a los grupos que han pugnado por apoyar la reforma laboral de 40 horas, para sorpresa de muchos, los principales opositores han venido de la Cuarta Transformación.
El pasado 10 de julio, la presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo, dijo que esta reforma no era prioritaria, poniendo por delante reformas al poder judicial o las 20 reformas que promovió el presidente López Obrador.
Ante la obvia respuesta negativa de la opinión pública, se limitó a decir después que "se buscará el consenso de los empresarios". Ante los cuestionamientos de la prensa, la próxima presidenta de la república no se atreve ni a pronunciarse si está a favor o no de esta reforma, por lo que su aprobación está mucho más lejos de lo esperado.
Un Gobierno más preocupado por la iniciativa privada que por los millones de trabajadores explotados, que seguramente votaron para mantenerlos en el poder, revela instantáneamente los intereses que defiende: un Gobierno con la mera fachada de izquierda que no tiene como prioridad a los más indefensos de nuestra patria.
El verdadero Gobierno popular no ha llegado aún, y es deber de los millones de mexicanos que sufren cada día luchar no solamente por una reducción de la jornada laboral, sino por un salario digno, condiciones de vida dignas y un mejor futuro para todos.
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