Esta es la joya de la discursiva presidencial que nos recetaron con motivo de los desgraciados hechos sangrientos en Salamanca, Guanajuato, en un capítulo más del reality mañanero del pasado lunes 18 de diciembre, una cima del pensamiento de Andrés Manuel López Obrador (AMLO):
“…nuestra obligación, ayudar, en todo. Ellos tienen la investigación, Guanajuato requiere de un trato especial, lo hemos venido diciendo. Ya son varios casos así y es un problema, yo considero, estructural, de fondo, algo que se dejó crecer, por distintas circunstancias, factores; es de los estados, y no todo el estado de Guanajuato, sino esa franja, con más consumo de droga en el país, como creció el consumo. Habría que analizarlo y, cómo también se fue creando este comercio de droga; cómo se permitió tanto tiempo la operación de los grupos del crimen organizado”.
Excúseme amable lector, por tan larga cita; era obligada.
En lo que tiene razón, y mucha, es que es un “problema estructural”; ni para dónde hacerse. Y, usted, señor presidente, no abonó en nada en su gobierno para permitir que México accediera a un forma estructural superior: muy lejos de ello hizo —seguramente lo seguirá haciendo— hasta lo impensable para prohijar su continuidad y fortalecimiento a costa de vidas, y de la estructura misma, que también sufrió un retroceso en sus instituciones. Lo mismo en la superestructura, para querer regresarnos a la etapa del incienso y el sahumerio; para que hoy ocupemos el último peldaño en la evaluación educativa mundial.
Texcapilla y Salamanca sólo son el resultado, muy desgraciado por cierto, de su política. No se pregunte sobre “circunstancias” o “factores”; usted forma parte de ellas. ¿O cómo quería que se interpretara el abrazo a la jerarca de conocido jefe del crimen organizado? ¿Cómo quería que se interpretara su política de “abrazos y no balazos”, su sonrisa burlona al señalar “ahí están sus masacres, je, je, je”, sólo porque el medio que la publicó no es de sus preferencias?
Nuevamente, como es su costumbre, acusa sin demostrar. “Guanajuato es de los estados con más consumo de drogas”. Obreros, jornaleros, estudiantes que no completan para la colegiatura, útiles y pasaje, amas de casa que estiran el gasto para mal comer, comerciantes a los que se les persigue y nada se hace por quitarles a los cobradores de piso, campesinos que tienen que pagar por su derecho a sembrar sus tierras o por el riego, a los que usted ha abandonado a su suerte, sin fertilizante, sin el seguro por la pérdida de sus cosechas; ciudadanos de a pie que prefieren emigrar porque de en tierra natal no tienen oportunidades y cuyas remesas presume como un logro de su política económica, sin importarle que ese dinero es a costa de la sangre y sudor de nuestros paisanos en un país que los explota hasta estrujar la última gota de su savia vital. De acuerdo con su lógica, el alto consumo de droga fue la causa de la masacre en Salamanca.
Lo único novedoso de su discurso es que ya no echó la culpa a Peña Nieto, Calderón o Fox; alguna inspiración divina, a la que invoca y recurre ante los grandes problemas nacionales, le hizo saber que ese recurso ya está muy gastado, “ya Chole”.
Después de cinco años de fallido gobierno —los sabios políticos lo llaman “Estado fallido”— es tiempo de cosecha y aquí está, esa señora que se llama realidad y que nos restriega en la cara, con su crudeza; nuestra falta o mal actuar, reclamando su sitio.
No recuerdo, en mi no corta vida, un fin de año tan sangriento como este diciembre de 2023. Cuatro familias en Texcapilla (de última hora, se suman ocho familias más por el secuestro de sus familiares como represalia a la heroica defensa de su derecho a vivir) y once en Salamanca. Su Navidad ya no sería blanca; está teñida de rojo, y esos son los resultados más vistos de su política; no los únicos, desgraciadamente, señor presidente, no “habría que analizarlo”, analizado está.
Señor presidente, usted es el primer promotor de ese comercio de droga, ¿o ya se le olvidó que en las elecciones de 2021 su partido ganó por el apoyo “incondicional” de los grupos del crimen organizado?
“… Se dejó crecer, por distintas circunstancias, factores”. Sus compromisos no le permiten hablar de las circunstancias: su compromiso con el pequeño grupo de multimillonarios mexicanos, y del extranjero también —que tanto beneficio han obtenido durante su gobierno—, en primerísimo lugar, pero sobre todo, su ego, que busca el poder por el poder mismo, no para beneficio de “primero los pobres” como falsamente presume, le impiden ver claramente “distintas circunstancias, factores”, por miedo a las consecuencias en su carrera política, por miedo a perder el poder; ese poder que buscó desde hace décadas y que se acentuó durante los primeros dieciocho años del presente siglo. ¿Y todo para qué?
“Cómo, también, se fue creando este comercio de droga, cómo se permitió tanto tiempo la operación de los grupos del crimen organizado”, otra joya de su decir. Señor presidente, usted es el primer promotor de ese comercio de droga, ¿o ya se le olvidó que en las elecciones de 2021 su partido ganó por el apoyo “incondicional” de los grupos del crimen organizado, y quince estados quedaron en manos de cuatro grupos criminales?
“Cómo se permitió”, una balazo en el pie. El “cómo” lo sabemos: fue nulificando a los órganos de control y vigilancia electoral; el “porqué” es sólo su responsabilidad; de nadie más.
“Cómo se permitió tanto tiempo la operación de los grupos…”. El “cómo” también lo sabemos: su fallida política de “abrazos, no balazos”, o la gansada de “acusarlos con su abuelita”; el “porqué” es totalmente responsabilidad suya, señor presidente.
Y qué decir de los gobiernos locales. Simplemente no figuran, no pintan. En Guanajuato gobierna el Partido Acción Nacional (PAN), con quien AMLO mantiene una disputa ancestral y rabiosa, que tiene que enfrentar a un crimen organizado que se campea con la anuencia presidencial.
Estado de México es territorio Morena y la gobernadora Delfina Gómez, ganadora de una elección marcada por la traición de los priistas rancios, de municipios y de todas sus regiones, tanto como del mismo exgobernador. Se trata de una gobernadora que llegó al poder no por el “efecto Peje”, más bien por la “ayuda” de AMLO, pero sin idea de dónde está sentada ni lo que representa.
Lo vimos en su atención a los muertos de Texcapilla, donde sólo fue a “pedir paz”: ¿les suena familiar la frase”? Y ante la queja de los familiares para que regresen a sus familias secuestradas por el enfrentamiento del 8 de diciembre, la góber se mostró huidiza: primero negó los hechos y, ante el acoso, dijo molesta “son desaparecidos, no secuestrados”. Al puro estilo de las gansadas presidenciales, el asunto no se resuelve con declaraciones señito. Sólo faltó que dijera “si ya saben cómo soy para que me invitan”. Lo sepa o no, usted es la gobernadora y debe enfrentar el problema. A sufrir.
Texcapilla y Salamanca, dos desgracias y una sola razón. En primerísimo lugar, como bien dice AMLO, la estructura y nada más. México requiere un cambio estructural, no de presidente, que responda a las necesidades histórica de acceder a una estructura superior, que lleve a los mexicanos, a todos nosotros, a mejores destinos, donde se distribuya de mejor forma la riqueza social, porque el origen del crimen, de la violencia y la delincuencia, es el sometimiento económico o violento de los millones de seres humanos que viven al día con un salario de muerte, como Viernes, el esclavo del señor Robinson.
Así las cosas: no es AMLO, ni Delfina, menos Claudia; la solución somos nosotros, educados y organizados políticamente, para enfrentar de mejor manera los retos y no de manera espontánea y necesaria, como ocurrió en Texcapilla. Nada más, pero nada menos.
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