MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Se terminan las campañas y hay que tomar una decisión

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A partir del próximo jueves nadie podrá escribir ni comentar sobre las elecciones, tampoco sobre los candidatos, porque estaremos en “veda electoral” implementada por el Instituto Nacional Electoral, con lo que se busca que la ciudadanía tenga un tiempo para reflexionar su voto y acuda el próximo 2 de junio a elegir a su próximo presidente de la república, senadores, diputaciones federales, ocho gubernaturas y una jefatura de gobierno en la Ciudad de México, y otros cientos de presidencias municipales, alcaldías, sindicaturas, diputaciones locales y regidurías. Este proceso electoral está considerado como el más grande en la historia del país.

Aunque faltan pocas horas para que terminen las campañas políticas, datos oficiales registran el asesinato de cuando menos 30 candidatos y, lamentablemente, día a día la cifra sigue creciendo. Debe preocuparnos a todos en qué condiciones acudiremos a ejercer nuestro voto, ya que, en muchas regiones de la nación, se hará bajo las balas y la violencia de los grupos criminales que nuevamente buscarán influir en este proceso electoral.

Ante la muerte de Dante Emiliano, dijo: “Todo lo magnifican… es para perjudicarme a mí”, otra frase que retrata a López Obrador de cuerpo entero, lejos del humanista que presume ser.

No debemos olvidar que, en el estado de Chiapas, por ejemplo, solo en cuatro días, dieciséis personas vinculadas con este proceso fueron asesinadas y más de 500 candidatos renunciaron por amenazas.

Pero la violencia política también se registra en los estados de Guerrero, Michoacán, Jalisco, Veracruz, Estado de México y también en Guanajuato, mientras que el presidente López Obrador señala que las campañas electorales están “fresas” comparadas con las tres elecciones en las que él participó, las cuales, dijo, estaban “más calientes”, mientras cientos de candidatos deben hacer sus recorridos resguardados por policías armados para proteger sus vidas.

Las cifras de la violencia en México son impresionantes y todos vivimos en completa inseguridad y el gobierno federal ni ha tenido la capacidad ni ha querido dar garantías a la población.

Miles de negocios se enfrentan al cobro de piso y sus dueños tienen que pagar el tributo de la extorsión; el periodismo vive amenazado y bajo amenaza, y ser maestro en zonas rurales es un deporte de alto riesgo.

Los médicos son secuestrados para atender a criminales y ni la comunidad eclesiástica se encuentra segura, y así lo que antes llamábamos la fiesta cívica se ha convertido en un campo minado, donde ahora hacer política se ha convertido en un oficio de alto riesgo. Ante este panorama, hay que preguntarnos: ¿Han funcionado los abrazos y no balazos? ¿Es este el segundo piso que nos ofrece la cuarta transformación?

Hace unos días, el niño Dante Emiliano Fuentes, que cursaba el primer año de secundaria, fue asesinado en el municipio de Paraíso, Tabasco, al forcejear con presuntos delincuentes; gritaba “no me quiero morir” antes de fallecer. ¿Es esta la expresión desgarradora de las 186 mil personas que tampoco querían morir en los últimos cinco años a manos de la delincuencia y que dijo AMLO? 

“Todo lo magnifican… es para perjudicarme a mí”, otra frase que lo retrata de cuerpo entero, lejos del humanista que presume ser.

También otros datos nos demuestran que las cosas en México no están bien. El crecimiento económico anual apenas alcanzó el 0.8 por ciento, muy por debajo al de otros sexenios; la compra de los productos de la canasta alimentaria en las zonas urbanas pasó de los mil quinientos pesos a más de dos mil doscientos pesos, lo que representa un incremento del 47 por ciento; 500 mil personas más viven ahora en la pobreza extrema y 50 millones de mexicanos están sin acceso a los servicios de salud; 825 mil muertes por covid-19, lo que nos coloca como el quinto país con más muertes en el mundo.

Finalmente, estamos en el lugar 136 de 142 mundial en ausencia de corrupción (es decir, el séptimo país más corrupto), a pesar de que se nos ofreció al inicio del sexenio que se terminaría con ella.

De tal manera que no estamos mejor: al contrario, estamos peor y es necesario que, con toda serenidad, pero también con decisión, acudamos a emitir nuestro voto para no permitir que quienes ofrecieron ser diferentes y son peores sigan destruyendo a nuestro país.

Aún estamos a tiempo, ya que de no hacerlo vendrán otros seis años de violencia, corrupción y falta de atención a los sectores más desvalidos de la nación.

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