“Festejaré trabajando el primero de mayo, no queda de otra, la situación es difícil, además como es día festivo me pagarán el doble, para fiestas no estamos; hace algunos años si descansábamos y los del sindicato nos organizaban un buen peda, y un conjunto musical amenizaba la fiesta. El día del trabajo pues hay que trabajar”, me comenta, con desgano, Francisco García, un apreciable amigo que labora en la zona industrial de San Luis Potosí.
Este es nivel de conocimiento de los trabajadores respecto a la celebración del Día del Trabajo, un día más de trabajo, pero además porque se pagará al doble, dicen los trabajadores, una situación verdaderamente lamentable de su educación e información de la historia, y conmemoración de tan importante fecha.
El primero de mayo, día en que los trabajadores de varios países del mundo salen a las calles a protestar por lo mal que se vive en los sistemas de opresión capitalista. Un día en que la clase trabajadora se reconoce a sí misma, como ente de transformación y de cambio social.
Sin embargo, en México los obreros sometidos a la explotación, enajenación y manipulación de su conciencia por la clase capitalista en el poder, el recuerdo de este día, son los festejos del Día del Trabajo; día de asueto, de fiesta y de borracheras organizadas por los sindicatos charros y, en algunos casos, para mostrar el beneplácito y servilismo de los líderes sindicales con los gobiernos en turno, para ello llevan a los agremiados a desfilar por el centro de la ciudad para que pasen a saludar a los mandatarios.
La mentira y tergiversación respecto a la conmemoración de esta fecha tan importante para la clase obrera, se originó con la idea de desarticular a la organización de los trabajadores en el mundo, del impulso que le dio el ideólogo del proletariado mundial, Carlos Marx, con la formación de la Primera Internacional Socialista, organización obrera que se creó en el Congreso Socialista de Francia en 1899, y fue en esta reunión a la cual asistieron proletarios de varias partes del mundo, donde se acordó que el primero de mayo, todos los obreros del planeta debieran de salir para luchar por mejores condiciones de trabajo, jornada de ocho horas y salarios bien renumerados; además para manifestarle a los capitalistas de todo el mundo, que la clase obrera estaba lista y tenía capacidad para detentar el poder político en sus países de origen, por una sociedad más justa en beneficio de los sectores laborantes.
Sin embargo, en los siguientes congresos de la Internacional Socialista que se realizaron, la unión de los trabajadores a nivel internacional se vio minada por los ideólogos del capitalismo, y por la compra de conciencias de los dirigentes de los sindicatos obreros de aquella época (como en la actualidad). Por ello, las conmemoraciones del 1° de Mayo se tergiversaron, y ahora se dice que son las fiestas del “Día del Trabajo”, del recuerdo de las gestas de las luchas obreras de los Mártires de Chicago en Estados Unidos (EE. UU.) y de los Mártires de Río Blanco y Cananea en México.
Pero la auténtica conmemoración del Día del Trabajo es de lucha y de toma de conciencia proletaria de los obreros del todo el mundo, de ser clase en sí, para verse en clase para sí, como lo sentenciaron los pensadores del proletariado mundial, Carlos Marx y Federico Engels en su obra titulada, El Manifiesto del Partido Comunista.
Hoy se impone la necesidad de esa conciencia revolucionaria de los obreros, ante todo lo mal que se vive en el país y en el mundo, donde impera la dominación del capitalismo neoliberal e intervencionista, como lo demuestra el imperialismo de los EE. UU., que mete sus narices en todo el orbe, para imponer su política guerrerista, desplegar sus mercados, explotar las riquezas y mano de obra en los países débiles sojuzgados.
Hoy hace falta la unidad, la organización y lucha de la clase obrera mundial para cambiar el actual modelo predominante del capitalismo, para imponer un nuevo orden social más humanista y de justicia social para todos los seres humanos del planeta.
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