Cada primero de mayo, en nuestro país y a nivel internacional, se conmemora la lucha que hace 138 años miles de trabajadores en la ciudad de Chicago, Illinois, llevaron a cabo al hacer uso de sus derechos y salir a las calles para exigir mejores salarios, una jornada de ocho horas, el fin del trabajo infantil y otros derechos que los ambiciosos patrones les habían arrebatado.
En este 1° de mayo, los obreros del mundo deben recoger esta bandera revolucionaria, reconquistar su pasado de auténtica lucha sindical y su plena libertad de acción para obligar al Gobierno y a los patrones a repartir de modo más equitativo la renta nacional, creando empleo para todos con salarios dignos, mejorando sustancialmente sus prestaciones y gastando más en salud, vivienda y educación de la familia obrera; es necesario que el pueblo libere una lucha política por conquistar el poder y, desde ahí, construir una patria mejor para todos.
Los obreros mexicanos tienen que saber que el Día del Trabajo es de cuna socialista, ya que fue una iniciativa de la Segunda Organización Internacional de los Trabajadores, dirigida por Federico Engels.
El 1° de mayo —ha señalado Aquiles Córdova Morán, líder nacional del Movimiento Antorchista—, no fue pensado como un recurso de propaganda de los poderes públicos ni para que los obreros se postren a sus pies agradeciendo beneficios inexistentes; ni tampoco como un “día de fiesta”, de celebración de la clase trabajadora, que casi nunca tiene nada que celebrar y sí mucho de indignarse y protestar.
Los obreros mexicanos tienen que saber que el Día del Trabajo es de cuna socialista, ya que fue una iniciativa de la Segunda Organización Internacional de los Trabajadores, dirigida por Federico Engels, quien, junto con Carlos Marx, es el padre de la teoría revolucionaria de la lucha de clases para la emancipación definitiva de los explotados de la tierra, encabezados por los trabajadores.
Fue la Segunda Internacional la que planteó por primera vez la necesidad de contar con una fecha en la cual todos los obreros salieran al mismo tiempo a las calles de las principales ciudades del mundo a reclamar a patrones y gobiernos el cumplimiento de sus demandas.
Quienes crearon el Día del Trabajo estuvieron muy lejos de pensar en un empleo demagógico y manipulador de esta fecha por los gobernantes o de una “fiesta de los trabajadores”.
Desde un principio, su idea fue fijar una jornada mundial única de lucha de todos los obreros del mundo por la libertad sindical, por mejores salarios y por la jornada de ocho horas. Esa idea se halla desvirtuada en nuestros días.
Cuando llegó la era neoliberal y las reformas a la ley del trabajo impulsadas por Enrique Peña Nieto y Andrés López Obrador, el propio sindicalismo charro perdió utilidad y vigencia.
Una preocupación muy grande de la clase trabajadora, tanto de la ciudad como la del campo, es que existe una amenaza y peligro de una guerra generalizada debido a que el imperialismo se ha fortalecido a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a la cual se le han sumado algunos países como miembros recientemente, como lo es Argentina, que tiene en sus programas fuertes vínculos con el neoliberalismo, un ataque constante contra las leyes constitucionales en materia laboral que pretenden llevar a cabo privatizaciones devastadoras que socavan las soberanías nacionales.
“La fuerza de la clase trabajadora mundial reside en su unidad, en su poder de organización independiente, en su importante ayuda para resistir y luchar contra las actuales amenazas, recuperar la democracia popular y fomentar la esperanza en el futuro y la solidaridad debe ser pronta entre los hermanos de clase”.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario