El pasado 19 de julio se efectuó la visita dieciséis del presidente Andrés Manuel López Obrador al estado de Zacatecas. En esta ocasión, fue acompañado por Claudia Sheinbaum, virtual presidenta electa de México.
El evento se desarrolló acorde a los anteriores: con aplaudidores, mismo diagnóstico y promesas renovadas de respaldo al gobernador David Monreal.
De nueva cuenta, sin un ápice de autocrítica ni explicación racional sobre los pendientes como los tramos carreteros destruidos, la ausencia de programas de rescate al campo o la falta de acciones hídricas para el estado, un mutismo absoluto se impuso en estos temas.
¿Se compara recibir 3 mil 600 pesos bimensuales con los 10 mil que gana por segundo Slim? Está claro que no. Como alguna vez confesó el propio presidente, les ha ido muy bien a los ricos con la 4T.
El intercambio de elogios fue lo predominante. Se renovaron las promesas por parte de la próxima jefa del Ejecutivo y se constató la repetición de las mismas ideas por parte del presidente Andrés Manuel.
Partiendo de que la cuenta regresiva para el cambio de estafeta presidencial está en marcha y, por tanto, no tendría mucho caso analizar el discurso, e incluso la reiteración de lugares comunes resulta bastante tediosa.
Sin embargo, considero importante ocuparme del tema a efecto de brindar elementos de análisis a mis escasos lectores.
Quiero confesar, por principio, que escuché varias veces el mensaje, buscando elementos nuevos o aportaciones edificantes o, mínimamente, un diagnóstico objetivo de la problemática y la ruta crítica para salir de ello. Nada nuevo, lo mismo repetido con énfasis. Veamos.
Primero. López Obrador afirma que su Gobierno es austero, que no invierte en gastos caprichosos o estrafalarios. Como retórica, suena bien; resulta incluso políticamente correcto, pero no es austeridad vivir en un palacio y sí es un gasto estrafalario invertir millones en un aeropuerto que se usa poco o en una refinería ya inaugurada por vanidad personal pero que no procesa aún un solo barril.
¿Cómo se llama eso? Aquí, en China y donde sea, es un gasto suntuoso y, por tanto, la austeridad es un mito.
Segundo. Se habla de que se acabó la corrupción y se han ahorrado millones, pero no se dan cifras precisas, nada tampoco del déficit presupuestal que ha llevado al endeudamiento sostenido del gobierno federal y nada se dice de los escándalos de corrupción de la Segalmex o Conade que superan por mucho a la famosa “Estafa maestra”. De nueva cuenta, solo palabrería.
Por último y quizá el elemento más importante, la necedad de repetir que en su Gobierno se está repartiendo mejor la riqueza, pues de 135 millones de familias que viven en México, 30 millones reciben algún programa social y con ello se ayuda a los de abajo.
Está claro que AMLO aplica la táctica de desviar la atención de los verdaderos beneficiarios en su gobierno, pues tan solo cuatro grandes potentados acumulan una fortuna superior a los 150 mil millones de dólares; según la revista Forbes (Carlos Slim posee 102 mil millones, Germán Larrea 28 mil millones, Ricardo Salinas 13.4 mil millones y Alejandro Bailleres 8 mil millones).
¿Eso es redistribuir la riqueza? ¿Se compara recibir 3 mil 600 pesos bimensuales con los 10 mil que gana por segundo Slim? Está claro que no. Como alguna vez confesó el propio presidente, les ha ido muy bien a los ricos con la 4T.
En resumen, no se cumplieron las múltiples promesas a Zacatecas, pero tampoco se acabó la corrupción y menos se redistribuye la riqueza del país, que se concentró mayormente en unas cuantas familias de potentados.
Quizá alguien piense que es sencillo ser profeta a posteriori, pero podemos decir con claridad que los antorchistas siempre dijimos que lo que se requería era un cambio de modelo económico, pues la llegada de otro partido solo implicaba modificar las políticas públicas, pero se dejaba intacto a los dueños del capital que seguían acumulando desaforadamente.
Queda claro que la tarea aún está pendiente. Construir una patria más justa es urgente y necesario, pero es labor nuestra educar y organizar al pueblo para lograrlo.
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