La pobreza los trajo a nosotros, con los sueños y esperanzas de una vida digna y decorosa que nos imprimen los padres, la escuela y la sociedad toda, se impulsaron para salir de sus pueblos en una de las más apartadas regiones de Veracruz, lo cual era ya, de por sí, una hazaña. Después, en la construcción de ese añorado futuro, aprendieron que el ser humano se realiza a sí mismo sólo en tanto comprende que no hay realización plena si ésta es egoísta, si es sólo la búsqueda de una vida cómoda y regalada para sí y para los suyos, por ello, desde su etapa de estudiantes y quizá sin la suficiente conciencia, sin comprender el proceso de transformación espiritual e intelectual por el que se encaminaban, poco a poco se convirtieron en portadores del sueño de muchos otros, llevando a todos los rincones del país, su modesto pero gigante esfuerzo por iluminar la vida de miles de estudiantes pobres, y como prueba de su grandeza, al terminar su carrera profesional, ya conscientemente, cada quien por su lado, dedicaron su vida a luchar por los sin techo, sin pan, ni abrigo. Más tarde, formaron una familia y procrearon un hijo tan noble y tan bueno como ellos, que sólo sabía cantar, declamar, bailar y ser niño junto a sus compañeros de escuela.
Se han cumplido casi dos meses de su asesinato y aún no obtenemos justicia para éstos que son los crímenes más atroces, inhumanos e injustificados de los que los antorchistas hayamos sido víctimas, me refiero al asesinato del Lic. Conrado Hernández Domínguez, su esposa, la maestra Mercedes Martínez Martínez y su pequeño hijo, de tan solo cinco años.
Sé que para todos los seres buenos y nobles cualquier pérdida humana es motivo de pena y dolor, con mayor razón si es de nuestros familiares o seres queridos, por los lazos sanguíneos o de amistad que nos unen a las víctimas. Pero para quienes nos hallamos unidos, por lazos más fuertes que los sanguíneos, hermanados por la más grande y sublime de las causas, la de la lucha en favor de los desprotegidos de nuestra patria, de los que no tienen pan ni hogar, abrigo ni consuelo, causa que es motivo del consciente y voluntario abandono de nuestros sueños, ilusiones e intereses personales por procurarnos una vida cómoda y regalada, para dedicarla con esmero al acto de amor más sublime que puede existir entre los seres humanos, el amor al prójimo, nos ha permitido encontrar una nueva forma de vida, sostenida sobre el interés colectivo y la convicción de que nos debemos unos a otros, de que sólo somos y podremos ser, si lo somos en compañía de los demás.
Pues bien, ese tipo de poderosos lazos nos unen, nos unirán por siempre a los antorchistas. Por ello, hoy que nos han sido arrancados tres hermanos, cortados de tajo por mentes y manos criminales, propias de seres bestiales, nuestro corazón se halla desgarrado, estrujado y sangrando de rabia y dolor. Y son esta rabia y este dolor los que nos impulsan a luchar con todas nuestras fuerzas para evitar que la impunidad y el menosprecio gubernamental, que reinan en nuestro país, cubran de olvido a nuestros muertos.
Pero no sufrimos con el malsano y egoísta sentimiento de que nuestros muertos valen más que otros muertos. Cuando esto escribo, al ver las noticias diarias, no puedo dejar de estremecerme con un hecho aún más preocupante, y es que esto que hoy ha sucedido con nuestros hermanos de lucha, es el pan de cada día para miles de familias en todo nuestro país, a cada paso nos encontramos con que hubo tal o cual masacre, que tantos o cuántos mexicanos fueron embolsados, rafagueados, desmembrados o incinerados.
Al razonar sobre este estado de barbarie, llego a la conclusión de que este horrible país en el que se ha convertido México, como producto de este inmenso baño de sangre, no puede ser una patria en la que todos nos acostumbremos a vivir. Por tanto, el paso lógico y necesario, es que honrando a nuestros queridos compañeros Conrado, Meche, convirtamos la lucha por justicia para ellos, en una cruzada por la pacificación de México.
Y esto es así, porque un servidor, por ser partícipe directo en la comisión que encabeza a la demanda de justicia por nuestros compañeros, ha podido constatar que los antorchistas por nuestra fuerza nacional, por nuestra experiencia en gestión y conocimiento más o menos profundo de la política y del funcionamiento del aparato de gobierno, hemos podido, mediante algunas pequeñas ruedas de prensa, comisiones presionadoras y cadenas humanas, tener acceso a mesas de trabajo con la secretaria de Seguridad federal, Rosa Icela Rodríguez, con la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado Pineda, y la fiscal del estado, Sandra Luz Valdovinos. Pero los ciudadanos humildes, dispersos e indefensos, familiares de los más de 156 mil muertos y 103 mil desaparecidos de este gobierno, no tienen quien los escuche o tome en cuenta, mucho menos que les otorgue justicia.
Porque pasa el tiempo y porque a pesar de que las autoridades de los distintos niveles han mostrado empatía con nuestra pena, los culpables de ese horrendo crimen aún no están en la cárcel, el próximo 6 de junio, iniciaremos con las manifestaciones masivas hasta lograr justicia por nuestros muertos y con ello, señalaremos el camino que debemos seguir para lograr la pacificación de nuestro país, que no es otro camino que el de la organización masiva de los familiares de las víctimas y de todos los mexicanos de bien que queremos construir una patria más justa y agradable de vivir.
Así, de esta forma, nuestros queridos camaradas seguirán luchando en favor de los pobres, convertidos ya en bandera, en símbolo de los que han perdido a sus seres queridos por la violencia y el crimen que se han adueñado de nuestro territorio nacional, porque los grandes revolucionarios, aún después de muertos, siguen iluminando los oscuros caminos de los pobres del mundo. En reciprocidad, vaya para ellos nuestro compromiso irrenunciable de sostener su bandera, de no dejarla caer, pase lo que pase y cueste lo que cueste, porque tarde o temprano obtendremos justicia y con ello, estaremos construyendo un nuevo país.
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