Pasadas ya las anteriores votaciones, son muy pocos los municipios, estados y distritos que aún tienen incertidumbre sobre quiénes serán sus representantes por los próximos años. La gente salió a ejercer su sufragio efectivo y, de acuerdo con quien mejor representaría sus intereses, votó.
El ejercicio democrático por el cual el pueblo escoge a sus representantes es antiquísimo; hagamos un poco de memoria sobre esto.
Desde la antigua Grecia, la formación del estado y la república ha sido un proceso fundamental en la evolución de las sociedades. La democracia ateniense es conocida como uno de los primeros ejemplos de gobierno republicano en la historia.
Aunque es cierto que las formas han cambiado, la continuidad de la explotación puede sintetizarse en la siguiente forma: “¿Cuánta de la riqueza producida por el trabajador llega realmente a sus manos?”.
En Grecia, la Ciudad-Estado (Polis) fue la forma de organización política más común. Cada Polis estaba formada por una ciudad central y sus alrededores, donde vivían los campesinos y artesanos que trabajaban la tierra. Las más importantes (como Atenas y Esparta) tenían una estructura política y social compleja, donde los ciudadanos tenían derechos y deberes según su estatus social.
Cabe destacar que el reconocimiento como ciudadanos, libres y parte de este gremio, tenía ciertas características, mas no es mi intención abordarlas ahora.
La democracia ateniense se desarrolló en el siglo V a. de C., durante el Gobierno de Pericles. En Atenas, los ciudadanos podían participar en la vida política, votar en las asambleas, proponer leyes y ocupar cargos públicos.
Este sistema de gobierno directo marcó un hito en la historia de la democracia y sentó las bases para la formación de repúblicas en otras partes del mundo que, como se podrán dar cuenta, al menos hasta aquí, son cuasi idénticas a la forma de gobierno actual.
En Roma, la república se estableció en el año 509 a. de C. luego de la expulsión de los reyes etruscos. La república Romana estaba formada por diferentes instituciones como el Senado, los cónsules y las asambleas populares.
Los cónsules eran los máximos magistrados de la república, elegidos cada año por los ciudadanos para gobernar y administrar la justicia. Durante los siglos siguientes, la República Romana se expandió hasta convertirse en un imperio, pero mantuvo algunas de las instituciones republicanas.
El Senado romano seguía jugando un papel importante en la toma de decisiones y en la elección de los emperadores.
Haciendo saltos abruptos en la historia, en la Edad Media, el modelo de república se mantuvo en algunas ciudades italianas como Florencia y Venecia. Estas repúblicas urbanas eran gobernadas por un consejo de ciudadanos que elegían a sus gobernantes y legisladores.
En Francia, la Revolución Francesa en 1789 marcó el fin de la monarquía absoluta y el surgimiento de la república Francesa. En la actualidad, la mayoría de los países del mundo son repúblicas, donde el poder político reside en el pueblo a través de elecciones periódicas.
La formación del estado y la república ha sido un proceso largo y complejo que se ha ido desarrollando a lo largo de la historia, desde la antigua Grecia hasta nuestros días. Pero con un común denominador.
Aunque, con anterioridad parecía más velada la explotación, esta surge desde que en el mundo aparecen las clases sociales y estas formas de gobierno que ha adoptado la clase gobernante para salvaguardar el dominio económico siguen siendo una forma de continuar reproduciendo las condiciones de explotación de una masa trabajadora por otra, la que detenta el poder económico y, por tanto, también los niveles jurídico, político e ideológico.
Aunque es cierto que las formas han cambiado, la continuidad de la explotación puede sintetizarse en la siguiente forma: “¿Cuánta de la riqueza producida por el trabajador llega realmente a sus manos?”.
La contradicción aquí revelada muestra que, aunque sea el hombre con su esfuerzo y trabajo quien produce la riqueza del país, este no goza de lo que sus manos hacen.
Don Rogelio, un hombre bueno de nuestras colonias, me dijo una vez: “Fíjese, abogado, en el ‘norte’ me dedicaba yo a hacer la unión de las suelas con el tenis entero, esos de la ‘palomita’. Así los tenía yo, en mis manos, un chingo de tenis diarios y nunca me he podido comprar de esos un par”. Y así es, en efecto.
En una economía de mercado el hombre está destinado a realizar productos que no satisfagan su necesidad, sino que son destinados a venderse, es decir, toman la forma de “mercancía”.
Entendiéndolo así, el ejercicio que hemos hecho los mexicanos no es malo. En Chiapas, por ejemplo, hemos escogido presidentes municipales, diputados locales y federales, senadores, gobernador y presidente de la república.
Sin embargo, desde la vista histórica en la que ha sido el pueblo quien puede edificar una democracia real y una lucha consecuente por sus consignas, hay que recordarle a los nuevos gobernantes, sin importar el color, que siguen siendo los representantes de quienes el día de ayer les dieron el voto de confianza en las urnas.
La forma que el estado tiene permite alzar la bandera de un nuevo, único del pueblo que pueda representar sus intereses. Pero este tendrá que nacer precisamente del seno del pueblo y de ningún otro lado.
Claro, habrá que agregar que este es un partido político, porque el verdadero partido emanado del pueblo y que ha luchado por su emancipación existe, es el nuestro, compañeros.
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