De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en Chiapas el 64.4 % de las personas vive en pobreza y sufre una o varias carencias sociales, como el acceso a la alimentación, salud, a un ingreso digno, seguridad social o vivienda. Pero resulta una contradicción porque también es uno de los estados con más riqueza natural del país por sus mares, maderas, café, maíz, frijol y joyas, como el ámbar.
Lamentablemente, en nuestro estado, la mayor cantidad de personas se encuentra en situación de pobreza y hay una alta cantidad de habitantes con carencias.
A pesar de las promesas del presidente de un sistema de salud eficiente al estilo de Dinamarca, en Chiapas más de la mitad de la población sigue sin acceso a la salud, muriendo por negligencia médica y falta de recursos.
Por ejemplo, una de las más destacadas entre la población chiapaneca es la falta de acceso a los servicios de salud. De hecho, el Coneval señala que esta entidad, junto a Guerrero, Michoacán y Oaxaca, concentra el mayor porcentaje de ciudadanos que no tienen cómo o dónde atenderse, equivalente a más de la mitad de su población.
En el caso nuestro, siete de cada diez habitantes no pueden recibir atención médica ni acceder a medicamentos cuando están enfermos.
Este problema se ha agravado durante los últimos seis años, tanto a nivel federal como estatal. Ejemplo de ello es el sufrimiento de la familia de Pedro “N”, quien llevaba 91 días (tres meses) “acampando” a las afueras del Hospital “Gómez Maza” de la capital, donde permanecía un familiar que ingresó grave.
Su arribo fue todo un martirio, pues un año antes había acudido a este mismo centro y la entrada se le fue negada porque desde el portón de urgencias, que siempre permanece cerrado y con resguardo de un vigilante, se le señaló que no podía ingresar hasta no verlo grave.
En su momento, dijo, tuvo que pedir ayuda para que su familiar fuera atendido y se detectara la causa de sus males; un año más tarde regresa con la enfermedad avanzada y con pocas esperanzas de librarla, pero decía Pedro “La esperanza” es la última que muere. Y junto a su familiar lucharon hasta el último suspiro.
Él poco sabía del uso de recursos públicos, pero de lo que sí se daba cuenta es que en el nosocomio apenas hay con qué atender a los pacientes que llegan hasta sus puertas, pues debía comprar de su bolsillo: pañales, suero, toallas, cremas especiales y pagar análisis a centros privados.
Asimismo, buscaba y pedía ayuda para costear la estancia en el nosocomio, pero al final su familiar no lo logró. Sus fuerzas se acabaron y los 91 días internados solo sirvieron para desgastar al paciente porque tampoco se contaba con el especialista y debían viajar a otro estado. Como esta historia, hay muchas más que se pueden escuchar a las afueras del hospital.
A pesar de las promesas del presidente en las que aseguró que México tendría un sistema de salud eficiente, moderno, al puro estilo del modelo de salud de Dinamarca, dichas promesas no se han cumplido.
En Chiapas nos dan el domicilio de los hospitales, pero no nos dicen que allí no hay nada con qué atendernos, ni que los propios doctores carecen del equipo mínimo y más de la mitad de la gente sigue sin acceso a la salud, muriendo por negligencia médica, falta de medicamentos, especialistas, de instrumentos modernos y, sobre todo, falta de recursos al sector.
Con esta reflexión, llamo a mis compañeros y amigos a tomar conciencia de esta situación. No podemos seguir viviendo en un estado muy desigual. Pero esto solo se podrá cumplir cuando el propio pueblo se decida a organizarse y luchar por una distribución más equitativa de la riqueza y un país verdaderamente democrático.
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