En una opinión que hice hace algunas semanas, reflexionaba yo, sobre que el hombre tiene dos fines concretos en su existencia: producir y reproducirse, toda su vida está enmarcada en estas dos funciones. Y aunque ciertamente en los tiempos del hombre primitivo ambas funciones eran prioritarias para sobrevivir y para postergar la especie humana, hoy en día han pasado a ser tareas mecánicas, es decir, que pocas veces nos ponemos a reflexionar y a evaluar su sentido.
Uno de los grandes aportes de Marx y Engels fue, justamente, haber descubierto que la sociedad se organiza según la forma en que los hombres producen los bienes materiales, o más precisamente, según las relaciones de producción que se establecen en el proceso de producción y que son estas relaciones las que cambian de un tipo de sociedad a otro. Esto quiere decir que en el proceso de trabajo se establecen determinadas relaciones entre los productores directos o trabajadores.
Los dueños de los medios de producción (que son todos los objetos materiales que intervienen en el proceso de trabajo, por ejemplo: materia prima, maquinarias y herramientas, fábricas o talleres); establecen las condiciones del trabajo, es decir, cuánto va a pagarle al trabajador. Y el trabajador, al no poseer nada (de los medios de producción) más que su energía para trabajar, acepta sin reparo las condiciones que se le brinden; el monto del salario, las horas de la jornada, el lugar señalado.
Así pues, descubrimos, que las relaciones entre los hombres son el resultado de su relación de propiedad con determinadas cosas. La relación más generalizada y representativa de ello, es patrón-obrero o empleado. Y en ella hay inevitablemente una relación de explotación, la explotación del hombre por el hombre. Por ello, el que tiene, manda, el que no tiene, aguanta.
Esta relación entre los hombres no es nueva, todos la experimentamos siempre, y se llama lucha de clases. Todos nosotros, dentro de la sociedad, sabemos (aunque no lo entendamos conscientemente) qué lugar ocupamos con referencia a otra gente, a la otra clase. Por ejemplo, cuando vamos a salir a cenar, sabemos a qué lugar podemos ir, es decir, para cuál nos alcanza, no podemos elegir cualquiera, dependerá de nuestro presupuesto. Lo mismo, al elegir la escuela de nuestros hijos, la casa y colonia donde viviremos, la ropa que nos pondremos, el trabajo que tendremos, las actividades recreativas que tendremos, y hasta la pareja con la que viviremos. Todo dependerá de nuestra condición económica, de nuestra clase social.
Hoy en día, solo hay dos clases sociales que se distinguen en la realidad, aunque se diga otra cosa, solo hay ricos y pobres. Las estadísticas afirman que el 1 por ciento de la población mundial posee el 99 por ciento de la riqueza que se produce, y por el contrario el 99 por ciento posee solo el 1 por ciento de la riqueza que se produce; una exagerada y grosera diferencia entre la clase que nos domina, (y nos domina por lo que ya explique líneas arriba, porque son los dueños de los medios con los que se produce todo) y los dominados que somos todos los que no tenemos nada, es decir, no somos dueños de minas, ni de mares, ni de ríos, ni de petróleo, ni poseemos fábricas, talleres, o grandes maquinarias, nada de eso.
Solo nuestras ganas de salir adelante, de superarnos, y en ese tenor, aceptamos lo que hay, pensando que no hay más. Y aunque entendemos el proceso lógico del trabajo, nunca examinamos con más detenimiento, ni mayor enjuiciamiento, que la forma en que los ricos se hacen ricos, es la explotación. No hay otra forma, solo esa.
Y al entenderlo, sabremos que los pobres cada día somos más pobres, no por nuestra mala suerte, ni porque no nos esforcemos, sino porque el ansia de ganancia de los poderosos, no tiene llenadera. Veamos un ejemplo muy gráfico: Carlos Slim, el hombre más rico de México y Latinoamérica, y de los más ricos del mundo, ubicado entre los 13 primeros, dueño de grandes empresas como Telmex, Telcel, Sanborns, Grupo Carso, y otras más, ha duplicado sus ganancias millonarias en tiempos de pandemia, mientras que miles de mexicanos perdieron sus empleos, y otros microempresarios se fueron a la quiebra; él aumentó sus ganancias.
Se calcula que este magnate, gana 13 mil 888 dólares por minuto (Infobae), es decir, aproximadamente 263 mil 872 pesos mexicanos. ¿Cuántos días, meses o años, tardaríamos los pobres mortales en reunir esa cantidad de dinero? Si, considerando un mes laboral de 30 días en México, el salario mínimo podría ser de hasta 9,360 pesos mensuales en la zona libre de la frontera norte y 6,210 pesos mensuales en el resto del país, podemos afirmar que un empleado percibe 0.21 y 0.14 pesos, respectivamente, cada minuto. (El Economista) ¿No les parece exagerada la diferencia? 263 mil 872 pesos contra 14 centavos. Los ricos operando y los pobres aguantando.
Pero la pregunta del millón, ¿quiénes son los que hacen grande la fortuna de Slim, él solo con su linda sonrisa? Está claro, son los trabajadores, (que a la vez también son consumidores de los productos y servicios que este magnate vende) los que generan toda esa riqueza, cada trabajador con sus energías contribuye con tan grandiosa y abundante riqueza. Y aquí claramente, podemos distinguir las dos clases sociales operantes en nuestra sociedad actual, no hay más.
Es necesario entender que, aunque el nombre no nos guste a muchos, así es, por un lado, están los ricos del tamaño de Slim, y por otro, los pobres, todos nosotros que tardaríamos más de un año para reunir la cantidad que él gana al minuto. Podemos cambiarle el nombre a nuestra clase, pero la existencia de ella es real, la vemos todos los días en cualquier lugar en donde andemos, solo nos falta ser más atentos.
No es sencillo darnos cuenta de esto, pues existe toda una superestructura operando, donde se encuentra el Estado para hacernos sentir agusto. Para no enjuiciar está manera de operar, está nueva forma de explotación del hombre.
Entonces, tenemos un gobierno que se esfuerza millonariamente por erradicar nuestro sentimiento de pobreza, no la pobreza en sí. Y figuran ahí, los famosos programas sociales: el apoyo a madres solteras, las becas Benito Juárez, pensiones para los adultos mayores, que no están mal, pero que, evidentemente, no son suficientes y que estadísticamente comprueban que la pobreza no disminuye, sino por el contrario va en aumento.
Este genial aparato ideológico, que opera a través de las redes sociales, la televisión, la radio, la literatura, la educación, nos hace aborrecer la clase social desposeída, nos hace avergonzarnos de ser pobres, de tal manera que todos los pobres vivimos anhelando una vida parecida a la de Slim.
Por ello, es que ñ, el día de hoy, me permito hacer un fraternal llamado, para que analicemos y profundicemos esta explicación, un poco atropellada que hice, y entendamos que los pobres somos la mayoría de la población mundial, y eso para empezar ya nos otorga un poder impresionante que no hemos utilizado a nuestro favor, porque la clase dominante se empeña en separarnos en grupos cada vez más variados, justamente para ser minorías. Pero la realidad nos demanda y nos grita cada vez más fuerte, que urge unirnos y organizarnos en un solo frente para defender nuestros derechos y luchar por un reparto más justo y equitativo de las riquezas. ¡Es una tarea que aún tenemos pendiente, pero que urge priorizar!
0 Comentarios:
Dejar un Comentario