En la historia, pero casi siempre la de los pobres, se registra en su memoria las verdaderas luchas de clases sociales. Los pobres, precisamente, han padecido siempre grandes pérdidas de sus hermanos de sangre y de clase. Son acontecimientos que han marcado siempre cambios profundos en la vida social de nuestro país, pintando cuadros muy tristes de sufrimiento, que no deben de olvidarse jamás. Son lecciones de luchas históricas.
Las herramientas mediáticas de que disponen los que tienen el poder son muchas y variadas, y las utilizan siempre que se ponga en riesgo el statu quo de los adinerados; justificarán siempre el uso de la represión usando calumnias con escritas o verbales; o con el uso directo de las armas si es necesario, con la fuerza pública del Estado, que para eso fue creado.
Los privilegios de unos pocos ricos son consecuencia del mal de muchos pobres, por eso se vuelve necesario que los pobres tomen conciencia de su fuerza en la colectividad, para que así puedan resolver los males profundos de sus carencias, que no se resuelven con las dádivas de dinero que usa el gobierno actual; ya que con ello solo compra simpatías para mantenerse en el poder. Estos regalos de dinero sirven para esclavizar y mantener sumiso a los pobres, sin protestar.
El sistema económico capitalista que se practica sin rubor en México constituye las políticas públicas que ejerce el presidente Andrés Manuel López Obrador en nuestra patria, es el que apuntala todos los días con sus recetas económicas que solo beneficia a sus amigos conservadores o fifís, como suele él decir de los que tanto critica, pero con los que, en realidad, comen del mismo plato, como dice un conocido refrán. Y el obrero sólo sabe de cuántas moneda carga en su bolsillo y cuánto puede comprar con ellas.
El capitalismo es un sistema económico productor de mercancías por excelencia, pero es inhumano, y se desarrolla y multiplica al amparo de la 4T. Mientras el injusto precio es la pobreza del trabajador en general; con una política pública que escatima en salud, tal y como padecemos actualmente con la pandemia de covid-19, y que amenaza hoy nuevamente con una quinta ola, según los expertos.
Tenemos una educación pública, pero no para crear ciencia y tecnología. Los recortes económicos a la educación que se han dado en estos últimos cuatro años de gobierno son para crear obreros que sólo sepan leer un instructivo de las máquinas, y sepan darle buen uso en la productividad que se necesita, y, “no deben de saber más”. Se educa al pueblo sólo para el trabajo mecánico (repetitivo) de las maquiladoras.
Y, ¿Dónde vivir? Eso no importa al capitalista. No hay programas sociales para la vivienda popular.
Tenemos en la historia laboral del pasado, jornadas extenuantes de sol a sol. El abuso interminable de los hacendados en sus tiendas de raya, donde las deudas económicas del peón se volvían herencia familiar; una extrema pobreza hasta la inanición de la familia, padeciendo enfermedades que, a falta de atención médica, fallecían los seres más queridos. Fue así como germinó la semilla del odio de clase y la rebelión.
En la oscuridad de la noche los gritos y llantos desgarradores cercenaban las mentes de los oprimidos, al escuchar el sufrimiento de sus congéneres; los castigos eran ejemplares que imponían a los revoltosos. Lo que no ha variado mucho desde aquellos tiempos. Así es como lo narra el escritor Bruno Traben en su obra, La rebelión de los colgados, ahí se describe con minuciosa particularidad los padecimientos de los trabajadores indígenas de Chiapas. Le recomiendo leer la obra, estimado lector.
Pero sólo los hombres y mujeres conscientes de su tarea redentora se sacrifican por sus hijos y hermanos de clase.
Es pues, la falta de atención y solución de las necesidades de los más pobres, el verdadero caldo de cultivo para las protestas. Primero, de manera aislada y esporádica, luego, con toda la fuerza de las movilizaciones masivas. Tenemos como ejemplo la Guerra de Independencia, encabezada por el cura Hidalgo y la Revolución Mexicana, con Madero, donde los motores que dieron impulso a las movilizaciones fueron la miseria, el maltrato y la ignorancia del pueblo necesitado de lo más básico, como los alimentos, la salud y la educación, que no les permitía progresar como seres humanos.
Grandes hombres han entregado su vida en favor de la humanidad más pobre y necesitada de orientación. Hombres y mujeres que, teniendo la oportunidad de prepararse académicamente, sintieron las injusticias de que era objeto la gente iletrada, y no pudieron ser mudos ni ciegos ante tanta discriminación.
Hace casi medio siglo, el entonces joven, ingeniero Aquiles Córdoba Morán, junto con una treintena de hombres y mujeres valientes, se dieron a la tarea de organizar y educar al pueblo pobre de la mixteca poblana de México; pero los enemigos del progreso asentados en la región sintieron amenazados sus intereses, cuando se denunciaban los abusos en cada rincón de manera organizada. Los líderes naturales de cada pueblo comprendían, que, unidos como un solo hombre, podían construir un pueblo o un municipio con mejores condiciones de vida. Así fue, como Tecomatlán, Puebla, se convirtió en un municipio modelo de progreso de un pueblo organizado.
Pero antes, los pueblos naturales de la región, los Tepehuas, los Otomí y otros, ofrendaron la vida de sus hijos para encabezar la lucha. Las armas de los ricos de la región dispararon contra los líderes del Movimiento Antorchista para callarlos; Pero hasta el día de hoy, seguimos exigiendo justicia y esclarecimiento de los hechos. Exigimos justicia para todos los caídos en la lucha por los pobres. Cada seis de junio, de cada año, les dedicamos un día especial a nuestros hermanos de lucha que nos han dado ejemplo de trabajo, abnegación y sacrificio. Hoy tenemos claridad que nuestra consigna es cierta: que, ¡morir por Antorcha es vivir!
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