En política no hay tiempos muertos, ni tiempos de espera, la política es una actividad propia (viva) que no se permite descanso alguno, pues desde que el hombre empezó a vivir en sociedad, este mismo inició a practicarla, por tanto, pensar que la política es ajena al hombre es totalmente incoherente. Parafraseando al político Manuel Clouthier, “la política es como el amor, hay que hacerla todos los días”.
Utilizaré esta frase dicha por el famoso “Maquío”, político oriundo de Culiacán, como base para este artículo de opinión, pues ante la coyuntura política actual queda muy propia. La política mexicana es quizás, una de las más complejas que existen en el orbe, no me refiero al sistema político que la constituye, ni a la organización política del mismo, sino a la forma y el fondo en que se practica.
Para esto debemos entender que una cosa es política y otra cosa muy diferente son los políticos, esta clasificación muy pocas veces entendidas por la ciudadanía, quien condena con dureza las temporadas electorales al grado tal, que el abstencionismo ha logrado superar el 50% del listado nominal, en algunos casos.
Pero no es la política, la responsable de esta falta de participación ciudadana, sino de los políticos que la utilizan de una forma vil, quienes, sin importarles los medios, las formas, ni el fondo buscan apoderarse del poder político-económico que ofrece un puesto de elección popular.
La diferenciación entre las personas que practican política y los políticos es simple, mientras unos de manera atemporal se organizan para enfocar sus esfuerzos encaminados hacia el progreso de su comunidad o de sus habitantes, el otro utiliza sus recursos económicos para ayudar de forma temporal, con el interés de posicionarse o congratularse con el electorado, buscando ser solución a los problemas que desconoce totalmente, pero gracias a su campaña mercadológica imprime una comunicación política efectiva y no afectiva, pues en ningún momento busca servir fraternalmente.
Siendo los últimos, quienes solo buscan servirse de los más desprotegidos, prometiéndoles dadivas y recompensas a cambio de votos, pero una vez llegando se convierten automáticamente en los olvidados de su administración.
Entonces aquel político que se la pasaba caminando y saludando de nombre a cuanta gente se encontraba en su camino, le da una especie de amnesia política, siendo incapaz de poder recordar ni nombres, ni promesas, ni nada. Este mismo malestar se puede agudizar si el político llegara perder la elección, olvidándose por completo del poco o mucho capital político con que cuenta, cambiando de número de celular o en algunos casos hasta de ciudad, pues su interés siempre fue vil y no servir.
Estos políticos son expertos mercenarios, son emergidos de una clase dominante quienes actúan de forma humanitaria, pues una buena actuación y una buena mentira son más que suficiente para engañar a los ingenuos que carecen de una conciencia e instinto de clase, por ende, engañan a las masas que no son educadas bajo una formación ideológica.
Pero quien paga para ganar una elección, llega para robar, pues su inversión como todo empresario deberá recuperarse e incluso multiplicarse dando dividendos favorables a los intereses del grupo político que lo representa.
Este modus operandi de los políticos varía según la realidad social vigente, pero una vez que esto, según sea el caso, gane la elección, el resultado de mandato será totalmente contradictorio a las promesas y posibles soluciones anunciadas con anticipación, de modo que la misma historia los tachará de excelentes candidatos, pero de pésimos gobernantes, pues estos políticos en ningún momento cuentan con un compromiso social, ni obligación alguna con las clases trabajadoras, ni mucho menos con las necesidades de la población.
Sin importar si votaste por ellos o si los apoyaste en campaña, éstos te verán de la misma forma en la que siempre te han visto, como un olvidado, pero ante la temporada electoral tenían que disimular. Aplicando aquella máxima “la política es el arte de comer popo, sin hacer gestos”, pues se conducían según lo políticamente correcto.
Ahora a partir del 1 de octubre podremos visualizar en la práctica, si a la persona que le dimos la confianza de darle nuestro voto fue un político o fue alguien que hace política. Y la respuesta de los hoy electos será constatada en sus formas y fondo de hacer política para sus gobernados. Entonces ahí tendremos nuestra respuesta y de no ser favorable, que el pueblo se lo demande, pues ellos se podrán olvidar de nosotros, pero nosotros nunca nos olvidaremos de ellos. Amor con amor se paga.
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