MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Culiacán denuncia un sistema que no le sirve a los trabajadores

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Escribo estas líneas en Culiacán, mientras se difunde la noticia de una balacera en la zona de Cuatro Ríos, y después de que en horas de la mañana se encontraran en temible escena cinco cuerpos de individuos asesinados frente a un parque de diversiones.

Hoy se cumplen doce días de que se agudizó la violencia en el estado de Sinaloa. Lo digo así porque aquí se ven con regularidad: asesinatos, levantones, ataques a balazos y aun más, nada de esto es cosa rara; sin embargo, siempre se puede estar peor, y es eso lo que estamos viviendo el día de hoy.

En una economía de mercado que fomenta la acumulación desmedida de riqueza en pocas manos no tiene solución el problema; el crimen es consustancial a él, pues es una herramienta de acumulación de riqueza.

En los informes noticiosos diarios se habla de “la ola de violencia que se vive en Sinaloa”, refiriéndose a lo de hoy. Eso esconde la verdad de la situación, o cuando menos normaliza los niveles de violencia previos, a mi juicio, inaceptables. Lo que vemos normalmente aquí y buena parte del país es un oleaje permanente de tragedias, nuevas viudas, nuevos huérfanos, familias enteras enlutadas y sufrientes por causas no naturales; hoy, tenemos un tsunami de esto por el enfrentamiento a gran escala entre criminales de la misma agrupación.

Y este tsunami que se ha dejado venir ha dañado la vida de casi todo mundo. Hoy se cumplen doce días sin actividad económica normal, muchos negocios han cerrado temporalmente, miles de empleados han renunciado, la prensa local difundió que del 9 al 12 de septiembre 2 mil trabajadores dejaron sus puestos de trabajo a raíz de que se recrudeció la inseguridad; decenas de miles de estudiantes han dejado de asistir a la escuela ante el temor de ellos y de sus familias de que puedan pasarla mal: sienten el peligro acechar.

Cada día que pasa la situación se vuelve muy difícil de sobrellevar para las familias de más bajos ingresos, las que viven al día, pues se quedan en casa y si ya no tienen un ingreso y tampoco ahorros, sin comida.

Ante el clamor de las familias culiacanenses pidiendo ayuda, las autoridades municipal y estatal entregaron alimentos básicos a miles de familias. Sin embargo, rápidamente se escucharon voces por todos lados denunciando que no les tocó la ayuda o que no se repartió parejo. Y aun a los que les tocó su despensa falta ver cuántos días les rinde, con un valor aproximado de 300 pesos en víveres por caja entregada.

La Secretaría de Desarrollo Económico de Culiacán estimaba a los diez días del conflicto pérdidas por 350 millones de pesos (Crónica, 19 de septiembre de 2024).

Los empresarios por su parte han declarado que se están perdiendo unos 433 millones de pesos por cada día de cierre, el presidente de la Concanaco-Servytur, Octavio de la Torre, afirmó: lamentamos profundamente las pérdidas económicas y sociales que esta violencia está generando, particularmente en los pequeños comercios que, tras permanecer cerrados por más de cinco días consecutivos, enfrentan una alta probabilidad de quiebra.

Es crucial que se restaure la paz y la seguridad para garantizar la estabilidad de las empresas y el bienestar de la población. (El Universal, 13 de septiembre de 2024)

El proceso de depauperación de la población es claro: desempleo, gente sin ingresos, empresas quebradas que lanzarán a la calle a sus empleados, campos agrícolas sin trabajadores que fortalezcan este importante sector productivo en el estado, etcétera.

La crisis ya está en proceso y se agudizará con cada día que pase. A esto hay que agregarle los males a la salud mental de los trabajadores, de los testigos de la violencia, de las familias directamente afectadas.

Aún es pronto para cuantificar el verdadero costo de lo que hoy vivimos en la ciudad de los ríos, pero sin duda alguna, como en todas las crisis que en el mundo han sido, los más afectados son y serán los más pobres.

¿Por qué se viven situaciones de este tipo? Todo mundo explica que por la disputa del mercado entre dos células criminales, pero eso es solo quedarse en lo aparente y superficial.

El “mejor presidente de la historia”, según Claudia Sheinbaum fue más allá y dijo hace unos días que el gobierno de los Estados Unidos era responsable de la situación actual en Sinaloa pues detuvo al “Mayo” Zambada sin decirle nada al gobierno mexicano.

A pesar de sus dislates, el presidente saliente ha atinado al cuestionar qué se hace en aquel país para detener a los capos de la droga y frenar su actividad.

Pero con todo y que tenga razón AMLO en sugerir que el hegemón mundial se beneficia del narcotráfico y por eso lo permite, creo que lo que está en manos del Gobierno mexicano es resolver primero lo que ocurre dentro de nuestras fronteras.

¿Cómo es que la poderosa UIF que tan ágilmente congela cuentas y acusa a opositores políticos de lavado de dinero no ha mermado los ríos de dinero de que, a juzgar por su poder, disponen las organizaciones criminales? ¿Por qué las capacidades de estas se mantienen intocadas o incluso aumentan al grado de asediar ya el 81 por ciento del territorio nacional? (Infobae, 24 de abril de 2024) 

¿Quién permite que el trasiego de armas de alto poder sea tan grande que abastece a hordas impresionantes? ¿Cómo pueden reclutar jóvenes por legiones a ciencia y paciencia de las autoridades?

¿Las gigantescas redes de halconeo, fabricación y distribución de estupefacientes son indestructibles, en plena época del sofisticado espionaje, inteligencia artificial, vigilancia satelital, drones y más maravillas tecnológicas?

No hay que esforzar mucho el caletre para responder esto y más. El sistema económico actual prohija y robustece al narcotráfico. En una economía de mercado que fomenta la acumulación desmedida de riqueza en pocas manos no tiene solución el problema; el crimen es consustancial a él, pues es una herramienta de acumulación de riqueza.

El pleito por los mercados legales o ilegales es a muerte, ya lo estamos viendo. Cualquier situación de paz, incluyendo la pax narca tan en boga, sólo puede ser temporal, pero tarde o temprano se romperá inevitablemente, con funestas consecuencias para las mayorías.

Si el pueblo pobre quiere recobrar la paz algún día, tiene que darse un gobierno que cuide de sus intereses, no de los adinerados; debe organizarse y luchar por tomar las riendas del poder en sus manos para empezar a cambiar el criminal status quo. 

Estragos como los del tsunami actual deben hacerlo reaccionar; deben enseñarle que el que hoy gobierna no es su partido, pues ¿qué partido daría resultados tan adversos a sus agremiados?

El sistema expoliador de siempre está hoy actuante y se ensaña cada vez más con los trabajadores, aquí y por todos lados lo vemos, por más que nos digan que estamos en tiempos de transformación.

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