El título de este artículo nos habla de una cuantificación económica y la hace el INEGI: según el portal Sputnik en su canal de la plataforma Telegram, “el costo total a consecuencia de la inseguridad en México representó un monto de 282,000 millones de pesos, lo cual se traduce en el 1.15% del Producto Interno Bruto (PIB)”, esta información está contenida en la Encuesta Nacional de Victimización y Persepción sobre la Seguridad Pública publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Según datos oficiales, la cifra equivale a 6,853 pesos mexicanos (unos 352 dólares), en promedio por persona afectada”.
Esos datos aproximan la magnitud del problema, si lo vemos desde el punto de vista económico, es decir, si consideramos sólo las pérdidas materiales cuando asaltan o roban a los mexicanos; sin embargo, desde el punto de vista social hay costos que no se están considerando: el dolor de los familiares por la pérdida de un ser querido derivado de la violencia que priva en nuestro país; el efecto sicológico permanente que causa, por ejemplo, que para asaltarte te rompan el cristal del carro, te quiten violentamente las llaves de tu auto, te coloquen una pistola en la cabeza para que entregues tus pertenencias, te golpeen brutalmente, etc., estos efectos negativos quedan impregnados de manera pemanente en la población y generan una desazón social y daños incalculables.
En efecto, los mexicanos no nos sentimos seguros al salir a la calle. Con base en la información sistematizada por la empresa de análisis ORDISE Consultores, con datos oficiales, señala que “en 2023, el INEGI estimó que en 10.6 millones de hogares del país (27.5% del total), al menos una o uno de sus integrantes fue víctima de un delito. El número de víctimas de 18 años y más se estimó en 21.9 millones, equivalente a una tasa de 23,323 víctimas por cada 100 mil habitantes (prevalencia delictiva): 22,903 para las mujeres y 23,817 para hombres.
Respecto a 2022, la tasa de prevalencia disminuyó en 4 estados, aumentó en 7 y no tuvo cambios en 21. Las tasas más altas fueron en el Estado de México (32,971); Aguascalientes (32,798), y Ciudad de México, (32,497). Las tasas más bajas se tuvieron en Oaxaca (13,274); Chiapas, (14,139), y Michoacán (14,993).
El número de delitos se estimó en 31.3 millones: la tasa fue de 33,267 delitos por cada 100 mil habitantes, lo que representa una tasa promedio de 1.4 delitos por víctima, tasa mayor a la de 2022. El delito más frecuente fue fraude, con una tasa de 6,962. Siguieron robo o asalto en calle o transporte público, con 6,526, y extorsión, con 5,213.
Las víctimas de robo total de vehículo tuvieron una pérdida promedio de 31,481 pesos. Las personas que sufrieron fraude perdieron, en promedio, 8,200 pesos. Del total de delitos ocurridos, 92.9 % no se investigó. En 2024, 60.7 % de la población de 18 años y más consideró la inseguridad como el problema más grave. Siguieron escasez de agua, con 36.8 %, y el aumento de precios, con 34.4 %. Las actividades cotidianas que más dejó de hacer la población fueron: permitir que menores de edad que viven en el hogar salieran solas(os) y salir de noche, con 61.4 y 45.9 %, respectivamente”.
Esta numeralia de la casa ORDISE, que toma los datos del propio INEGI, revela con toda claridad que en México no sólo hay una percepción de mayor inseguridad, sino que la inseguridad la sufre el pueblo de México y la impunidad campea en nuestra realidad nacional.
Llegamos al punto en que no podemos dejar sólos a nuestros hijos ni podemos salir de noche, se trata de un toque de queda autoimpuesto por la terrible condición de inseguridad que vive nuestra nación.
Este es el resultado de la política de los abrazos… Según el diario El Sol de Toluca, en su nota del 22 de septiembre de 2024, “el 87% de la población del Edomex se sintió insegura. La principal preocupación para los mexiquenses fue la inseguridad y la escasez de agua.
Con ello, la entidad se colocó en cuarta posición a nivel nacional, por sus altos índices de percepción de inseguridad por parte de la ciudadanía. Los primeros tres lugares fueron para Morelos con una percepción de inseguridad del 90.1%, Guanajuato con 87.5 y Zacatecas con 87.4%. Al Estado de México le siguieron Tabasco con 84.8% y Guerrero con 81.0%”.
Un gobierno que realmente se preocupa por su comunidad, quiere que sus gobernados vivan seguros y tranquilos, por lo cual pone en práctica acciones concretas que sirvan para garantizar la seguridad. No se trata sólo de que perciban un ambiente de mayor seguridad, sino de que en los hechos haya seguridad.
Para ponerlo en perspectiva, en la ciudad china llamada Shenzhen, hace nueve años que no se comete ni un delito a transeúntes, en el transporte público o en casa habitación. La sensación de seguridad es completa, la gente puede salir a las calles sin ningín problema, dejar sus cosas en una mesa de restaurante y regresar a sabiendas de que ahí estarán; no se siente ninguna condición de riesgo. A esos niveles de seguridad debemos aspirar los mexicanos.
Pero, para lograrlo, es necesaria una nueva y moderna forma de gobernar al país. Necesitamos un rol más activo de los mexicanos, es necesario que se eduquen y organicen para formar una fuerza social que sea capaz de tomar el poder político y gobierne.
Con este nuevo gobierno, regenteado y vigilado puntualmente por el pueblo, las acciones de seguridad se facilitan pues se pueden instrumentar medidas más concretas basadas en la inteligencia artificial, en la tecnología, en el uso de la prevención del delito, mediante una serie de programas con las escuelas y con las comunidades, en las que los vigilantes sean los ciudadanos.
La policía debe también modernizarse y cambiar de valores, para dejar de ser percibida como corrupta y pase a ser vista como una policía respetable y en la cual se pueda confiar.
Además de las pérdidas económicas derivadas de la inseguridad, que es a su vez resultado de la descomposición del sistema capitalista de producción, en su fase neoliberal, aunque declaren su inexistencia, pues la desigualdad genera el caldo de cultivo ideal para promover la pobreza y con un modelo consumista que convoca a que, con ello, se empuje a los mexicanos a querer tener más para consumir más, entonces, quienes no encuentran alternativa por el camino del “bien”, buscan la alternativa por el camino del “mal”.
Es por eso que debemos cambiar el modelo económico de raíz y con ello su superestructura, con lo cual se logrará cerrar un círculo virtuoso y la gente tendrá recursos para vivir modestamente bien, sin necesidad de delinquir y el circulo se cerrará para atacar los casos excepcionales que decidan, después del cambio social profundo, seguir delinquiendo. Por lo pronto, Morena reprobó también en materia de seguridad y sigue naciendo falta que el pueblo mexicano tome en sus mando el poder para lograr el cambio profundo que nos hace falta.
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