Nos dice en su primera plana el diario El Universal de fecha 24 de septiembre del presente año: “Inegi: repunta inflación, llega a 5.8 por ciento” (en México). “En la primera quincena de septiembre del presente año repuntó, cosa que sorprendió a especialistas, la inflación sobre todo por el aumento en los precios del gas doméstico LP, gasolina, jitomate, cebolla, entre otros”. Son de esas notas que pasan muchas veces desapercibidas, pero cuya importancia para la vida del trabajador son importantes de tener presentes a la hora de explicar cómo esta su situación económica, como únicos productores de la riqueza en el país, ya que impactan en su nivel de vida. Debemos registrarlas, además, de que es uno de los indicadores importante para ver la “salud económica” del país.
La inflación, dicen los economistas es el aumento generalizado y sostenido de los precios de los bienes y servicios existentes en el mercado durante un periodo de tiempo. Este aumento de los precios redunda en que con cada unidad monetaria (el peso, el dólar, el yen, según sea el país en cuestión) se pueden adquirir menos mercancías. La moneda, se dice, tiene menos poder adquisitivo. La inflación puede tener por causas: la política monetaria de los Bancos Centrales con la emisión masiva o limitación de monedas; por variación, consumo o demanda (o sea por la ley de la oferta y demanda); por aumento de costos en los insumos; o, –ojo, ¡esta es importante destacarla! -, la llamada inflación autoconstruida, esta es cuando un productor o comerciante de mercancías prevé un futuro incremento de los precios de sus mercancías y anticipadamente, aumenta sus precios. Es en otras palabras, robar, pero se le llama pomposamente inflación “autoconstruida”. El vendedor de mercancías o de un bien aumenta a su antojo los precios ¡Cuántos casos no se dan en México de esta modalidad de inflación con el consentimiento del gobierno!
Describamos este fenómeno para el ciudadano de a pie. La inflación se da cuando un trabajador, o cualquier otra persona, acude digamos con 2, 800 pesos de su salario, y quiere adquirir mercancías por ese monto como: huevo, leche, gas, gasolina, transporte, etc., y si resulta que hay una inflación en esa quincena del 5.8 por ciento, resultará que adquirirá 5.8% o menos de esas mercancías que la quincena anterior, es decir, en este ejemplo, 162.4 pesos menos. Es decir, que su dinero, con la inflación, podrá cambiarlo por menos mercancías, bienes y servicios, y en consecuencia el nivel de vida de él y su familia se verá afectada negativamente.
Marx define que “el salario no es más que un nombre especial con que se designa el precio de la fuerza de trabajo”. Al pagarle al trabajador su salario el empresario le está dando a cambio de explotar su fuerza de trabajo el dinero con que el trabajador podrá adquirir los medios de subsistencia (alimentos, vestido, pago de renta, etc.) para reponer esa fuerza de trabajo. No solo para él sino para sostener o medio sostener a él sino a su familia, pues el día de mañana este obrero será sustituido por sus hijos. El empresario es previsor hasta los últimos detalles. El aumento de salario que se le da al trabajador a través de las revisiones salariales entre sindicatos y patrones que se dan cada año y que en la mayor parte de las empresas es menor al 5%, se esfuma con la inflación. En otras palabras, lo que se le da con una mano al trabajador se le quita con la otra. De tal forma que en los hechos el salario del trabajador, cada año, va perdiendo su poder adquisitivo.
Los trabajadores deben estar atentos a estos “indicadores”, ya que nos van diciendo como va empeorando su poder adquisitivo, y, por tanto, el descenso de su nivel de vida, su empobrecimiento. Y el único culpable, en el momento actual de la pobreza que hay en nuestro país no es otro que el gobierno de la 4T, ya que es el que impone sus políticas fiscales, inflacionarias (aunque digan que estas son debidas a las leyes de la oferta y demanda), salariales, monetarias. Su Banco Central, es el que dicta, las políticas monetarias, o, que permite que los empresarios incrementen arbitrariamente o prematuramente los precios de sus mercancías.
La peor parte siempre la lleva el trabajador. Es él el que ve mermado su nivel de vida con bajos salarios, con incrementos míseros en éstos, con inflaciones galopantes. Lo dueños del dinero, por el contrario, amasan cada día más fortuna, y para ello tienen como sus representantes al gobierno. La 4T, como ha quedado más que demostrado ya a estas alturas, no representa a los pobres. A los ricos no se les toca ni con un “pétalo de una rosa” (ahí está el caso de la disminución de comisiones bancarias que el demagogo Ricardo Monreal tanto habló). Los trabajadores no se deben engañar: sólo un gobierno de los pobres podrá imponer políticas sociales y económicas a favor de los más necesitados. Así las cosas.
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