La inflación es un tema que compete a todos los mexicanos, porque golpea los bolsillos de todos, pero sobre todo de los que menos tienen, las personas que viven al día, que no cuentan con un trabajo fijo e incluso son excluidos de tener una mejor salud, dado que están en la disyuntiva de comer o curarse. Ahora ya no es sólo afrontar las secuelas de la pandemia por covid-19, sino enfrentarse a una realidad que dejó a más personas en la pobreza, sin alternativas para poder salir adelante.
Escuchamos, en los últimos meses, hablar de la inflación, pero poco sabemos de esta. La inflación existe cuando se produce un aumento general de los precios, no sólo de artículos individuales, que da como resultado que por cada peso puedan adquirirse hoy, menos bienes y servicios que ayer. Es decir, la inflación reduce el valor de la moneda y por tanto del salario recibido por el trabajador.
De ahí que a todos nos compete la inflación; porque si antes íbamos al mercado con 100 pesos y nos alcanzaba para comprar siete productos, hoy sólo para tres o cuatro. Actualmente se le atribuye, el que haya inflación, a los problemas globales del suministro provocadas por la pandemia, el aumento de los energéticos como el gas, el petróleo y la gasolina. El aumento en los precios de las materias primas o incluso el conflicto entre Rusia y Ucrania.
Ciertamente, la inflación golpea a todos los mexicanos, y ahora se agrava porque la situación lejos de controlarse, sigue aumentando, sin que el Gobierno federal, dé visos de poder o querer controlarla. En el 2020, cuando apenas empezó la pandemia, México cerró el año con 3.15 por ciento de inflación, meta que tiene el Banco de México (Banxico) para una inflación controlada; pero una vez avanzada la pandemia, la inflación aumentó, en primer lugar, por la “escases” de productos, que bien se supo que estaban en almacenes o en los contenedores, haciendo así, que en marzo de 2021 se agravara el fenómeno de las cadenas de suministro, iniciando los llamados cuellos de las grandes industrias. México no quedó al margen y los precios se fueron al alza, cerrando ese año con el 7.36 por ciento, un aumento de 4.21 puntos porcentuales.
Mientras que en este 2022, cuando apenas vamos a la mitad de año, la inflación aumentó el doble, a 8 por ciento, algo, a decir de los expertos, nunca visto en los últimos 20 años. Por lo que esto golpea aún más a los mexicanos, sobre todos aquellos que tienen un poder adquisitivo menor.
Por ello, si bien la inflación afecta a todos, no lo hace de la misma forma. Según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) señala que los precios que consumen los hogares –canasta básica– cuyo poder adquisitivo es de tres mil pesos mensuales, aumentaron en 9.8 por ciento. Mientras que los hogares que ingresa un mayor recurso, 54 mil mensuales, fue de 7.92. Si bien ambas tasas son elevadas, es en los hogares con menores recursos es donde más estragos provocan al no poder alimentarse y curarse y menos aquellos que no tienen la fortuna de contar con un empleo seguro.
El sector de los trabajadores es el más afectado, principalmente por la composición de su canasta básica, ya que son precisamente los productos que la componen los que más encarecen y menos puede adquirirlos y ya ni hablar de los servicios como la salud y la educación. No olvidemos que, la mayoría sobrevive con un ingreso fijo, por lo que, según expertos, el número de pobres podría aumentar en poco más de dos millones.
Sin embargo, el gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador, no adopta medidas serias, que influyan verdaderamente en la corrección del problema, pues su propuesta de producción para el autoconsumo, cuyo objetivo es aumentar el cultivo y cosecha de granos básicos a fin de frenar el aumento de precios del maíz, el frijol, la tortilla y el aceite entre otros productos, es decir, la “suma de esfuerzos y voluntades para hacer frente a la inflación”, no es viable y el “acuerdo” del gobierno con las grandes empresas de alimentos para que no aumenten los precios de 24 productos de la canasta básica, tampoco ha funcionado.
En su edición del 11 de mayo, basado en datos oficiales, el periódico El Economista, señala: “durante abril del 2022, los alimentos procesados, bebidas y tabaco se encarecieron 10.88 por ciento, los productos pecuarios registraron un incremento en su nivel de precios del 13.8 por ciento y las frutas y verduras alcanzaron un aumento de 15.88 por ciento”, es decir, la carestía y la inflación son un hecho que no se puede negar, comer, es lo que se está haciendo cada vez más caro.
En Yucatán, más del 65 por ciento de los yucatecos no tienen acceso a todos los productos de la canasta básica; resintiendo, en los últimos dos años, el alza de precios las 19 veces que incrementó la canasta básica. Asimismo, ha mermado su poder adquisitivo ante la escalada de precios, según informe de la Cámara Nacional de Comercio en Pequeño (Canacope).
Ante esto, los mexicanos y los yucatecos en particular, no podemos ser indiferentes y ver con pasividad la falta de acción verdadera por parte del gobierno; el Presidente se comprometió a darles la importancia que tienen las y los productores del campo, e indicó que en la administración de la Cuarta Transformación se les apoyaría más que nunca, que existiría un programa de entrega de fertilizante gratuito y en general se aplicaría iniciativas con asistencia técnica y apoyos directos para aumentar la actividad productiva del campo.
En Yucatán, nada de esto ha ocurrido; por eso, debemos organizarnos y exigir que cumplan con la palabra empeñada, que los apoyos lleguen también a los campesinos más pobres del país, y sobre todo, que se implementen medidas que en realidad le hagan frente a la inflación, pues hemos comprobado que la solución, no vendrá de una preocupación genuina de nuestros gobernantes; si no lo hacemos, la inflación seguirá incrementándose y con ella el número de pobres, no lo olvidemos, la solución está en manos de todos los necesitados.
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