La burguesía china surgió durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando el país fue violentamente abierto por las potencias imperialistas y la economía tradicional comenzó a transitar hacia el capitalismo (Mao, 1939). Durante el Siglo de la Humillación (1842-1949), la creciente burguesía china empujó a la aristocracia y a los terratenientes hasta coronarse ella misma como clase gobernante. El Kuomintang de Chiang Kaishek fue su representación política.
El triunfo de los comunistas truncó el desarrollo del embrionario capitalismo chino y abortó la consolidación de la burguesía local como clase dominante. Cuando Mao tomó el poder, una parte de la burguesía huyó a Taiwán, pero a la burguesía que se quedó en el continente el Partido Comunista le permitió mantener su propiedad y contribuir al desarrollo económico, pues la maltrecha economía nacional necesitaba todos los recursos posibles para estabilizarse. Sin embargo, al terminar la guerra de Corea (1950-1953) el Partido decidió que la economía ya se encontraba preparada para iniciar la transición hacia el socialismo: la burguesía fue expropiada e iniciaron los Planes Quinquenales. La burguesía desapareció como clase social en China.
La llegada de Deng Xiaoping al poder (1978) revivió a la burguesía. La Reforma impulsada por el Partido incentivó el crecimiento del mercado y de la propiedad privada, sin renunciar a la planificación y a la propiedad pública como los factores dominantes de la economía. Desde la década de 1980 hasta la actualidad, el mercado, la propiedad privada y la burguesía prohijada por esos dos elementos no dejaron de crecer, pero la planificación y la propiedad pública siguieron siendo los factores determinantes.
Deng Xiaoping sabía que el giro pragmático que imprimió a la construcción del socialismo chino traería consecuencias indeseadas: “Al abrir la ventana, además del aire puro, también entran las moscas”, dijo (Ríos, 2021). Su convicción de que “China llegaría al socialismo dando un largo rodeo por el capitalismo”, no debe confundirse con una restauración capitalista. El resurgimiento de la burguesía china era para Deng un mal necesario en el proceso de desarrollar las fuerzas productivas. En 1985 decía: “estamos impulsando la modernización en la industria, agricultura, defensa nacional y ciencia y tecnología, pero es una modernización socialista […] Un puñado de burgueses puede aparecer, pero no formarán una clase” (Deng, 1985). Para evitar que el país se moviera inadvertidamente hacia el capitalismo, desde el principio de la Reforma Deng estableció los Cuatro Principios Fundamentales que el Partido debía salvaguardar: perseverar en el camino socialista, en la dictadura del proletariado, en la dirección del Partido Comunista y en el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Zedong.
Hasta la muerte de Deng, en 1997, el Partido logró que el crecimiento del mercado y la propiedad privada no dieran origen a una burguesía organizada como clase. El único momento en el que el Partido se vio amenazado por el desarrollo de la burguesía fue 1989. En el marco de una crisis mundial del bloque socialista, tanto a nivel social como dentro del Partido aparecieron corrientes que exigían la liberalización total de China y la adopción del capitalismo. Deng tomó duras medidas dentro del Partido y fuera de él para estabilizar la situación y terminar con el caos. Recobrada la paz, sentenció: “debemos adherirnos al socialismo y prevenir una evolución pacífica hacia el capitalismo” (Deng, 1989). Eso no impidió que la Reforma continuara.
En la Economía Socialista de Mercado la burguesía es un instrumento que el Partido usa para alcanzar sus objetivos.
La burguesía china siguió creciendo numéricamente, derivado de la permanente profundización de la Reforma. Como una manera de adaptarse a los cambios sociales del país, pero también para garantizar el control sobre la burguesía, en 1997, el Partido Comunista incorporó a sus estatutos la Teoría de la Triple Representatividad, de Jiang Zemin. Con el argumento de que “no es correcto juzgar si la gente es políticamente progresista o conservadora sólo por la propiedad que tiene” (Ríos, 2021), el Partido se convirtió en el representante de las grandes masas, de los intelectuales, y de los empresarios y técnicos. Este paso significó una inclusión subordinada de la burguesía al Partido y un mayor control sobre ella. Jiang Zemin exigió que tanto las empresas públicas como las privadas aceptaran el funcionamiento de células del Partido en su interior.
Desde 2013 hasta ahora, bajo el liderazgo de Xi Jinping, el Partido ha seguido profundizando la Reforma. Entre 1985 y 2022, el sector público pasó de aportar el 90% al 40% del PIB, mientras el sector privado pasó del 10% al 60%. Del total de las empresas del país, 93% son del sector privado, el cual representa 70% de la innovación tecnológica y genera 80% del empleo urbano (CGTN, 2023). Pero esto puede ser engañoso. En realidad, el Partido ha optado por un esquema de inversión conjunta con el sector privado. Las empresas privadas conectadas con el sector público pasaron del 16% del capital registrado en 2000 al 35% en 2019. El Partido ha descubierto que no necesita ser dueño de toda una empresa o de la mayoría de ella para controlarla, sino que una reducida participación del sector público le permite controlar una empresa de capital mayoritario privado (Dussel, 2022).
En la Economía Socialista de Mercado la burguesía es un instrumento que el Partido usa para alcanzar sus objetivos. En 2020, el Partido dejó claro que la economía privada de la nueva era debe garantizar que “la búsqueda de beneficios no entre en contradicción con los intereses nacionales” (Ríos, 2021). En China la burguesía solo puede existir de manera fragmentada, sin cohesión política e integrada subordinadamente al Partido; y cuando algún burgués se atreve a desafiarlo, viene el disciplinamiento, como lo prueba el caso del multimillonario Jack Ma. Así es la burguesía del Socialismo con Características Chinas.
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