Estados Unidos, como acostumbra, mide con doble vara. Nuevamente lo hace y se contradice. El propio presidente Biden reconoció en la Cumbre del G20 en Indonesia, que su “política de una sola China no ha cambiado”; sin embargo, a mediados de este mes de agosto, Lai Ching-te, miembro del Partido Político Progresista Democrático (PDD) de la región de Taiwán, en su visita a Paraguay, resulta que hizo una “escala” en Nueva York, nada más a 7 mil 308 kilómetros de distancia, nada que ver.
Para algunos podría parecer hasta una exageración la respuesta de China, al calificar a Lai de “alborotador independentista” por parte del Ministerio de Relaciones Exteriores; sin embargo, es necesario conocer la historia de la política de “Una sola China”, para descubrir que no se trata de ninguna exageración sino de una nueva escalada de los estadounidenses para frenar el avance de China, pues sienten que la hegemonía norteamericana corre peligro y por eso tensan las relaciones diplomáticas con esa doble vara de la que hablamos: de palabra, respetan la política de una sola China, pero en los hechos, con estas acciones, la violentan, la pisotean, le irrespetan y se burlan de dicha política, lo cual refleja su poca seriedad y descubren que sus intereses están por encima de cualquier cosa.
Desde su origen, las tensiones entre China continental y Taiwán han sido azuzadas por Estados Unidos para tener injerencia en aquella región. Basaré mis afirmaciones en el libro ¿Por qué y cómo funciona el Partido Comunista de China?, editado por Xie Chuntao. Al término de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno del Kuomintang (KMT) empezó a perder simpatías entre el pueblo. El 1 de febrero de 1949 la correlación de fuerzas ya estaba del lado del Partido Comunista Chino y se debilitaba el liderazgo de Chiang Kai-shek, pues reconocían que hicieron muy poco a favor del bienestar social. Es el 1 de octubre de 1949 que se funda la República Popular China e inicia una nueva era. El KMT se refugió en Taiwán y “se mantuvo una relación hostil entre ambos lados del estrecho de Taiwán durante largo tiempo” señala Xie Chuntao.
El territorio de Taiwán fue invadido por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. En diciembre de 1943, la Declaración de El Cairo, fue firmada por China, Estados Unidos y Gran Bretaña, y establece que todo el territorio invadido por Japón debía ser devuelto a China, incluido Taiwán. El 15 de agosto de 1945 Japón se rinde y señala que respetará la Declaración de El Cairo, lo mismo la de Potsdam y el 25 de octubre de 1945 se recuperó Taiwán y fue devuelto a China.
Con el triunfo del PCCh en 1949, sólo cuatro años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, una vez que inicia la Guerra de Corea en 1950, “la Séptima Flota de Estados Unidos entró en el estrecho de Taiwán, para impedir su liberación por el Ejército chino” señala Xie Chuntao. Y no sólo eso, para profundizar la defensa del KMT que se refugió, como dijimos, en Taiwán, firmó con la autoridad de la isla el “Tratado de Defensa Mutua”, que colocaba a la Isla bajo la “protección” militar de Estados Unidos lo cual separó a China continental de Taiwán por un largo periodo, dice Xie.
Con el auspicio de Estados Unidos, desde 1949 hasta 1970, Taiwán ocupó el lugar de “único representante legítimo de China en la ONU”. Sin embargo, fue el presidente mexicano, Luis Echeverria Álvarez quien en la Asamblea General de la ONU el 5 de octubre de 1971 señaló en su discurso que “un avance trascendental para realizar el principio de universalidad será dar la bienvenida durante el actual periodo de sesiones a los representantes de la nación que alberga en su territorio la cuarta parte de la población mundial: la República Popular China y su consecuente ingreso al sitio que le corresponde en el Consejo de Seguridad.”
Estados Unidos, mediante una llamada del presidente Nixon, presionó al presidente Echeverría que se abstuviera en la votación. Lo que Estados Unidos no quería es que con la entrada de China se expulsara a Taiwán, su aliada. Sin embargo, se votó la resolución AGONU 2758 por la que después de 22 años se admitió a la República Popular China como la única y legítima representante del país llamado China en la ONU por 76 votos a favor, 35 en contra y 17 abstenciones. México, Canadá, Chile, Cuba, Ecuador, Guyana, Perú y Trinidad y Tobago, fueron los únicos países del continente americano que apoyaron esta histórica resolución (Echeverría, visto a través de su tiempo, texto de Eugenio Anguiano Roch, en el libro coordinado por Augusto Gómez Villanueva).
Taiwán ha sido territorio de China desde tiempos antiguos, la parte continental de China y Taiwán son parte de un mismo país. Los 171 países que tienen relaciones diplomáticas con China (México las inició el 14 de febrero de 1972), reconocen que el gobierno de la República Popular China es el único gobierno legítimo que tiene derecho a representar a China y que la cuestión de Taiwán es un asunto meramente interno de China, cuya complicación sólo resulta de la intervención de Estados Unidos con el apoyo de otras fuerzas extranjeras, señala Xie Chuntao.
Los intentos por la liberación pacífica de Taiwán (del influjo negativo de Estados Unidos) fue iniciada por el propio Mao Zedong a principios de la década de 1960 con la política “Un programa y cuatro subprogramas”. Desde entonces, se han establecido todo tipo de encuentros en el afán de respetar el principio de una sola China. Dice Xie Chuntao que de 2004 a 2008, las confrontaciones entre las fuerzas independentistas y las anti-independentistas llegaron a ser más agudas y complicadas que nunca.
Sin embargo, la política de China es clara: “no transigiremos con la posición de persistir en el principio de Una Sola China y no abandonaremos los esfuerzos por las negociaciones de paz, no cambiaremos la buena fe de buscar el desarrollo pacífico de ambos lados junto con el pueblo taiwanés, no vacilaremos en la voluntad de defender la soberanía y la integridad territorial del país, no tolerará la independencia de Taiwán”.
Pero, Estados Unidos, que permite la entrada a gente como a Lai Ching-te de Taiwán, sin tomar en cuenta a la parte continental para preguntar su opinión y, al mismo tiempo, frena en la frontera a miles de latinoamericanos, que no buscan desestabilizar ni a China ni a Estados Unidos, sino que sólo buscan trabajo, en contra de la opinión internacional, viola ese principio de facto. ¿La razón? Es que China, con su visión pacífica y multipolar, ha ganado terreno en el mundo y eso no le cae bien a un país supremacista como es Estados Unidos.
Desde la óptica de Estados Unidos, Taiwán es para China, lo que Ucrania para Rusia, por eso los norteamericanos, que no tienen amigos, sino sólo intereses, apoyan a Ucrania, lo mismo que a Taiwán, provocando con ello tensiones, incluso nucleares. Los pueblos del mundo debemos combatir enérgicamente las agresiones estadounidenses; debemos pronunciarnos a favor de la política de Una Sola China y que dicha política sea respetada por todos los países del mundo, empezando por Estados Unidos, por eso, debemos condenar acciones como las que permiten los estadounidenses con recibir en su país a Lai Ching-te y expresar nuestra solidaridad al pueblo chino, al gobierno chino y al Partido Comunista de China.
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