En nuestro país, millones de mexicanos están inconformes por su situación social. No reciben atención de sus gobernantes en salud, educación, vivienda, seguridad o empleo bien remunerado. Han crecido los números de desempleados o la informalidad del trabajo, los cuales no tienen un ingreso fijo y seguro que les permita sostener a sus familias. Aquellos que cuentan con un empleo formal sobreviven con salarios que apenas les alcanzan, salarios que la inflación ha pulverizado.
En otras colaboraciones hemos dado algunas cifras respecto a esta situación. Me interesa resaltar que esta situación de inconformidad, que prevalece y se acentúa cada vez más, es debido al modelo neoliberal que existe en nuestro país y que, aunque AMLO lo quiera acabar por decreto, sigue más vivo que nunca.
Todas las medidas que este gobierno de la 4T ha tomado son para reforzar el régimen y hacer que los empresarios nacionales y extranjeros sigan incrementando sus fortunas, a costa de mantener a millones de trabajadores en el desempleo y la pobreza.
¿Ejemplos? Veamos una nota de Infobae del 3 de abril de 2024: De Slim a la dinastía Coppel: “Esta es la lista de los magnates más ricos de México según Forbes en 2024… Los cinco hombres más ricos de México, al cierre de 2023, lograron incrementar sus riquezas solo en ese año” (Jovani Pérez).
Creo también que, además de la inconformidad, la desconfianza del pueblo en el gobierno crece día a día y se va generalizando por todo el país lentamente, pero crece esa desconfianza. La causa nuclear de esta desconfianza tiene su raíz más profunda en el modelo económico en vigor, que no ha variado desde hace muchos sexenios y menos en el actual.
Ese mismo modelo económico neoliberal continúa concentrando la riqueza en unas cuantas manos, mientras las masas trabajadoras siguen empobreciéndose, a pesar de que se nos bombardea con que “primero los pobres”.
Luego entonces, aunque sea lentamente, la mayoría de los mexicanos va cayendo en la cuenta de que ningún partido sabe —o no puede, o ambas cosas— qué hacer con la nación.
Pero, además, tampoco sorprende el tan bajo nivel de confiabilidad en los partidos políticos, pues la situación económica sigue sin repuntar, a pesar de lo que digan y por más flores que le pongan a los discursos oficiales; la pobreza y la marginación van en aumento. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los resultados para reducir la pobreza, mejorar la calidad del empleo, la educación y la seguridad en México son, por decir lo menos, mediocres, es decir, insignificantes, si se los compara con los obtenidos por otros países. Los partidos políticos no están guiándonos para resolver los principales problemas de nuestro país.
A esta crisis de la partidocracia, le sumamos que la inseguridad ciudadana continúa su marcha galopante. Aunque el gobierno se esfuerza en dar cifras a la baja que buscan tranquilizar a los mexicanos, lo cierto es que la percepción de la población es diametralmente opuesta, trátese de las clases altas, medias o bajas. El sentimiento de indefensión y de impotencia está verdaderamente generalizado.
Y no podía ser de otra manera, puesto que una sociedad donde la mayoría está empobrecida automáticamente, por una relación causal directísima, se tiene que producir un grupo social también numeroso que, al buscar trabajo y no encontrarlo, o bien, que lo encuentra pero le pagan salarios misérrimos, sea por hambre, por enfermedad o por instinto de supervivencia, el ser humano buscará una solución a sus necesidades, aunque sea a costa de robar a sus semejantes sus pertenencias, pocas o muchas; incluso herir o matar si el caso lo amerita.
La inseguridad sigue peor que en el sexenio pasado: todos los días mueren delincuentes, elementos de los cuerpos policíacos y muchos civiles inocentes. Claro, porque la causa no sólo no se ataca, sino que crece. Veamos una nota de Forbes:
“La percepción de inseguridad de los mexicanos repuntó al 61 % en el primer trimestre de 2024, un periodo marcado por la violencia de la campaña electoral, en la que el crimen es la mayor preocupación de los votantes. Esto significa que más de seis de cada diez habitantes de más de 18 años consideraron inseguro vivir en su ciudad, según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) que reveló este jueves el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)”.
Desgraciadamente, esto impacta en una sociedad polarizada que tiene una elección en puerta, pues en este 2 de junio de 2024 tendremos elecciones.
El Instituto Nacional Electoral mexicano detalló que son un total de 20 mil 79 cargos los que se elegirán en la próxima jornada electoral, en la cual 98.9 millones de ciudadanos deberán acudir a las urnas para emitir sus votos y elegir cargos tanto a nivel federal como local.
En este “coctel” (inconformidad, desconfianza e inseguridad social) el panorama que prevalece en nuestro país es desalentador, por decir lo menos, lo cual traerá como consecuencia, entre otras cosas, un proceso electoral con alto grado de incertidumbre por la inseguridad y el abstencionismo.
Según el INE, México cuenta en 2024 con una población de aproximadamente 130 millones de personas y el padrón electoral integra a poco más de 100 millones.
De acuerdo con estimaciones del INE, el reto es convencer a más de 60 millones de habitantes para que acudan a las urnas el domingo 2 de junio. Es un gran reto, ya que, como todos sabemos, los partidos se han caracterizado por buscar al ciudadano solo en época de elecciones, olvidándose completamente de él durante el ejercicio del poder y respondiendo a los intereses, no de la mayoría que votó por ellos o sus candidatos, sino a los intereses de grupo o de la clase económicamente poderosa que los postuló.
Ante esta realidad, sólo quedan dos caminos: o bien la clase gobernante da un golpe de timón y cambia totalmente el rumbo de nuestro país, cuestión que se antoja como una utopía, o bien, definitivamente, la propia ciudadanía toma en sus manos las riendas del país, asunto que obviamente no es fácil, pero sí posible.
Lo que México necesita es un cambio de la clase en el poder que propicie un cambio del modelo neoliberal que sólo ha servido para enriquecer a unos cuantos a costa del sufrimiento de millones que avalan con su voto esta grave situación.
Se necesita un modelo que distribuya más equitativamente la riqueza social que crean todos los trabajadores y que no la concentre en unas cuantas manos. Antorcha ha propuesto cuatro ejes, sobre los que se debería guiar el nuevo modelo de país. Te invito a que te organices y los conozcas.
Estos son: primero, empleo para todos; segundo, salario bien remunerado que permita a los trabajadores y sus familias satisfacer sus necesidades básicas. Tercero, una política fiscal progresiva en la que paguen más impuestos aquellos que más ingresos tienen; y cuarto, que se haga un gasto social dirigido a los más pobres, creando escuelas, clínicas, infraestructura urbana, etcétera. Sólo así nuestro México será un país más justo para todos sus hijos.
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