Bolsas, botellas, ropa, zapatos elaborados con material reciclable y biodegradable saturan cada vez más los supermercados y centros comerciales. Alimentos veganos, productos y servicios “eco-amigables” o “socialmente responsables” son las mercancías de moda en el mundo, principalmente en los países desarrollados. Ante la intensificación de las manifestaciones de la crisis ecológica, gran parte de la opinión pública ha adquirido un interés genuino por contribuir a la solución de este grave problema. A su vez y, seguramente, como respuesta a este interés que se expande aceleradamente en la población mundial, el sistema de producción capitalista halló la manera de adaptarse al reto. Engendró al greenwashing o “lavado verde”.
Se trata de una táctica de marketing, cada vez más común, diseñada para hacer que los productos parezcan más sostenibles de lo que son. Es una forma de convencer a los clientes de que una empresa está tomando decisiones positivas para el medio ambiente. A través de colores, logotipos o frases ecológicas muchas compañías pretenden convencer a los compradores de que el producto es más natural, saludable o socialmente responsable que los productos competidores. Así, las empresas atraen a los clientes que se preocupan por el medio ambiente sin verse obligadas a hacer cambios significativos en sus prácticas empresariales. Volkswagen, la compañía petrolera BP, ExxonMobil, Nestlé, Coca-Cola, Starbucks, la distribuidora de muebles IKEA, marcas de moda como H&M y Zara, e incluso algunos bancos como HSBC han sido señalados públicamente por sus prácticas de lavado verde.
En 2020, la popular marca de moda H&M lanzó su línea Conscious, productos "limpios" y "reutilizados". La ropa de la línea se fabricaba con "algodón 100% orgánico". Poco después, la Fundación Changing Markets en Europa denunció que la compañía mentía en la descripción de sus productos y que usaba lenguaje ambiguo. Que el 96% de sus afirmaciones eran engañosas y falsas: en lugar de que su ropa fuera producida con un 100% de algodón orgánico, sólo el 20% era realmente algodón orgánico. Además, H&M y otras marcas como Zara y Nike han sido exhibidas recientemente por explotación laboral. Una investigación del Worker Rights Consortium de 2021 reveló que estas marcas retenían el sueldo desde hacía un año a trabajadoras (entre las que se encuentran menores de edad); que no les pagaban el sueldo mínimo a sus trabajadores en Karnataka, uno de los núcleos de la industria de la confección de la India.
En 2018, Starbucks lanzó una tapa sin popote para sus bebidas, sin embargo, esta tapa contenía más plástico que la antigua combinación de la tapa y el popote. IKEA era considerada un ejemplo de empresa sostenible antes de 2020, hasta que uno de los minoristas de muebles fue vinculado con la tala ilegal en Ucrania. Empresas de botellas de agua de plástico como Evian, Poland Spring, y Deer Park llevan la naturaleza en sus etiquetas. Pero sus botellas están diseñadas para ser de un solo uso y contribuyen al enorme problema de los residuos de plástico en todo el mundo.
El gigante británico de combustibles fósiles BP tiene todas sus estaciones de color verde. Pero su historia ha sido mas bien negra. En 2010, explotó la plataforma Macondo, ubicada cerca de las costas de Luisana, provocando el más grande derramamiento en la historia de la industria petrolera. Tras esfuerzos fallidos por contener el flujo, sellaron el pozo en el mismo año, pero los informes de 2012 indicaban que el pozo seguía teniendo fugas hacia el océano. Esto trajo consigo extensas afectaciones a los ecosistemas marinos, a la pesca, la salud humana, al turismo e incluso defunciones humanas. En 2013, los delfines y otras especies marinas (principalmente las crías) seguían muriendo en un número récord. En 2014 un estudio informó que el atún expuesto a los hidrocarburos del vertido desarrolló deformidades del corazón y de otros órganos.
BP roció en la superficie y en el fondo marino casi 2 millones de galones de un dispersante llamado Corexit, al que estuvieron expuestas miles de especies marinas y alrededor de 600 personas contratadas para limpiar el petróleo. Luego, estudios de la Universidad de Georgia y la Universidad de Miami indicaron que el dispersante inhibía el crecimiento bacterias naturales que consumen rápidamente el petróleo que los dispersantes sólo rompen. Que esta sustancia era tóxica para los humanos, y que la mezcla de Corexit con petróleo dañaba a los arrecifes incluso más que el petróleo solo. BP estuvo recogiendo toneladas de petróleo los años subsecuentes. Sin embargo, a la fecha, pueden encontrarse restos de petróleo en distintos puntos de la costa del Golfo de México. La mezcla de petróleo y dispersante continúan incrustadas en la arena.
Hace unos años, esta compañía se cambió el nombre a Beyond Petroleum (más allá del petróleo) y agregó páneles solares a algunas estaciones. Sin embargo, en 2019, los abogados de ClientEarth presentaron una denuncia en la que alegaban que las campañas publicitarias globales de BP engañaban al público al centrarse en los productos energéticos de baja emisión de carbono, cuando más del 96% del gasto anual de esta empresa se destina al petróleo y al gas.
Otro ejemplo es el de los alimentos veganos. Algunos se estos alimentos pretenden proveer a los consumidores de productos “libres de maltrato animal”, “libres de emisiones provocadas por el ganado”. Sin embargo, hay veces que el resultado es exactamente el opuesto a las genuinas preocupaciones ecológicas del consumidor. Un caso notable es el de la leche de almendras. El consumo de este producto en Estados Unidos se ha incrementado en 250% en los últimos seis años. Pero el aumento en la demanda de la leche de almendras está diezmando a las poblaciones de abejas que se utilizan para polinizar las plantaciones de almendros porque: 1) La polinización de los almendros es particularmente agotadora, obliga a las abejas a interrumpir su descanso invernal uno o dos meses antes de lo esperado, alterando así su biorritmo, 2) la concentración de miles de millones de abejas en un mismo lugar favorece la propagación de enfermedades, como la provocada por el ácaro varroa destructor, y 3) hay un uso irresponsable de herbicidas y pesticidas en las plantaciones de almendros, sustancias tóxicas que debilitan e intoxican a las abejas.
Como los anteriores hay muchos otros ejemplos. La realidad es que, tras las vestiduras verdes, la destrucción continúa. No la ven los consumidores porque ocurre en otros países o regiones. Si deja de consumirse “x” producto en los países nórdicos por la presión social de los crecientes movimientos verdes, las empresas irán a venderlo a los países pobres del Sur. El problema es más profundo, radica en la producción anárquica de bienes y servicios, regulada por el mercado. Un sistema de producción que no funciona para satisfacer las necesidades de la humanidad, ni para mantener el equilibrio de la vida, sino únicamente para satisfacer el voraz y creciente apetito del capital.
Referencias
https://www.clientearth.org/
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