La historia de México está llena de luchas populares que consiguieron romper las cadenas que frenaban el desarrollo del país y que lo obligaron a construir un nuevo modelo económico que sentó las bases económicas para forjar una sociedad que brindara mejores condiciones de vida a la mayoría de la población, por lo menos al principio, aunque con el curso de las décadas quedó demostrado que aún no se habían sentado las bases reales para la construcción de una sociedad verdaderamente humana, equitativa, sin desigualdad, sin opresión y con oportunidades para todos.
La Independencia de México (1810-1821), dirigida por Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón, la Guerra de Reforma (1857-1861) encabezada por Benito Juárez y la Revolución mexicana (1910-1917) en la que Francisco Villa y Emiliano Zapata hicieron gala de inteligencia, valentía y popularidad, fueron las grandes luchas en que los mexicanos lograron romper las cadenas que los ataban a regímenes opresores, en los que las clases pudientes (españoles, los conservadores cercanos a la monarquía española y caciques porfiristas, respectivamente), dominaban y se aprovechaban de la mayoría de mexicanos, quienes sufrieron las consecuencias no sólo de la explotación económica y maltrato, sino de falta de libertades y de derechos políticos y humanos.
Han transcurrido 40 años desde la llegada de Antorcha Campesina a Huitzilan de Serdán y siguen trabajando en paz y haciendo de su municipio uno de progreso y desarrollo.
Cuando López Obrador llegó al poder presidencial, en diciembre de 2018, bautizó a la corriente política que llegó al poder como la Cuarta Transformación, según él porque era la continuación de los movimientos transformadores y revolucionarios mencionados arriba, pero con pocos meses de terminar el mandato de quien prometió, vemos que sus resultados son la destrucción de las conquistas sociales fruto de la Revolución mexicana: con sus “apoyos directos” está diluyendo la democrática participación ciudadana; no quiere que la gente se una a organizaciones sociales.
AMLO también destruyó el sistema de salud que, con el Seguro Popular daba cobertura a 84 % de los mexicanos, creó el Insabi y ahora la red hospitalaria del IMSS; no obstante, la 4T sigue fracasando porque no hay médicos ni medicamentos que curen a la gente.
Gracias a su política de “abrazos, no balazos”, López Obrador causó el incremento alarmante de la inseguridad: ahora la sangre derramada por la violencia de los grupos criminales ha llegado hasta los lugares más alejados del país, con lo que ha sembrado miedo, odio y terror en millones de mexicanos, a quienes no les ha construido ni un pozo de agua —tan necesario en la crisis hídrica actual—, debido a que el dinero que le queda de los programas sociales, que dan votos, lo invierte en sus obras emblemáticas que sólo benefician a los sectores pudientes de la sociedad: el Tren Maya, la refinería Dos Bocas, el Aeropuerto Felipe Ángeles y el rescate de Mexicana de Aviación solo benefician a los multimillonarios.
Bueno, para ser justos, algo benefician a los demás mexicanos: les dan trabajo, pero con salarios de hambre con los que sobreviven; o sea, como dijo el filósofo alemán, Federico Engels, les dan trabajo para explotarlos y que los dueños de los medios de producción incrementen su riqueza personal y de grupo.
Han sido seis años que López Obrador y la llamada “4T” –que no tuvo nada de transformadora– desperdiciaron: han hablado mucho, pero sus hechos no avalan que hayan hecho transformaciones radicales ni siquiera para los ricos, a los que apoyaron tanto o más que los gobiernos priistas y panistas.
En seis años la 4T pudo hacer mucho, si verdaderamente hubiera trabajado para el pueblo, como sí lo hicieron habitantes de un municipio serrano del estado de Puebla, Huitzilan de Serdán, que con poco más de 12 mil habitantes en su mayoría indígenas, demostraron que un pueblo organizado y bien dirigido puede lograr hasta lo que les parecía imposible: derrotar a los caciques que por más de seis décadas dominaron su vida en todos los sentidos.
Como sucede todavía en los días que corren, los caciques de Huitzilan, que no eran indígenas sino mestizos, eran “dueños de vidas y haciendas”; ahí no se movía un dedo sin que ellos lo supieran y, si los perjudicaba, modificaban su dirección sin importar que eso perjudicara a los campesinos y sus familias.
Por esa razón, en 1975 a esa fértil tierra llegaron militantes de la Unión Campesina Independiente (UCI) con el objetivo inicial de defender a la sufrida gente de ese pueblo, pero con los privilegios que les brindaron los caciques, se aliaron con ellos y, por tanto, la vida en ese pueblo se tornó aún más triste e insoportable en tanto que ya no eran solamente los caciques quienes los sometían y oprimían, sino también los militantes de la UCI convertidos en pistoleros, como bien calificó el especialista en estudios latinoamericanos Ehécatl Lázaro Méndez, quien realizó una investigación sobre lo sucedido en ese municipio, titulado De revolucionarios a pistoleros, que centra su atención en la involución que sufrió la gente de la UCI cuando se alió con los caciques mestizos.
Dice el refrán popular que no hay mal que dure 100 años y menos quien lo aguante y así sucedió con los indígenas de Huitzilan de Serdán: cansados de las arbitrariedades de caciques y pistoleros que habían cobrado la vida de cientos de campesinos que se negaron a seguirles su juego, en 1984 solicitaron el apoyo de Antorcha Campesina: hablaron con el dirigente nacional Antorchista, Aquiles Córdova Morán, de quien sabían que había dado luchas importantes en Tecomatlán, Publa, con las que no sólo derrotaron a los caciques locales sino que llevaban diez años en el poder municipal y trabajaban arduamente para transformar al municipio para que sus habitantes vivieran en paz, libertad y progreso.
Así, en 1984 llegaron valientes militantes de Antorcha Campesina a Huitzilan de Serdán y, arriesgando su vida y tranquilidad, ayudaron a los campesinos a deshacerse de caciques y pistoleros de la UCI, quienes hasta la fecha les hacen la guerra porque quieren volver a dominar a los indígenas para seguir sacando provecho político económico de esa fértil tierra que parece el paraíso terrenal.
Desde los primeros años de trabajo Antorchista, los huitziltecos empezaron a ver su futuro con claridad y luminoso. Han transcurrido 40 años desde la llegada de Antorcha Campesina a Huitzilan de Serdán y siguen trabajando en paz y haciendo de su municipio uno de progreso y desarrollo.
La historia de éxito de los indígenas huitziltecos, la cual se basa en la organización popular, trabajo honesto, valiente y desinteresado, se puede conocer en el más reciente libro del periodista Alejandro Envila Fisher, titulado Huitzilan de Serdán, la derrota de los caciques y en el mencionado libro de Ehécatl Lázaro.
Desde este espacio mando una sincera felicitación a todo el pueblo organizado de Huitzilan de Serdán y hago un llamado a mis lectores, pocos o muchos, para que conozcan esta historia en que la organización y el trabajo colectivo tuvieron como resultado la derrota de los caciques y de los pistoleros de la UCI.
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