¿Usted cree en los partidos políticos? Muy bien, ¡lo felicito! Es usted un hombre noble aunque, me parece, podríamos platicar algunas ideas para que en caso de creer, lo haga con mayor convicción o bien reflexionar y posiblemente, modificar un poco su opinión al respecto.
Es evidente que usted forma parte de los ciudadanos que participan en las elecciones y forma parte del porcentaje del 35 y 40 % de los mexicanos que participan en los procesos electorales. No es malo, está bien.
De cualquier forma, déjeme decirle que una proporción alta de ciudadanos en edad de votar no lo hace y el porcentaje de estos últimos anda entre el 60 y 65 % que, a juicio de muchos, es alto; claro, hay variación de dicho porcentaje dependiendo del tipo de elección y el cargo a elegir. Esto significa que de cada diez mexicanos en edad de votar, seis no lo hacen y cuatro sí. Usted está entre estos segundos.
Los propios fundadores de Morena, son también unos tránsfugas de sus partidos originarios incluido su fundador y el más cínico de todos, Andrés Manuel López Obrador.
Las razones de no votar son múltiples y muy variadas; sin embargo, en estudios realizados al respecto, basados en encuestas y entrevistas realizadas, los apáticos han manifestado, sin ningún rubor, que no lo hacen precisamente por no confiar en los partidos políticos, pero tampoco en las elecciones.
Y ¿por qué no confían en los partidos políticos? Por una sencilla razón: los ciudadanos que no votan no confían en ellos porque no ven diferencias. Es decir, sí las hay, sí las notan en el color del partido, en su logotipo, en los discursos y promesas, pero consideran que dichas divergencias son superficiales. No son esenciales.
Lo que expresan es que han visto, les consta y todo el mundo ve que un militante de un partido, hoy puede ser del PRI, mañana del partido verde y pasado mañana será de Morena; han visto panistas que pertenecieron a este partido y ahora son del PRI y quizás mañana los veremos en otro partido; los del partido verde se pasan o pasarán al PRD y éstos luego al PAN, en fin una serie de mezcolanzas y traiciones, todas más increíbles y vergonzosas.
¿Qué sentido tiene pues confiar en militantes de un partido que son prácticamente unos traidores?
Y si, los propios militantes de los partidos, no son fieles a lo que defienden, en un momento dado, ¿qué sentido tiene defender o creer en un color, un partido o un candidato cuando estos demuestran no tener ninguna seriedad ni convicción y sólo ven el interés personal de mantenerse en un puesto público del cual obtienen su sustento, bienestar y fortuna? Será muy ingenuo, muy noble o muy convenenciero quien lo haga.
Ejemplos recientes de la anterior afirmación: Alejandro Murat Hinojosa fue gobernador de Oaxaca, impulsado y promovido por el PRI, pero ahora es candidato plurinominal al Senado por parte de Morena; el otro ejemplo es del Edomex, Eruviel Ávila Villegas, también llegó a ser gobernador mexiquense por parte del PRI, ahora es militante del partido verde, que, como todos saben, es parte de la coalición que va con Morena y, el más reciente caso es del licenciado Raymundo Martínez Carbajal, expriista y expresidente municipal de Toluca que, según se dice, salió de la cárcel comprometiéndose a poner su estructura al servicio del partido verde.
Y lo que también todos los mexicanos sabemos es que los propios fundadores de Morena, son también unos tránsfugas de sus partidos originarios incluido su fundador y el más cínico de todos, Andrés Manuel López Obrador.
Aunado a lo anterior, y también del dominio público, es que los partidos grandes son controlados históricamente por familias que prácticamente le heredan los puestos a sus hijos (el caso de José Murat, exgobernador de Oaxaca que hizo gobernador del mismo Estado a su hijo Alejandro Murat, solo por citar un caso) y los partidos chicos son propiamente franquicias familiares por ejemplo Movimiento Ciudadano regenteado por Dante Delgado Rannauro o el partido verde casi propiedad de Jorge Emilio González Martínez. Es decir, en política, sólo se tienen, manejan y heredan los mejores y más “jugosos” puestos, en el partido y en el gobierno, cuando lo ganan, esa élite de poderosos.
La otra realidad que observan los ciudadanos es que, a pesar de los distintos colores, propuestas, promesas, discursos, cifras y todo lo que usted quiera, lo cierto es que la situación del país no cambia o lo hace muy poco.
¿O es que usted ya, efectivamente, vive mejor? ¿Tiene una casa digna, la educación, la salud, la vivienda y el empleo de sus hijos está asegurada? ¿Su empleo está bien remunerado, puede irse de vacaciones y su futuro en la vejez ya no tiene por qué preocuparle?
Si es así, lo felicito y le deseo que mantenga ese status de vida. Solo puedo decirle que conozco y pertenezco a la lista de millones de mexicanos que viven al día y que la inmensa mayoría de ellos no tienen, pero ni de chiste, satisfechas algunas de las necesidades más elementales, ni muchas otras que también son necesarias.
Pertenezco también al grupo de mexicanos que ha vivido lo suficiente para ver que todos los partidos existentes nos engañan y nos han engañado siempre y que, aunque quisiéramos, no van a cambiar y no lo van a hacer porque están diseñados para lograr los intereses de sus líderes, no para resolver los intereses del pueblo trabajador. A este lo único que hacen es dividirlo con sus colores y sus candidatos y, así dividido, lo pueden usar mejor para que vote por ellos y con ello seguir manteniendo sus privilegios.
Piénselo bien, pudiera estar equivocado en confiar en partidos que dicen ser los representantes del pueblo pero que no lo son.
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