Después de cancelar el Seguro Popular y eliminar de un plumazo los laboratorios que surtían medicamentos diversos para los mexicanos, la Cuarta Transformación que promueve el presidente de la República emanado del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) Andrés Manuel López Obrador, ha fracasado rotundamente dejando sin salud a más de 50 millones de compatriotas, creando otras instancias médicas que no han servido para otra cosa, en otra más de sus muchas ocurrencias que lejos de beneficiar al país, lo han empantanado manteniéndolo en terapia intensiva.
Las huestes lopezobradoristas no dan píe con bola en ese sentido, saben bien que se equivocaron pero no quieren aceptarlo, de alguna forma todos ellos son responsables de la debacle que está viviendo esta nación en el aspecto de salud, pero siguen necios, tratando recientemente de cancelar 33 normas oficiales mexicanas relacionadas con esos servicios, generando incertidumbre en pacientes y profesionales del sector.
Las Normas Oficiales Mexicanas (NOM) son regulaciones técnicas de observancia obligatoria que tienen como finalidad establecer las características que deben reunir los procesos o servicios cuando éstos puedan constituir un riesgo para la seguridad de las personas o dañar la salud humana.
Se ha dicho hasta el cansancio en lo que va de la actual administración federal -donde López Obrador está a punto de entregar la estafeta supuestamente- que fue un tremendo error haber reemplazado el Seguro Popular por el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) sin una planeación estratégica ni diagnóstico certero, sin reglas de operación claras.
Todo ello basados en decisiones políticas improvisadas y en el contexto de una política confusa y desordenada de re-centralización de los servicios de salud que supuestamente aspiraba a conformar un sistema como el de Dinamarca o Noruega.
Hoy la realidad ha evidenciado todo lo contrario: se incrementó la población sin acceso a los servicios de salud; prevalece el desabasto de medicamentos; existe desfinanciamiento de los servicios estatales de salud, así como de institutos nacionales, hospitales de alta especialidad y hospitales federales de referencia, reflejando así el pésimo diseño del Insabi y la aceptación tácita de su incapacidad política, operativa y administrativa.
En su momento diversos medios informativos publicaron que el presidente había presentado un proyecto de transformación del sistema de salud para población sin seguridad social, que no fue otra cosa que un híbrido entre el Insabi e IMSS-Bienestar, o sea, la misma gata, pero revolcada.
De ahí que el fracaso del sistema de salud pública durante la denominada Cuarta Transformación se aceptó de manera tácita durante la aprobación del paquete fiscal 2022.
La crisis del sistema de salud mexicano se confirmó con la llegada de la pandemia Covid-19, ya que mientras el gobierno federal pretendía “acomodar” las piezas de su mala estrategia, miles de mexicanos fallecieron al no contar con el auxilio que requerían, familias enteras que abandonadas a su suerte presentían estar viviendo en un lento genocidio o en la llamada “inmunidad de rebaño”.
La crisis del sistema de salud mexicano se confirmó con la llegada de la pandemia Covid-19, ya que mientras el gobierno federal pretendía “acomodar” las piezas de su mala estrategia, miles de mexicanos fallecieron al no contar con el auxilio que requerían
Asimismo, sin tener a la mano a otros laboratorios, López Obrador y sus funcionarios de salud, eliminaron los que se tenían, pretextando que formaban parte de la corrupción del pasado y que por ello deberían dejar de suministrar medicamentos al pueblo mexicano.
Otra mala estrategia porque se dejó al país sin los medicamentos más indispensables, mientras el mandatario mexicano ordenaba adquirirlos en naciones que ni siquiera están autorizadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para venderlos y además al doble de su precio.
En el umbral del fracasado Insabi, se echó mano de otra ocurrencia presidencial que ya se encontraba como responsable de la crisis generada por su administración en la compra consolidada de medicamentos, confiando en la capacidad operativa y administrativa del IMSS-Bienestar, para dar un “viraje” en el corto plazo hacia la prestación de servicios de salud para población sin seguridad social.
Fue de esa manera como a la mitad del camino, el gobierno federal se inventó otra fórmula en su ya patentada improvisación, pensando equivocadamente que con ello se acrecentaría su populismo.
Baste decir que el IMSS-Bienestar sólo operaba en 19 de las 32 entidades federativas y aunque había intenciones de ampliarlo a todo el país, aún no se han establecido las estructuras paralelas a las de los servicios estatales de salud.
Este nuevo invento de IMSS-Bienestar tampoco tiene la capacidad ni experiencia operativa y ni administrativa en el segundo y tercer niveles de atención. Por lo que se seguirá improvisando a costa de la población más desprotegida, la que se encuentra sin seguridad social.
Tan sencillo que hubiese sido para López Obrador pugnar por el fortalecimiento del Seguro Popular, alimentarlo para que llegara a proteger a mayor número de familias mexicanas que en su gran mayoría navegaban y siguen navegando en la pobreza y la miseria extrema, o que no tienen acceso a los servicios médicos gubernamentales.
Pero prefirió no hacerlo y en su lugar aterrizó otra más de sus ocurrencias, sin pensar en las consecuencias que se estarían generando, donde no hay duda alguna de que habrá de pasar a la historia como el mandatario que con la mano en la cintura decidió meter al sistema de Salud de México en terapia intensiva, para después sencillamente enterrarlo.
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