El efecto más desastroso de la pandemia provocada por el Covid-19 sobre la economía fue la destrucción de empleos. En todo el mundo la pandemia trajo el despido masivo de trabajadores. Los más afectados fueron los empleos que incluyen tareas de interacción humana diaria, como los restaurantes, la hostelería, el entretenimiento, entre otros.
En México particularmente, la situación del mercado laboral era preocupante desde antes de la pandemia. La Organización Internacional del Trabajo había insistido sobre la debilidad del mercado laboral, que se manifestaba en las altas tasas de informalidad, pues agrupa a más de la mitad de la población trabajadora. El empleo informal se caracteriza por concentrar los empleos con menores niveles de remuneración y productividad, así como menor seguridad en el empleo, ausencia de prestaciones sociales básicas como seguridad social; en suma, falta de acceso a a las características elementales de un trabajo digno.
Desde el principio de la pandemia, los empleos informales fueron los más afectados. En el segundo trimestre de 2020, el periodo de mayor disminución en el empleo, el informal pasó de 55% en el primer trimestre del mismo año a 47%. Esta disminución fue producto de las medidas de confinamiento que hicieron imposible que los trabajadores informales pudieran continuar con sus actividades.
El año 2021, que se considera como el año de la recuperación económica de la crisis provocada por el Covid-19, la recuperación del mercado laboral ha sido sobre todo en el empleo informal. En los primeros cuatro trimestres, la informalidad ha sido el refugio de todos los trabajadores que no pudieron mantenerse en el desempleo; 60% del crecimiento del empleo se concentró en el empleo informal. En cambio, el trabajo asalariado y remunerado fue la única condición de ocupación que disminuyó en el mismo periodo. Entre el primer trimestre de 2020 y el tercero de 2021 la diferencia es de poco más de 800 mil empleos menos, a pesar de que la economía ya recuperó los puestos de trabajo perdidos.
Estas cifras indican la persistencia creciente de la informalidad. Las implicaciones de esto residen en la disminución de los niveles de bienestar social, porque condenan a los trabajadores a empleos precarios, con bajos ingresos, a pobreza laboral y a la exclusión de beneficios que se han logrado gracias a la lucha obrera. Un factor que mantiene a México y otros países del sur global en esta situación es la falta de una política laboral que busque beneficiar todos los tipos de empleos del país. Hasta ahora las políticas laborales que se han hecho han caído sobre el reducido número de los empleos formales. Es necesaria una intervención estatal poderosa que busque otras maneras de competir en el mercado mundial que no sean a costa de los trabajadores.
La pandemia ha dejado claro que la recuperación de la economía mexicana es muy lenta. Esto dicta la cantidad de empleos formales que se crean; por tanto, la informalidad y otras formas de empleo precario deberían estar entre las prioridades durante el resto de su sexenio. De acuerdo con las cifras presentadas, el mercado de trabajo tiene una tendencia muy marcada hacía la precarización laboral. Hace falta una reforma laboral que incluya el trabajo informal no solo a la hora de cobrar los impuestos, sino para buscar que todos los trabajadores mexicanos tengan un empleo digno.
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