I. Introducción
La sociedad actual se encuentra en una encrucijada que pone en riesgo su propia supervivencia: seguir con el ritmo de producción capitalista actual o tomar acciones que garanticen la reproducción del hombre y la naturaleza. Ningún modelo económico puede existir si no logra encontrar una relación equilibrada entre lo que toma de la naturaleza para la producción y lo que se repone o deja recuperar esos recursos finitos. El modelo económico actual es particularmente devastador, pues la sociedad capitalista funciona sobre el principio de maximizar la ganancia, para lograr este objetivo el método es producir y vender mercancías a un ritmo meteórico. Y con ese volumen y ritmo de producción la devastación de la naturaleza también se hace a un ritmo galopante.
En este proceso se crea riqueza y se registra en los libros de contabilidad de la empresa el costo y el beneficio de los procesos o en términos macroeconómicos, se registra en el Producto Interno Bruto (PIB). Pero esta forma de contabilizar el costo y el beneficio es unilateral porque no registra el costo de los recursos naturales consumidos y destruidos por la producción fabril o agropecuaria. En el fondo de esto, el causante de la destrucción masiva y acelerada de la naturaleza es el modo de producción capitalista que, sobre todo, privilegia la ganancia antes que el desarrollo y el bienestar social.
El problema que aquí se evidencia es que el modo de producción capitalista pone en riesgo la supervivencia de la vida humana por su forma de producir. Dentro de la visión de la economía predominante no se considera el límite al crecimiento; es decir, cuando los economistas construyen modelos económicos la destrucción de la naturaleza no es considerada -como si asumieran que la dotación de dichos recursos se puede extender ad infinitum-. Dado esto, el presente trabajo abordará: primero, un breve esbozo de lo que es la economía capitalista desde el punto de vista de Marx y la relación que establece entre producción y naturaleza, y segundo, abordará algunos análisis del problema actual y qué soluciones proponen, retomando tres visiones diferentes.
II. Esbozo del funcionamiento de la economía capitalista y la naturaleza desde Marx
Carlos Marx fue un crítico contumaz de la sociedad de su siglo. Criticó la filosofía, historia y economía política acumuladas hasta sus días para construir un método de estudio que se propuso la crítica de la economía política, plasmada (no sólo aquí, pero fundamentalmente) en “El Capital. Crítica de la Economía Política” (1867), donde se encuentra un trabajo más acabado y sistematizado.
“El capítulo primero de la obra es uno de los más difíciles”[1] para comprender el trabajo de Marx. Inicia su crítica con el análisis de la mercancía. Esta es la célula de la sociedad, “la riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un enorme cúmulo de mercancías y la mercancía individual como la forma elemental de esa riqueza”[2]. Luego analiza sus dos características fundamentales: valor de uso y valor. Para explicar estas, atiende a sus propiedades materiales y luego a una cualidad social, deriva de ello al punto más importante a donde conduce al lector: el estudio del valor.
El análisis del valor lo lleva a explicar la transformación del dinero en capital. El “dinero considerado como dinero y el dinero considerado como capital no se distinguen, de momento, más que por su diversa forma de circulación”[3], es decir, el capital circula, primero, comprando fuerza de trabajo y medios de producción (D-M), luego fuerza de trabajo y capital constante se enfrentan en el proceso de producción (P), el producto de esa combinación resulta en mercancías con un valor mayor a la suma de capital variable y constante que originalmente invirtió el capitalista (M´), el último proceso de esto es que las mercancías son vendidas en el mercado para obtener la forma de dinero (M´-D´). Es decir, el proceso global de circulación del capital sería: D-M(FT y MP)… P… M´-D´, lo que significa que el capital al final de su ciclo aparece incrementado. Es en este proceso donde Marx descubre el proceso por el cual se crea la plusvalía, lo que “grosso modo” se puede describir como el trabajo no pagado al obrero. Esta forma de explotación del trabajador es velada, pues en los modos de producción anteriores al capitalismo la explotación era evidente: el esclavo era explotado por el esclavista entregando trabajo y él mismo era propiedad del segundo; el siervo de la gleba era explotado por el señor feudal, entregaba trabajo y bienes a este último. Pero en el capitalismo la explotación no es evidente, pues se supone que es un “contrato libre”, es decir, el obrero puede vender su fuerza de trabajo donde mejor le plazca.
Es cierto que Marx no se queda en este nivel de análisis sino que lo va complejizando al momento de agregar otras variables y más número de productores hasta llegar a hacer un análisis global del modo de funcionamiento del capital, caracterizado como un régimen que vive de la extracción de la máxima ganancia a través del trabajo no pagado. En todo este aparato crítico del capitalismo, a muchos críticos de Marx les parece que no tuvo en consideración la relación entre la producción y la naturaleza. Dado que el sustentante del presente trabajo no es un experto en Marx, el trabajo abordará algunos fragmentos de Marx donde lo que se evidencia es que sí tenía en consideración a la naturaleza y cuán importante era para él el medio donde el hombre se reproduce.
En 1844 Carlos Marx escribió que “el trabajador no puede crear nada sin la naturaleza, sin el mundo exterior sensible. Esta es la materia en que su trabajo se realiza, en la que obra, en la que y con la que produce”[4]; es decir, todavía antes de que escribiera sus trabajos más acabados y ya con su concepción del mundo más madura, se dio cuenta con meridiana claridad que el trabajo del hombre sólo puede ser ejercido sobre la base de los medios que proporciona la naturaleza, lo que denomina: mundo exterior sensible, éste es el único medio por el cual y con el cual produce medios de vida que le sirven para la reproducción de la vida.
Más adelante afirma que “así como la naturaleza ofrece al trabajo medios de vida, en el sentido de que el trabajo no puede vivir sin objetos sobre los que ejercerse, así, de otro lado, ofrece también víveres en sentido estricto; es decir, medios para la subsistencia del trabajador mismo”[5]. Aquí se pueden identificar dos aportaciones importantes que la naturaleza hace al hombre: medios de vida al trabajo y medios para la subsistencia del trabajo. El primero se entiende como la materialidad en la que se plasma el trabajo del hombre; es decir, cuando un carpintero tiene que producir un mueble el medio en el cual acciona sus herramientas es la madera que se obtiene de un árbol. De no existir este medio el trabajo tampoco existiría, en ese sentido es que ofrece medios de vida al trabajo. El segundo se refiere a lo que el hombre obtiene de la naturaleza para su existencia, frutas, verduras, medios para guarecerse, etcétera.
Esta relación del hombre con la naturaleza provoca que “cuanto más se apropia el trabajador el mundo exterior, la naturaleza sensible, por medio de su trabajo, tanto más se priva de víveres en este doble sentido”[6]. Esta proposición se entiende, en primer término, en el sentido de que el hombre, al apropiarse de los medios de la naturaleza hace que cese su existencia; es decir, el cúmulo de los medios dispuestos por la naturaleza disminuyen en la medida que el hombre interviene sobre ella; y, en segundo, también disminuyen los víveres que puede proporcionarle la naturaleza para su subsistencia física. Dimensionar esta relación y entenderla en el proceso de producción es un reto para los que producen y para los que consumen las mercancías que se producen en la sociedad, incluso, para estudiosos de la economía no se considera esta proposición importante en la visión de Marx.
En 1844 Marx tenía claro qué era la naturaleza para el hombre: “es un medio de subsistencia inmediato, como por ser la materia, el objeto y el instrumento de su actividad vital… es su cuerpo, con el cual ha de mantenerse en proceso continuo para no morir… pues el hombre es una parte de la naturaleza”[7]. Revisando el proceso de cómo la sociedad reproduce su vida es inevitable que la naturaleza sea el sustrato para producir su vida materia. Y siguiendo el análisis de la crítica de la sociedad capitalista, Marx considera que el trabajo enajenado es lo que convierte a la naturaleza en algo ajeno al hombre. Para el autor el proceso por el que se modifica la naturaleza es el medio por el cual el hombre se reafirma como tal, pues es capaz de crear más allá de sus necesidades inmediatas y “sabe producir según la medida de cualquier especie y sabe siempre imponer al objeto la medida que le es inherente; por ello el hombre crea también según las leyes de la belleza”[8]. Pero cuando esa actividad vital, en la sociedad capitalista la producción de mercancías, se le arrebata al hombre, cuando se le arranca el objeto de su producción, se le priva de “su vida genérica, su real objetividad genérica y transforma su ventaja respecto del animal en desventaja, pues se ve privado de su cuerpo inorgánico, de la naturaleza”[9]. Este proceso de enajenación es lo que impera en toda la sociedad capitalista, la producción de mercancías por el hecho de perseguir la máxima ganancia y, en ese proceso, la naturaleza deja de concebirse como un medio para la reproducción de la vida material del hombre y se convierte en fuente de extracción de riqueza (dineraria) para los capitalistas, que son los que se apropian de la riqueza producida socialmente.
De estos extractos de los trabajos de Marx podemos concluir que el análisis que hace de la naturaleza no es ajena a la hora de analizar tanto la reproducción de la especie humana, como de la producción de su vida material.
III. Posturas actuales respecto a la producción y la naturaleza
Después de la segunda mitad del siglo XX empezó a ser más evidente y preocupante la devastación de los recursos naturales empleados en la producción de mercancías. Fue entonces que empezaron a surgir voces críticas, no sólo de expertos de las ciencias sociales si no también de las naturales, que debían de tomarse medidas para enfrentar un problema vital para la especie humana.
El economista alemán Ernst Friedrich Schumacher ante el problema de la producción económica y la naturaleza escribió el libro “Lo pequeño es hermoso”. En él parte de la idea de que el hombre “no se siente parte de la naturaleza, sino, más bien, como una fuerza externa destinada a dominarla y conquistarla. Aún habla de una batalla contra la naturaleza olvidándose que, en el caso de ganar, se encontraría él mismo en el bando perdedor”[10], esta concepción se deriva de que no se distingue entre lo que es capital y lo que es renta, y precisamente en la parte que tiene que ver con los elementos de la naturaleza que son irremplazables, porque se concibe erróneamente que “todo aquello que no hemos hecho nosotros mismos es algo sin valor. Inclusive el propio doctor Marx cayó en este lamentable error cuando formuló la denominada teoría del valor trabajo”[11]. Esta es una apreciación que no tiene sustento, dados los argumentos de Marx citados más arriba. Para Schumacher, por ejemplo, los combustibles fósiles no deben considerarse como elementos de renta, sino capital, por el hecho de que son finitos, y por ese hecho, “si despilfarramos el capital representado por la vida natural que nos rodea, amenazamos la vida misma… de ese mismo modo la sociedad ha estado viviendo del capital de la naturaleza viva por bastante tiempo y a un coste modesto”[12], es decir, la producción se basa en gran medida en capital que es irremplazable.
La caracterización del problema es correcta, pero es preciso analizar algunos aspectos que propone para la solución. Primero, desarrollar un nuevo estilo de vida con nuevos métodos de producción y pautas de consumo. Al respecto, a modo de ejemplo, sugiere: en agricultura y horticultura, métodos de producción biológicamente sanos; en la industria, una evolución de la tecnología a pequeña escala, no violenta, con rostro humano, para que la gente disfrute mientras trabaja, incluso pensar en nuevas formas de asociación entre administración y trabajadores.
Segundo, apunta hacia una visión de economía pequeña, describiendo las características y ventajas de la mesura, rescatando la perspectiva budista del camino intermedio, una economía donde las personas importen. Pone énfasis en lo pequeño, que se puede entender como apropiado o intermedio. En este, el desarrollo debe nutrirse de diversas disciplinas y no sólo abordarse desde el crudo mundo material del economista. "El desarrollo no es, en primer lugar, un problema para los economistas y mucho menos para aquellos cuyo conocimiento está fundamentado en una filosofía crudamente materialista”[13]. Esta idea de lo pequeño se propone en contraposición a la obsesión por el crecimiento ilimitado, que es lo que lleva a la sobre explotación de los recursos naturales sobreponiendo el beneficio económico en el corto plazo sobre la sostenibilidad a largo plazo y el bienestar general. Ante esto la alternativa es crear tecnologías intermedias o apropiadas cuya construcción se base en materiales locales, sean asequibles y tengan un enfoque humano.
Otra postura importante, aunque no acorde con la realidad, es la que sostienen Ramachandra Guha y Joan Martínez Alier en “Variedades de ambientalismo. Ensayos norte y sur” (1998). Ellos analizan la relación que existe entre la pobreza y la degradación ambiental desde el punto de vista de los países; es decir, cuando está en el periodo de crecimiento es inevitable que genere contaminación, pero llegará un punto en que el nivel de riqueza le permitirá establecer mecanismos que permitan reducir la contaminación, este razonamiento está en consonancia con “desarrollo sostenible” como el camino para la solución a la pobreza y degradación ambiental.
En su enfoque respecto a que si la pobreza es una causa de la degradación ambiental, vinculan la pobreza con la deforestación y la degradación ambiental en entornos urbanos y rurales en los Andes de Perú y Bolivia. Para ello ponen varios ejemplos. El uso de leña y deforestación hace que la pobreza contribuya a la deforestación, ya que las personas con bajos recursos dependen de la leña como combustible del hogar. Para ello, el aumento de los ingresos puede reducir esta presión sobre los bosques. La desigualdad, la falta de acceso a recursos y la pobreza, conduce a la degradación ambiental en entornos urbanos debido a condiciones precarias, falta de servicios básicos y enfermedades relacionadas con el agua. Los programas de ajuste económico explican cómo estos programas pueden aumentar temporalmente la pobreza y tener efectos ambientales negativos, especialmente cuando se busca un excedente a través de bajos salarios, explotación ambiental y descuento de problemas a largo plazo en aras del corto plazo. Los gastos de protección, donde el crecimiento económico generalizado puede aumentar la degradación ambiental, ya que la riqueza no garantiza comportamientos ecológicos, aunque idealmente podrían destinar más rescursos al respecto. Los bienes de posición, que abordan el problema para ver si es posible disminuir el daño al medio ambiente aumentando el crecimiento económico y concluyen que no necesariamente es así, pues con los automóviles no pasa eso; pero, por ejemplo, con el uso masivo de las estufas se puede generar el efecto contrario dado que usar energia más eficiente puede disminuir la contaminación. Por último, la ecología social de los pobres, donde analizan la gestión y el impacto de la conservación de los recursos naturales, pasando por analizar la tragedia de los comunes y cómo los movimientos sociales deben clasificarse en función de si son o no ecológicos[14]. Estos análisis trasladan el problema a los pobres y a la pobreza, sin cuestionar la forma en que está estructurada la producción. Es decir, para ellos el problema no es la producción, sino de cuánto se debe de producir para poder empezar a disminuir la contaminación a través de mejor tecnología y de una mayor educación de los individuos que participan en la producción y el consumo. Se podría decir, pues que su enfoque es de la economía convencional, donde se analiza de forma aislada la participación de los individuos en la sociedad.
John Bellamy Foster, en “Ecología, contra el capitalismo” (2002), al abordar el problema de cuál debe ser la escala de la destrucción ecológica para determinar que es una crisis, discute con David Harvey. Este último rechaza la visión apocalíptica sobre la crisis ecológica y que no plantea un problema más allá de la comodidad de la humanidad, en cambio, para Foster, si bien hay que tener cuidado de no caer en esa visión de apocalipsis sí se debe considerar la crisis ecológica como un problema serio para la humanidad[15].
Su planteamiento es en términos de que el planeta ha sido mutilado y transformado a un paso tan acelerado que no permite todavía entender cuáles son sus implicaciones. Los científicos que han abordado el problema no son capaces de ir más allá de los problemas puramente naturales de la crisis porque no son capaces de dar cuenta de los problemas sociales que subyacen a ésta, por lo que generalmente sus recomendaciones terminan con llamados a una gestión más cuidadosa, reduciéndose a actuaciones de voluntad individual y colectiva o de acción “racional” a través del mercado. Por lo que para conocer a cabalidad el problema de la crisis ecológica se necesita tener una comprensión también de la acumulación de capital, pues como reconocen economistas (tradicionales o radicales) el capitalismo es un sistema que no puede permanecer estático, un capitalismo estacionario es imposible. En esas condiciones, el crecimiento económico acelerado que exige el sistema para existir no es ecológicamente viable. Para escapar a esta a esta contradicción, dice retomando a Marx, se necesita de control consciente y racional, que los productores asociados gobiernen el metabolismo humano con la naturaleza de una manera racional, es decir, que gobiernen la producción, y que la pongan bajo su control colectivo, en lugar de ser dominados por ella como un poder ciego, llevándolo a cabo con el menor gasto de energía y en las condiciones más dignas y apropiadas para su naturaleza humana[16].
IV. Conclusiones
En este trabajo se abordó la interrelación entre la economía capitalista y la naturaleza y de la amenaza que representa el actual modelo de producción para la supervivencia humana. Se critica la unilateralidad en la contabilización del costo y beneficio en la producción capitalista que no contabiliza el agotamiento de recursos naturales. Se ofrece un esbozo del funcionamiento de la economía capitalista desde la perspectiva de Marx, subrayando su reconocimiento de la importancia de la naturaleza en el proceso productivo con el objetivo de mostrar que este autor sí tenía en consideración la interrelación existente entre naturaleza y producción y de los límites que esta representa tanto como para producción de mercancías como la para la reproducción biológica del hombre.
Se discuten posturas actuales frente al problema de la producción y la naturaleza: Ernst Friedrich Schumacher aboga por un enfoque más pequeño y sostenible, cuestionando la obsesión por el crecimiento ilimitado y aboga por repensar los conceptos de la economía aprendiendo de la economía budista, esta proposición es utópica dentro del capitalismo; Guha y Allier analizan la relación entre pobreza y degradación ambiental, proponiendo el desarrollo sostenible como solución[17], su enfoque es neoclásico y toda la responsabilidad de la degradación ambiental recae sobre el individuo, y particularmente, en los pobres; John Bellamy Foster destaca la necesidad de considerar la crisis ecológica como un problema serio, vinculándolo a la acumulación de capital y abogando por un control consciente y racional de la producción.
De manera general se puede concluir que los distintos enfoques sobre el problema de la producción y la naturaleza están de acuerdo en que los recursos naturales se agotan, y que aunque en el pensamiento de la economía dominante actual no se consideren esos costos y siga apostando porque la tecnología pueda franquear el límite de los recursos naturales, no parece que sea el camino más viable para la humanidad. En ese sentido, el presente trabajo concuerda más con la visión de Marx, y de los marxistas, de que el principal causante de la crisis ecológica es el capitalismo por su forma de producir. Y mientras este siga funcionando tal cual lo hace ahora, persiguiendo la maximización de la ganancia a costa de todo, cualquier intento por aliviar los males ecológicos se quedará como simple paliativo.
Bibliografía:
Foster, Bellamy John. 2002. “Ecology, Against Capitalism”, Monthly Review, New York, pp. 69-73.
Guha, Ramachandra y Martínez, Alier Joan. 1998. “Poverty and the environment: a critique of the conventional wisdom, Varieties of environmentalism”. Essays north and south, 1998, Delhi, Oxford University Press, pp. 59-75.
Marx, Karl. 1991. “El Capital”. Tomo 1-3, Vol. 1-8. Siglo XXI, México.
Marx, Karl. 2001. “Manuscritos económicos y filosóficos de 1844”. Edición preparada por Juan R. Fajardo para el MIA, consultado en Biblioteca Virtual "Espartaco": https://pensaryhacer.files.wordpress.com/2008/06/manuscritos-filosoficos-y-economicos-1844karl-marx.pdf el 1 de diciembre de 2023.
Schumacher, Ernst. 1973. “Lo pequeño es hermoso”, España, Editorial Blume.
Imagen: https://www.elviejotopo.com/wp-content/uploads/2019/12/Cambio-clima%CC%81tico.jpg
Palabras clave: naturaleza, crisis ecológica, economía, capitalismo, producción, recursos naturales.
[1] Carlos Marx, “El Capital”, Tomo 1-3, Vol. 1-8., México, 1991, ed. Siglo XXI, p. 5.
[2] Carlos Marx, Ibid., p. 43.
[3] Carlos Marx, Ibid., p. 103.
[4] Carlos Marx, “Manuscritos económicos y filosóficos de 1844”, 2001, Biblioteca Virtual Espartaco, p. 57.
[5] Carlos Marx, Ibid., p. 57.
[6] Carlos Marx, Ibid., p. 57.
[7] Carlos Marx, Ibid., p. 61.
[8] Carlos Marx, Ibid., p. 63.
[9] Carlos Marx, Ibid., p. 63.
[10] Ernst Schumacher, Lo pequeño es hermoso, 1973, España, Editorial Blume, p. 11.
[11] Ernst Schumacher, Ibid., p. 12.
[12] Ernst Schumacher, Ibid., p. 14.
[13] Ernst Schumacher, Ibid., p. 125. Cuando dice materialista, se refiere a una visión basada en el consumo de mercancías, “porque se considera que las mercancías son más importantes que la gente y el consumo más importante que la actividad creativa” (Ernst, Schumacher, Ibid., 45).
[14] Ramachandra Guha y Joan Martínez Alier, “Poverty and the environment: a critique of the conventional wisdom, Varieties of environmentalism. Essays north and south”, 1998, Delhi, Oxford University Press, pp. 59-75.
[15] John Bellamy Foster, “Ecology, Against Capitalism”, 2002, Monthly Review, New York, pp. 69-73.
[16] John Bellamy Foster, Ibid., pp. 72-77.
[17] Esta idea de desarrollo sostenible aboga por un crecimiento económico que permita destinar recursos posteriormente para atender los problemas ecológicos, solución que no parece viable dentro de un sistema capitalista.
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