La lucha por mejores condiciones laborales ha sido una constante a lo largo de la historia. Desde las primeras huelgas hasta los movimientos sindicales modernos, los obreros han trabajado incansablemente para asegurar derechos básicos y condiciones de trabajo dignas.
La historia de la lucha obrera comienza en los albores de la Revolución Industrial, en Inglaterra en la mitad del siglo XVIII y se extendió a toda Europa occidental y América anglosajona, cuando los trabajadores comenzaron de manera instintiva a destrozar y quemar las máquinas que los desplazaban de los centros fabriles.
Fue en Francia donde la clase obrera realizó su verdadera misión histórica, la toma del poder político. En la gran Revolución francesa, la clase trabajadora, en alianza con la clase burguesa, exterminó el régimen de servidumbre.
A este movimiento se le llamó Ludismo, en honor al obrero Ned Ludd, que en un momento de rabia inaudita destrozó la máquina que le quitaba el pan de sus hijos. Las sanciones fueron severas, incluida la pena de muerte. Sin embargo, a pesar de esta terrible sanción, los obreros continuaron con su incansable lucha por mejores condiciones de vida.
Las primeras huelgas y movimientos obreros surgieron como respuesta a la sobreexplotación de hombres, mujeres y niños, con jornadas laborales de diez, doce y hasta catorce horas, salarios miserables y condiciones inhumanas de trabajo.
Durante el siglo XIX, la creación de sindicatos y la realización de huelgas se volvieron herramientas esenciales en la lucha por los derechos laborales. Una verdadera transformación fue la creación de la jornada laboral de ocho horas, un logro conseguido gracias a la lucha de la clase trabajadora del mundo.
Fue en Francia donde la clase obrera realizó su verdadera misión histórica, la toma del poder político. En la gran Revolución francesa, la clase trabajadora, en alianza con la clase burguesa, exterminó el régimen de servidumbre pasando por la guillotina a toda la nobleza feudal.
Pero fue en la Comuna de París donde los obreros, con instinto de clase, tomaron el poder político, derrotaron al Gobierno provisional de Adolphe Thiers, que huyó junto con su séquito de burgueses traidores a Versalles, ante la llegada a las puertas de París del Ejército Prusiano.
Los trabajadores defendieron heroicamente la ciudad y tomaron la Comuna de París, realizándose una verdadera proeza, “El Asalto al cielo” como lo llamó Carlos Enrique Marx, creador del socialismo científico.
Al poner a funcionar la ciudad en ruinas por la guerra, a pesar de la falta de personal con experiencia en la administración burocrática, los trabajadores comenzaron a poner la ciudad en pie y tomaron medidas que son verdaderas acciones revolucionarias: abolición del trabajo infantil, anulación de las deudas de alquiler, separación de la iglesia y el estado, prohibición de la guillotina, adopción de la bandera roja, establecimiento del salario de un obrero calificado para cualquier funcionario de Gobierno, funcionarios elegidos por elección popular y removibles en todo momento, entre otras medidas.
Esto demostró el potencial, el instinto de clase y el arrojo y valentía de este gigante, que está llamado a combatir hasta la muerte la propiedad privada sobre los medios de producción, causante de la miseria, hambre y explotación del hombre, mujeres y niños en el mundo.
Este gran gigante, la clase obrera, comienza a despertar. Por eso, la tarea de todo estudiante, campesino, ama de casa, madre soltera y profesionista es integrarse al partido que aglutine a todas las clases laborantes y tomar conciencia del papel histórico que les toca jugar en la construcción de la nueva sociedad, una sociedad más justa, próspera y humana.
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