La tesis de que el arte tiene una función social se ha convertido casi en un lugar común. Hoy resulta prácticamente absurdo sostener que el arte no tiene, así sea tangencialmente, una cierta función social. Pero si entendemos tal función social en su sentido más amplio, quizá no todos estamos de acuerdo.
He explicado en ocasiones anteriores que no coincido con aquella postura que sostiene que la función social debe cumplirse obligadamente bajo la forma de un arte que, explícitamente y con fórmulas técnicas más o menos simplificadas, aborde motivos de lucha social. Una práctica artística subordinada, tanto en sus temas como en sus formas, a las necesidades inmediatas de la lucha política no es, en mi opinión, la última palabra en el viejo debate.
La función social del arte -entendida, pues, en un sentido amplio- se cumple a través de un ciclo sencillo, en el cual participan tres agentes principales: el artista, el intérprete y el público, a cada uno de los cuales corresponde un proceso particular. El ciclo que propongo se presenta en el siguiente esquema:
Aclaremos antes que el ciclo social del arte es, como todo ciclo, una sucesión ininterrumpida sin principio ni fin propiamente dichos. Solo para fines expositivos puede decirse que el ciclo comienza o termina en este o en aquel punto. Examinemos brevemente, entonces, cada uno de estos tres procesos:
1. El proceso intelectual de creación: Este es el punto de partida inmediato de la obra de arte. En este proceso exclusivamente intelectual, el artista concibe su trabajo, proyecta en su cabeza las características materiales de la obra que va a realizar. Ciertamente, en el proceso participa, en todo momento, uno o más soportes de carácter exclusivamente material: el cerebro y su compleja red neuronal, así como materiales de todo tipo que ayudan a concebir la obra: papel, tinta, cuadernos, computadora, etc. En la tradición académica de las llamadas bellas artes, se trata de un proceso principalmente individual, a través del cual el artista plasmará su particular interpretación del tema que pretende abordar.
2. El proceso material de creación: Este segundo proceso se asemeja en todas sus características a la definición clásica del proceso de trabajo planteada por Karl Marx. Se trata de una actividad cuyo resultado final es un producto perceptible que puede ser “consumido” por la sociedad. La diversidad en que pueden presentarse las formas de este proceso son tan variadas como las disciplinas artísticas mismas: en las artes plásticas, el artista suele llevar a cabo él mismo este proceso material de creación, lo mismo que en la literatura (en donde, no obstante, es necesario finalmente un elaborado proceso de edición e impresión para alcanzar la forma de un libro); el cine, a su vez, requiere en este proceso cantidades ingentes de recursos materiales y humanos; las artes escénicas -danza, teatro, música- requieren también generalmente de intérpretes que participan con su propia corporeidad en la realización material de la obra. El proceso material de creación es social no solo porque, generalmente, involucra a grupos de individuos que trabajan de común acuerdo, sino porque en todos los casos, incluso cuando el artista trabaja en solitario, se nutre de productos materiales que fueron producidos socialmente. Al final de este proceso emerge un producto artístico que el público puede apreciar (ver, leer, escuchar o tocar).
3. El proceso intelectual de apreciación: El público aprecia, finalmente, la obra terminada. En el proceso intelectual de apreciación se cumple la función principal de la obra de arte: su socialización. Si bien la función social del arte, en general, opera en todo momento del ciclo, la función social particular de la obra sólo llega a cumplirse en su totalidad en este proceso de apreciación. Si bien la preeminencia del elemento intelectual en esta tarea radica en el hecho de que la apreciación involucra un rico conjunto de conocimientos, ideas, asociaciones mentales y experiencias, el primer requisito para la apreciación es, una vez más, de carácter material: la tangibilidad de la obra, su objetividad, así como los órganos sensoriales del cuerpo humano. En este proceso confluyen, de manera directa e inmediata, todos los elementos, humanos y materiales, que participan en el ciclo social del arte. Pero este punto de llegada es, a su vez, un nuevo punto de partida: esa sociedad que “absorbe” la obra al apreciarla es precisamente la sociedad en que vive el artista y, por tanto, el medio sociocultural que lo determina, en última instancia, como individuo social. Sostener en nuestros días la tesis de que algún artista pueda llegar a abstraerse completamente de este medio social -con sus inevitables elementos culturales y políticos- es ya un absurdo que no merece ser tomado en serio.
Para entender sin ambigüedades lo planteado hasta ahora, enfatizo sintéticamente dos ideas que he desarrollado anteriormente, cuyos conceptos se emplean en el esquema mismo. La primera idea se refiere a una delimitación metodológica que aborda al arte como forma particular del fenómeno general llamado cultura; es ciclo planteado se refiere, entonces, exclusivamente al arte entendido así. El postulado de la segunda idea es el de que la apreciación artística, presente en el tercer proceso del ciclo, se compone de una serie de características que, de no cumplirse, generan una forma diferente de acercamiento al arte: la contemplación, en la cual el llamado proceso intelectual de apreciación sólo se realiza parcialmente.
Visto en su totalidad, el ciclo social del arte es el mecanismo general a través del cual el arte influye en la sociedad, cumpliendo así su función social en sentido amplio. Como toda forma de conocimiento, cada nueva vuelta al ciclo representa un conocimiento enriquecido, una perspectiva más amplia de los problemas de la sociedad y del mundo, que son, al final, los únicos materiales de trabajo posibles para todo arte, independientemente de temas, lenguajes y filiaciones políticas explícitas.
Aquiles Lázaro es promotor cultural e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales
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