MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La moral a conveniencia

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En nuestros días, los términos “ética” o “moral” se utilizan de manera indiscriminada, como si se tratara de un menú al gusto. Entendemos por moral la regulación que los individuos se dan a sí mismos, a las demás personas y a la comunidad a través de normas. Para que las normas morales puedan llevarse a término es imprescindible que existan condiciones materiales adecuadas. Por ejemplo, sería imprescindible que las y los trabajadores tengan resueltas sus necesidades básicas materiales y espirituales para no irrumpir la norma de “no robar”. Así, la moral es insoslayable de los medios materiales existentes.

La moral, que en principio corresponde a la reflexión filosófica, ha caído en el mundo de los coaches y los manuales de autoayuda, convirtiéndose en listas de recetarios que nos guían por la vida por sendas que prometen la felicidad, orientadas de determinado modo hacia la resistencia emocional y no ya hacia una reflexión profunda y crítica. Por eso es muy común que encontremos, por ejemplo, la moral de negocios o la ética empresarial, entre otras éticas, como elementos que potencian la maquinaria del capitalismo actual. Entre las técnicas utilizadas en este ámbito, encontramos “sesiones sócraticas” o “autorreflexivas” que tienen el objetivo de hacer más eficiente el trabajo para las empresas. Así, los principios morales que en principio eran utilizados desde un sentido crítico hoy son utilizados en favor del enriquecimiento del gran capital. 

Dentro de la filosofía capitalista o burguesa, el objetivo de la moral es asegurar que las y los trabajadores generen la menor cantidad de problemas posibles, para ello incluso se brindan sesiones de apoyo emocional, desde luego, antes de que la gente necesite ser canalizada hacia la atención psiquiátrica, o bien, antes de que genere problemas a través de motines antiempresariales. En realidad, la moral empresarial no guarda relación con la filosofía en su sentido auténtico ni tampoco aborda el verdadero problema que enfrenta la reflexión ética contemporánea ni las necesidades psicológicas de los individuos. Los principios morales empresariales fungen como medio para el enmarcamiento orgánico de los miembros en una totalidad psicológica acrítica y maleable. Nos encontramos inmersos en una profunda desorientación moral, que puede observarse en términos globales desde el inicio de nuestro siglo.

El inicio del siglo XXI quedó marcado por la guerra de Irak, donde se justificó la invasión estadounidense bajo la premisa de la existencia de armas de destrucción masiva, una afirmación que resultó ser falsa. No sólo no se encontraron tales armas, sino que se sabía desde el principio que la premisa era incorrecta. La guerra, basada en una mentira, causó la muerte de aproximadamente un millón de civiles iraquíes, cumpliendo la promesa del presidente Bush de retroceder a Irak a la Edad Media y sumiéndolo en una crisis sin recuperación. En contextos históricos como éste, el esfuerzo colectivo de reflexión se vuelve una demanda urgente que desenmascare el carácter meramente utilitario de la moral en boca de coaches empresariales, presidentes y líderes de derecha. 

La noción de moral se ha relativizado a un grado en que se le desvincula de los efectos materiales que pueda provocar, sirve como discurso que justifica un sistema económico capitalista. La reflexión en torno a la moral puede llegar a ser una herramienta que discuta sobre problemas realmente graves como la guerra o la explotación, que traspasan los círculos familiares o individuales, pero hoy está siendo utilizada de forma indignante, para homogeneizar la formación de las clases trabajadoras. Es fundamental desafiar la moral burguesa predominante, que no va más allá de promesas de felicidad individual mientras perpetúa la opresión de las mayorías. 

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